FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Amigos.

Organizando papeles, he encontrado esta foto que no se cómo vino a parar a mis manos hace ya años, y que tuve mucho tiempo en el “cole” hasta que me la traje a casa y desapareció, para volver a aparecer hoy. Incluso es posible que la haya publicado ya en alguna entrada del blog.
Pero si ya está publicada, da igual. La vuelvo a publicar. Me apetece y lo merece. Podéis contemplarla como la he contemplado yo hoy, largamente, dejándome llevar por lo que significa porque...¡es tan bonito!



martes, 29 de septiembre de 2015

Balaitús. Nos paró el hielo.

El sábado pasado estuvimos en el Balaitús. Es una montaña importante, esbelta, preciosa, el primer tresmil del Pirineo por el oeste. Muy significativa para muchos de nosotros.
De dos que íbamos a ir en un principio acabamos yendo seis y, para los seis, era una ascensión especial, muy especial; sí, por motivos diferentes todos queríamos subir al Balaitús.
Salimos del embalse de la Sarra a las seis y cuarto de la mañana, de noche cerrada. Fue amaneciendo y encontramos el sol, que agradecimos, más arriba de los lagos de Arriel. El entorno es bravo, salvaje, altivo. La cima impresiona.
Con buen ánimo, en muy buen estado y sin ninguna dificultad, llegamos al pie de la última etapa de la ascensión, la Gran Diagonal, espectacular y vertiginosa, aunque fácil cornisa, que atravesando toda la cara oeste de la montaña nos deja cerca de la cima, a la que se llega tras una divertida trepada.
El día, algo turbio al principio, era ya azul, radiante. Hacia frío. El espectáculo, desde allá arriba… ¿Cómo describirlo?
Un chaval que nos habíamos encontrado en los lagos, nos había dicho que había oído hablar de hielo en la Gran Diagonal. Verse no se veía, desde luego, así que subimos con la esperanza de que solo fuera un bulo, pero no, hacia los 2900 metros, justo cuando la cornisa se estrecha y se abre el abismo a la izquierda, apareció la primera placa de hielo.
Avanzamos con precaución en los primeros tramos por si, con algo de suerte, más arriba no había, de hecho no se veía, pero cada vez había más, así que nos planteamos todos los que estábamos allí, unas 18 o 20 personas, si seguir o no. Y mientras decidíamos, cosa nada fácil, alguien que había subido más y que había retrocedido, nos dijo que por arriba había más hielo todavía y que estaba muy peligroso. Renunciamos.
Salir de la cornisa helada nos costó un buen rato. Unos chavales, ya maduritos, que habían subido casi al mismo ritmo que nosotros, instalaron una cuerda fija para asegurar el paso más delicado en descenso. Mientras, los que habíamos avanzado más, esperamos pacientemente, heladitos como pollos, amarrados a la roca, a que fueran saliendo todos de allí uno por uno, poquito a poco.
Al fin, todos, sanos, salvos y "bien fresquitos", llegamos a la pequeña explanada que hay a media cornisa, que al estar al sol, ya no tenía hielo.
¿Nos dio rabia? ¡Claro! Pero hicimos lo que teníamos que hacer. En montaña, es tan importante pelear por llegar a una cima, como saber renunciar a ella. Y suele ser más difícil renunciar que jugártela.
Así que descendimos satisfechos por la belleza de la excursión, por el esfuerzo realizado y por haber sabido tomar la decisión difícil.
Bajando descansamos un rato en el lugar, precioso por cierto, donde 24 años atrás, acampamos y dos chiquillos, uno de de 14 y otro de 15 años, pasaron una noche memorable. Y fue bonito estar allí con esos dos "chiquillos", que ahora a su vez, tienen cada uno de ellos otros dos chiquillos, ¿verdad Juancho, Rubén? Y fue bonito también compartir aquel rato, así como toda la ascensión, con mis buenos amigos, Rubén, Pepe y Paz.¿A que sí?
El valle de Aguas Limpias, ya otoñal, nos dejó de nuevo en la Sarra, donde estaba el coche. Luego, ducha, cenota y un reparador descanso, pusieron fin a un muy buen día de montaña, aunque no coronáramos el Balaitús.
Quedó para el año que viene. Cenando ya fuimos hilvanando el plan. Y es que esa es una de las cosas que me gusta de las montañas. Nunca estás seguro de haber hecho una cima hasta que no has regresado al valle. Esa incertidumbre me gusta. Es parte del juego, y le da pleno sentido.

Último tramo de la vía de ascensión y punto a donde llegamos. La foto está hecha en julio, desde el pico de Arriel.
En el camino de Aguas Limpias, aún de noche.
Primer lago de Arriel. Aún no llegaba el sol y hacia un frío que pelaba.
Cruzando el torrente de Arriel que bajaba con mucha agua.
Descansado poco antes de la Gran Diagonal. Al fondo el pico de Arriel.
Desde la base de la Gran Diagonal panorama al oeste. Destacan el Arriel y el Midí. Abajo, el último lago de Arriel.
Inicio de la Gran Diagonal.
Dos gigantes al oeste: el Arriel y el Midí d´Ossau.
Seguimos ascendiendo por la Gran Diagonal.
La vía se estrecha y aparece el hielo. No es nieve polvo, es nieve helada durísima.
Cuando decidimos retroceder hay que hacerlo muy despacio y esperar que el de delante se asegure en cada paso.
Poquito a poquito vamos saliendo de la cornisa helada. Hace un frío de mil demonios.
En el paso más delicado instalan una cuerda fija.
Por fin al sol. Detrás la vía de ascensión en la que no se ve hielo, pero está.
El lago helado de Arriel y al fondo el Balaitús
Lugar donde acampamos hace 24 años...
Seguimos descendiendo y el Balaitús queda alto y lejano. Es una gran montaña.
Nos acercamos al valle de Aguas Limpias.
El otoño ya pinta de colores el paisaje. ¡Precioso!

lunes, 28 de septiembre de 2015

No son mayoría.


Ya lo decía en la anterior entrada. Estamos a donde nunca deberíamos haber llegado. A una situación de la que no hay posible salida a no ser que, quienes han demostrado durante muchos años la más absoluta incapacidad de asumir y superar la historia, y de mirar a su alrededor con objetividad y respeto, por alguna suerte de milagro, fueran capaces de mirar adelante, en vez de atrás, y de enterarse, más allá de los símbolos, de la realidad callada que les rodea.
Pero soy pesimista. Rencores antiguos, enemigos de ayer, que no de hoy, opresores que hace ya mucho tiempo dejaron de oprimir… y un enjambre de banderas creando un torbellino emocional,  han arrastrado a miles de personas a perder el sentido de la realidad, creyendo descubrir a un enemigo que nunca ha existido.
Pero pese a todo esto y más, el hecho, hoy, es innegable. De cinco millones y medio de electores no llega a dos millones los que han dicho que sí a la independencia. Algo más de dos millones han dicho que no, y más de millón y medio no saben, no contestan. Son los independentistas una minoría importante, significativa, minoría que merece, qué duda cabe, respeto, pero como también merece respeto toda esa gente que o ha dicho que no, o ha callado. Y son la mayoría, bastantes más de tres millones de personas que, o bien quieren seguir siendo catalanes en España, o les da igual, o pasan del tema, o no lo tienen claro, pero que desde luego no han dicho que si.
Sin embargo, en virtud de esa aritmética parlamentaria, siempre un poco confusa y difícil de explicar, esa minoría puede acabar teniendo el poder de consumar un proceso que a nadie va a hacer bien. Y eso es lo terrible.
No se puede construir un país ni en contra, ni al margen de la mayoría de sus ciudadanos. No es ni política, ni social, ni moralmente aceptable. Entramos de lleno en el fanatismo, la intolerancia, el dogmatismo que llevan al enfrentamiento, a la ruptura social, al dolor…
La sociedad catalana está rota, partida en dos y el Estado español ante una situación imposible. ¿Quién, en su sano juicio, puede desear esto? ¿Es  motivo de alegría? ¿Hay algo que festejar?
Si los resultados de estas elecciones hubieran dado, en número de votos, no en escaños, una mayoría importante, rotunda, al independentismo, el Estado, mal que le pesara, tendría que aceptar la voluntad de un pueblo, unido por un proyecto, que habría hablado alto y claro. Porque sólo la voluntad rotundamente mayoritaria de los catalanes legitimaría un paso de tan gigantescas consecuencias, como es la separación de Cataluña de un país del que siempre ha formado parte, al que está íntimamente unido por mil lazos, y a cuya construcción ha contribuido durante siglos, España.
Estuve ayer en el Pirineo, en el valle de Tena. Por un acuerdo tácito, no pusimos la radio en el viaje de regreso, y no quise poner la tele en casa. Quería dormir tranquilo. Pero desde que esta mañana me he enterado de los resultados y he visto y oído a algunos de los que han ganado “parlamentariamente hablando”, una sombra se ha cernido sobre mí. Y sé que es la sombra del miedo.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Me duele España, y mucho.


Escribía Miguel de Unamuno, en junio de 1916, tras una visita a Barcelona, hablando de Cataluña, “es nuestro problema político nacional éste de la concordia entre las diversas índoles de los pueblos que integran a España”.
Y en 99 años y 3 meses, a la vista está, no hemos sido capaces de resolverlo. Y hemos llegado a donde nunca deberíamos haber llegado. ¡Cuánto le dolería a Unamuno esta España de hoy!
Este próximo 27 de septiembre no es más que el resultado de una larga serie de errores y despropósitos cometidos por todos. No es más que la constatación de que no hemos sido capaces de asumir nuestra propia y dolorosa historia  y por lo tanto de elevarnos sobre ella y construir juntos un país para todos, en una Europa para todos, en un mundo que debería ser para todos.
Pienso que ni desde un punto de vista histórico, ni político, ni económico, ni cultural, ni social, ni ético, tiene sentido alguno, hoy en día, la independencia de Cataluña. Se sitúa, entiendo yo, en un plano emocional y es fruto de desencuentros y manipulaciones sin cuento. De confusiones y malos entendidos, explotados por aquellos que buscan incansables lo que nos diferencia a las personas y a los pueblos, para separar y dividir, en vez de aunar e integrar. Y de esos hay en todas partes. También es fruto de los que pretendieron unir a golpe de sable y bayoneta.
Siempre me han dado miedo los mensajes donde subyace el nosotros y los otros, y que se empeñan en evidenciar y marcar las diferencias. Porque siempre acaban mal.
Y siempre me he apuntado al carro de aquellos cuyo mensaje es el hacer del ellos, el vosotros, y el nosotros, un único nosotros en el que quepan todos, tan diverso como queráis, pero nosotros. Esa es la línea de la historia en la que creo.
Por eso no es bueno el punto al que hemos llegado. Por eso me entristece y me preocupa profundamente. No ya sólo por lo que pase o deje de pasar en el futuro, que también, sino por lo que ya está pasando ahora, por lo que ha pasado durante tantos años.
Escribía también Unamuno, “mucho puede y debe aprender de Cataluña el resto de España, pero también de ésta puede y debe aprender mucho Cataluña”.
Si esto hubiera sucedido, y ha pasado casi un siglo desde que se escribieron estas palabras, no estaríamos ahora donde estamos. Pero claro, ha sido la historia de éste, nuestro siglo XX, tan terrible…Historia preñada de injusticias, de sufrimiento, de errores…
Y no hemos sido capaces de asumirla y superarla. Seguimos presa de su dinámica ciega. ¡Qué pena! ¡Qué herencia tan triste para las generaciones venideras!

NOTA:
Como casi nada hay incuestionable, tampoco son incuestionables mis palabras. Son eso, mis palabras. Lo que pienso, lo que creo y lo que siento. Y están escritas desde el respeto a otros planteamientos que en absoluto comparto y desde la tristeza. Como a Unamuno, a principios del siglo XX, hoy a principios del XXI, de verdad, me duele España.

martes, 22 de septiembre de 2015

Mañana entra el otoño.

Mañana, a las 10 horas y 21 minutos, el sol entra en libra, iniciándose así el otoño astronómico. El meteorológico empezó el 1 de septiembre, aunque con los días que llevamos últimamente, nadie lo diría.
Para recibir a la nueva estación, que ojalá sea fresca y lluviosa, una foto, y un capítulo de Platero y yo titulado precisamente, otoño.


Ya el sol, Platero, empieza a sentir pereza de salir de sus sábanas, y los labradores madrugan más que él. Es verdad que está desnudo y que hace fresco.
¡Cómo sopla el Norte! Mira, por el suelo, las ramitas caídas; es el viento tan agudo, tan derecho, que están todas paralelas, apuntadas al Sur.
El arado va, como una tosca arma de guerra, a la labor alegre de la paz, Platero; y en la ancha senda húmeda, los árboles amarillos, seguros de verdecer, alumbran, a un lado y otro, vivamente, como suaves hogueras de oro claro, nuestro rápido caminar.

Platero y yo. Juan Ramón Jiménez.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Preguntas al concejal y al técnico de medio ambiente.

El pasado viernes nos reunimos en el ayuntamiento Isabel, Marisa y yo con el concejal y el técnico de medio ambiente, para que nos informaran de cómo están las cosas en nuestros montes en este momento, a las puertas mismas del otoño.
El pasado 4 de agosto ya comenté en una entrada las tres preguntas que quería hacer a quienes puede contestarlas con conocimiento de causa.

¿Hasta qué punto está ya parada la plaga de insectos perforadores? En estos momentos, y gracias a las lluvias de la primavera y el verano, está parada. De hecho no se ven pinos amarillos. O están verdes o muertos. Se espera un  posible rebrote cuando se den las condiciones para que esto ocurra, si se dan (falta de lluvia) pero se espera que sea mucho menos virulento, ya que los pinos que han resistido son los más fuertes (selección natural) y podrían defenderse mejor de la plaga.
¿Qué van a hacer con la madera muerta que cubre muchos de nuestros montes? Siguiendo la orden de Consellería del 29 de octubre de 2014, ahora sí se está interviniendo en el monte, sacando la madera muerta y triturándola allí mismo. Pero hay tanta que retirar...También hay instaladas trampas para los insectos y se vigila de cerca la evolución de la masa forestal.
¿Se va a repoblar, cuándo, cómo, quién? De momento no hay ningún proyecto de reforestación, por lo que en las zonas sin árboles crecerá matorral. No obstante se está trabajando con la intención de elaborar un plan que afronte la problemática medioambiental de un modo amplio y con perspectiva de futuro, pues el tomicus no es, ni mucho menos, el único problema de nuestros campos y montes.

Salimos de la reunión con una cierta esperanza por lo que se está haciendo y por las intenciones de futuro, y con el deseo de que, a lo que los humanos podamos hacer, la naturaleza ayude de la mejor forma que puede hacerlo: con agua. Pero eso ya no está en nuestras manos.

Zona deforestada donde ya se ha retirado la madera.
Montones de pinos muertos esperan ser triturados.
Otra zona donde crecerá, de momento, matorral. Antes era pinar.
Ya no hay pinos amarillos. O son verdes o están muertos.
Trampa para los insectos.
Detalle de la trampa.
Máquina trabajando en el monte.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Se mueren los glaciares...

Hay cosas que se leen, que se oyen, de las que te enteras no sabes muy bien cómo, pero que no acabas de asimilar hasta que las ves de cerca, hasta que te tocan de cerca.
Hablo ahora del cambio climático, del calentamiento de la atmósfera, del retroceso de los glaciares, que tengo claro que es un hecho, pero “jo…” (acabadlo como queráis), cuando el otro día, organizando las fotos que Isabel va digitalizando, vi la norte del Monte Perdido desde el Balcón de Pineta, a finales de julio de 1984, me quedé impactado.
Me apresuré a ver las que en junio de este año hice de la misma pared, desde el mismo sitio, incluso un mes y medio antes, y comprobé lo brutal de la diferencia.
En sólo 31 años, aquel mundo de hielo que cubría la imponente cara norte del Perdido, no es más que un extenso helero al que se puede entrar a pie plano.
Y ¡claro!, no se trata sólo de que cambia el paisaje, eso es sólo una consecuencia, sino de otras muchas consecuencias menos visibles, menos evidentes, pero que seguro están ya ahí e irán a más.
¿Hasta qué punto es el hombre el único responsable de esto? ¿Hasta qué punto hay toda una mascarada política a nivel internacional sobre este tema? Son asuntos que se me escapan.
Lo único que sé, y os dejo ya ver las dos fotos, es que la gente que sube ahora al Balcón de Pineta, no goza, ni de lejos, de lo que yo hace nada más que 31 años pude gozar, no podrán tener la suerte de ver una caída de seracs desde la cumbre del Cilindro, no escucharán por la noche, si duermen allí arriba, los crujidos del hielo…

Junio de 2014.
Julio de 1984.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Así atardecía hoy...

Era digno de contemplación el ver caer la tarde de uno de los últimos días del verano, desde el puente viejo, escuchando el murmullo del río…
            Así atardecía hoy en Ribarroja.


Ahora es tiempo de silencio.


Fuensanta, Fuen, madre de dos hijas, ha sido la última mujer asesinada por su actual pareja. Era hija y vecina de Ribarroja.
Ahora es tiempo de silencio y para el creyente de oración. Creo que todo lo demás sobra.

El Señor dijo a Caín.
-¿Dónde está Abel, tu hermano?
Respondió:
No sé. ¿Soy yo el guardián de mi hermano?
-¿Qué has hecho? La sangre de tu hermano me está gritando desde la tierra. Por eso te maldice esa tierra, que ha abierto tus fauces para recibir de tus manos la sangre de tu hermano. Aunque cultives la tierra, no te pagará con su fecundidad. Andarás errante y perdido por el mundo.

Gen. 4,10-12.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Receta.Sardinas o mejillones en escabeche.


Me gustan las sardinas de cualquier forma excepto crudas. Pero hay dos formas de hacerlas que son mis preferidas: a la brasa o en escabeche. Aquí voy a contar cómo las hago en escabeche. Es fácil y salen muy, muy buenas.
Además, el escabeche es una forma de guisar típica española, antiguamente para conservar los alimentos y actualmente para degustarlos con un sabor muy especial y dado su origen, muy nuestro.

Ingredientes.

1 kg. de sardinas grandecitas.
1 cabeza de ajos.
4 o 5 hojas de laurel.
8 o 10 granos de pimienta negra.
1 ramita de tomillo.
1 cucharada de pimentón dulce.
1/2 litro de aceite de oliva.
100 ml. de vino blanco.
200 ml. de vinagre.
2 cucharadas soperas de vinagre de Módena.
Sal.

Límpiense las sardinas quitándoles las tripas y las escamas. Yo no les quito la cabeza, aunque hay quien prefiere proceder también a su decapitación.
En cualquier caso, lávense bien a continuación y tras secarlas un poco, fríanse en el aceite a fuego fuerte, de tal modo que queden algo crudas por dentro, pero hechas por fuera.
Tras freírlas, vayan depositándose en el recipiente de donde no saldrán hasta que no vayan a ser ingeridas.
Luego, en el aceite donde las hemos frito, deposítense los ajos y el laurel y póngase el fuego suave. Al dorarse los ajos, añádase la pimienta y el tomillo y tras un par de minutitos, y con cuidado ¡con cuidado! échese el pimentón y en unos segundos el vino blanco.
Ahora déjese llevar a ebullición y que hierva unos minutos, pasados los cuales añadiremos el vinagre y la sal.
Cinco minutos más de cocción a fuego muy suave y ya está. Sólo nos quedará verter todo sobre las sardinas que reposaban en su recipiente. Han de quedar cubiertas.
Una vez se haya enfriado, tápese y guárdese en la nevera. A partir del primer día ya están buenas. Cada día que pasa, más buenas, hasta que imagino que llegará un día en que se estropearán.
A mí esto nunca me ha pasado, pues me las he comido antes. Como máximo me han durado una semana.
Se pueden comer frías o calentitas, a gusto del consumidor, y con pan y cerveza pueden ser una comida o una cena exquisitas.

NOTA: Puedes hacer lo mismo con mejillones. Es todo igual a partir de que los mejillones, hechos al vapor, liberados de su concha y escurridos, reposen en un recipiente esperando el escabeche.

Ingredientes.
1/2 kg. de mejillones (desprovistos ya de su concha)
1 cabeza de ajos.
4 o 5 hojas de laurel.
8 o 10 granos de pimienta negra.
1 ramita de tomillo.
1 cucharada de pimentón dulce.
1/4 litro de aceite de oliva.
50 ml. de vino blanco.
100 ml. de vinagre.
2 cucharadas soperas de vinagre de Módena.
Sal.

martes, 15 de septiembre de 2015

Carta abierta al Sr. Alcalde de Ribarroja del Turia.


                                              
             Sr. Alcalde:

            Quiero agradecerle públicamente su gesto de acudir ayer a la procesión del Cristo como máxima autoridad municipal, ya que ninguna obligación legal tenía de hacerlo.
            Además, imagino que habrá habido comentarios de todo tipo, unos buenos, otros no tanto. Mi comentario son estas líneas, y vaya por delante que pienso que ha hecho lo correcto por muchos motivos, pero hay dos que quiero destacar.
            Uno lo podría resumir con aquella famosa frase de nuestro cine, cuando Pepe Isbert habla a sus vecinos desde el balcón del ayuntamiento, con la frase “como alcalde vuestro que soy”, para organizar el recibimiento a los americanos. Eso es lo que hizo ayer, entiendo yo, decir con su presencia, como alcalde vuestro que soy, voy a la procesión por respeto a todos aquellos vecinos para quienes el Cristo es muy importante. Ha mostrado así respeto a mucha gente de su pueblo, independientemente de formas de pensar y de vivir. Eso es ser alcalde de todos. Y eso es una actitud profundamente democrática.
            En segundo lugar pienso que ha dado un paso importante y necesario en la dirección adecuada. Que un alcalde socialista vaya a la procesión es algo que, por el bien de todos, tenemos que empezar a ver como normal en este país. Hay que cerrar definitivamente esa brecha entre las dos Españas, también las dos Ribarrojas... superando tanto ese anticlericalismo rancio y hoy injusto, como ese pavor atávico a “los rojos que son el demonio”. Nos ha hecho y sigue haciendo mucho daño mantener esa vieja herida abierta. Ni la sociedad, ni la Iglesia actuales son las de los años 30. Dejemos a los muertos que entierren a sus muertos. Y por eso, gestos como el suyo son un paso adelante en la historia.
            Por estos dos motivos, y otros menores que no comento por no alargarme más, cuando ayer le vi desfilando por las calles del pueblo, y más tarde en el altar mayor de la iglesia, ante el Cristo, mientras el pueblo cantaba los Gozos, le di gracias a Dios, yo soy creyente, por su gesto, por el significado de su gesto. Porque gestos así, son los que necesita nuestra democracia para seguir madurando, y gestos así son bálsamo que cura una herida ya demasiado vieja, pero que por culpa de algunos, aún supura.
            Gracias Sr. Alcalde.

lunes, 14 de septiembre de 2015

A pesar de su condición...



Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Flp. 2,6-11.

Este texto de la carta de San Pablo a los Filipenses, leído hoy en misa,  siempre me ha resultado reconfortante y terapeútico, si me permitís la palabra. Por eso, en un día como hoy, lo comparto en el blog.


¡Feliz día del Cristo!

domingo, 13 de septiembre de 2015

¡Qué bonito está el monte a las puertas del otoño!

¡Qué bonito está el monte al final de este verano! Ha sido un verano terriblemente cálido pero ha llovido, no lo que hace falta, pero ha llovido y se nota. Un verde vigoroso cubre campos y pinares. Es todo un espectáculo. Nada que ver con el gris triste del año pasado por estas fechas.
Bien es cierto que tenemos por delante una semana difícil. Mala. El poniente, que ha empezado hoy, nos castigará hasta el viernes. ¡Ojalá no tenga consecuencias sobre la belleza con que nuestros montes, este año, se acercan al otoño! ¡Ojalá sea éste lluvioso y fresco, se pinte de colores y acabe en un invierno frío, blanco, al menos en las montañas! ¡Ojalá!

Chiva.
Siete Aguas.
Siete Aguas.
Chera.
Chera.

viernes, 11 de septiembre de 2015

Mi contribución a la "Diada".


Si tenéis ganas y tiempo, podéis leer este artículo de Isabel Coixet, directora de cine catalana, que ha sido publicado hoy en El País. Es mi contribución a la Diada.

Somos lo peor de cada casa. Y somos muchos. Más de lo que parece. Más de lo que todo el mundo cree. Pasamos casi desapercibidos, caminamos de puntillas. Somos los tímidos que nos callamos en las discusiones porque lo nuestro no es discutir, los que no sabemos a quién votar porque nos parece que la votación está mal planteada de raíz, los que estamos encerrados con un solo juguete y ansiamos salir porque pensamos que sin juguetes, ahí afuera, también se puede jugar. Nos dan apuro los gritos, los himnos, las marchas, las banderas, los discursos. No son para gente de nuestra calaña, pero somos perfectamente capaces de tolerarlos y de respetar a los que vibran con ellos aunque carezcamos de ese esquivo gen que nos permitiría pasarlo en grande en los pasacalles.
Querríamos estar llenos de ilusión, pero nuestro ADN está severamente dañado. Hemos nacido con una grave tara que arrastramos con resignación pero sin orgullo ni vergüenza. Una tara que es como un lunar en el brazo, que tenemos desde críos, de esos lunares de color marrón que ya no vemos porque han crecido con nosotros. Somos como sombras que se arrastran en silencio, como los tipos de La invasión de los ultracuerpos, fingiendo que somos como los demás, aunque por dentro estemos apenados, acojonados y perplejos.
Querríamos estar llenos de ilusión, pero nuestro ADN está severamente dañado. Somos catalanes a los que la independencia y todo lo que supone nos da una pereza inmensa. Ciudadanos de cuarta, frívolos y vagazos, conscientes de estar cometiendo un sacrilegio espantoso por el que asumimos la penitencia y el castigo que caerá inexorablemente sobre nuestras cabezas. Ya lo he dicho: lo peor de cada casa. La idea de España no nos fascina, pero no nos repugna. No sabemos si los rumores sobre la lista negra de los catalanes de pacotilla son ciertos, pero por supuesto estamos a favor de su existencia: gente como nosotros no debería tener cabida ni voz en esta gran nación que, al parecer, se avecina.
No nos cogemos de la mano, no ponemos banderas en los balcones, nos quitamos, con educación pero con firmeza, de encima a los postulantes que llaman para contarnos la buena nueva. Contemplamos a los líderes de los partidos de aquí y de allí con la misma mirada de estupefacción que reservamos para los momentos álgidos de los reality de la tele. Lo malo es que no paramos de preguntarnos en bucle: ¿Tanto costaba relajarse un poco y aparcar las amenazas y los victimismos? ¿Tanto? ¿Por qué no dejaron en su momento el "y tú más" de patio del colegio? ¿Por qué?
La idea de España no nos fascina, pero no nos repugna  Como nos sentimos en casa tanto en Olot como en Orense o en Orán, nos llaman, merecidamente por supuesto, botiflers, españolazos, charnegos, desgraciados y hasta cosmopolitas. Para nuestra desgracia, no hemos sido ungidos con la fe y la confianza en un país mejor que iluminan la vida cotidiana de muchos de nuestros compatriotas. Creemos que la historia no es un memorial de agravios, sino un instrumento para aprender de los errores. Pensamos y sentimos de otra manera: somos los pusilánimes que en su día votamos a Maragall confiando (sí, craso error) en que el diálogo político iría por otros derroteros: igualdad, justicia, fraternidad, solidaridad, honestidad, armonía, ayudar a los vecinos, sentido común... esas cosas que nos parecían fundamentales para construir una sociedad algo mejor y nos encontramos con una triple taza de caldo de un debate que en nuestra estúpida inocencia, creíamos perteneciente a otra época.
Nos encontramos con una triple taza de caldo de un debate que en nuestra estúpida inocencia, creíamos perteneciente a otra época. Somos tan ilusos que lo único que queremos es vivir en un lugar que se llame como se llame y tenga la bandera que tenga, pero en el que la justicia funcione sin trabas, los que mandan no metan mano a la caja, las carreteras tengan el firme en buen estado, los médicos y las enfermeras de la sanidad pública tengan tiempo para atendernos, donde cada uno pueda hablar y cantar y trabajar en el idioma que quiera, las escuelas públicas enseñen a los niños a pensar y algo de matemáticas y natación (sin exagerar lo de las matemáticas), la luz, el gas y el agua y un techo estén garantizados, los bares pongan un café decente y poca cosa más. Y donde, a ser posible, los discursos, a menos que los escriba David Foster Wallace, queden relegados a los banquetes de bodas o a los aniversarios de los centenarios de la familia.
Ahora, desde hace demasiados años, nos sentimos atrapados en el tiempo como Bill Murray en El día de la marmota, pero ni siquiera tenemos una Andie McDowell por la que merezca la pena despertar una y otra vez en el mismo día eterno y escuchar hasta el aburrimiento a Sony and Cher cantar I've got you babe. Seguro que hay cosas peores, pero ahora mismo no se nos ocurre ninguna.

Creímos que todo estaba roto...



Siempre he sido hombre de esperanza pero, cada vez más, me veo como un hombre de esperanza desesperanzado.
Cada vez entiendo menos lo que pasa a mi alrededor en todos los ámbitos, y subrayo lo de todos; y el vivir sin entender erosiona la esperanza en el futuro, incluso en el futuro más inmediato.
Será que estoy perdiendo facultades mentales, será que me estoy haciendo viejo, será que estoy cansado de tantas cosas, o será todo esto junto y algo más…
No sé. El caso es que, releyendo el otro día al bueno de Juan Ramón Jiménez (lo hago a menudo) encontré este precioso poema que me alegró la tarde mustia, que me avivó la llamita pobre de mi esperanza.

Creímos que todo estaba
roto, perdido, manchado…
-pero dentro sonreía
lo verdadero esperando.-

¡Lágrimas rojas, calientes,
en los cristales helados!...
-pero dentro sonreía
lo verdadero esperando.-

Se acababa el día negro,
revuelto en frío mojado…
-pero dentro sonreía
lo verdadero esperando.-

Cerré el libro y pensé que Juan Ramón Jiménez tiene razón. Aunque tantas veces piense que todo está roto, perdido, manchado; aunque tantas veces, sobre cristales helados caigan lágrimas rojas, calientes y a nadie le importe un ardite; aunque haya días negros que acaban revueltos en un frío mojado, lo verdadero sonríe esperando. Esperando el día de salir a la luz. Y sonríe porque sabe seguro que algún día saldrá a la luz.
Y caí en la cuenta de que muchas veces intuyo esa sonrisa de lo verdadero. Sí, la intuyo en muchas personas, en mil momentos. Y sé que es importante esforzarme por intuirla, aunque no la vea, sólo intuirla debe bastarme.
Me gustó el poema, me gustó mucho. Y además llegaba a mí en un momento oportuno, en un momento muy oportuno.
Es la literatura hecha vida. La literatura actuando en la vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio, porque las palabras que leía eran la voz viva del poeta resonando en mi interior.
Y esa voz me elevó hacia otra voz más alta, más antigua “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva…” (Ap. 21) Y entendí que ese Cielo Nuevo y esa Tierra Nueva es lo verdadero que sonríe esperando.

NOTA: El poema es el 61 de la tercera antología poética.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

El Kanguro truchero.

Hay un barete muy especial en un precioso rincón del Pirineo. Durante muchísimos años había pasado por delante de él sin entrar nunca, hasta que, hará unos dos veranos, un buen día entramos y nos encantó. Pequeñito, entrañable, con muy buena comida y excelente atención.
A partir de ese momento empezamos a frecuentarlo y cada vez nos gustaba más. Fuimos llevando amigos a los que también les gustaba y nos enterábamos de que luego volvían, ya sin nosotros.
Este mes de julio pasado, fuimos a cenar para inaugurar un viaje con nuestro amigo José Luís, al que le habíamos contado las excelencias del lugar. Reservamos previamente, pero tras volver a la hora convenida, empezó a pasar el tiempo y la cena no llegaba. Cierto es que había mucha gente. Pasada una hora y unos minutos pregunté qué pasaba y si lo nuestro tardaría mucho. Me contestaron que en ese momento iban a empezar a hacerlo, que si queríamos cancelarlo. Dije que sí y, molestos y decepcionados, nuestro amigo indignado, era su primera vez, tuvimos que ir, ya  tarde, al pueblo, a donde llegamos a  cenar por pelos.
No volvimos por allí en el resto del verano, aunque estuvimos alojados muy cerca durante gran parte del mes de agosto. Y la última noche, para despedir la temporada, buscando un lugar digno del evento, ni me pasó a mí  por la cabeza volver allí. Había otras alternativas, buenas, pero sin ese puntito que aquello tiene, puntito cuyo goce había dado por perdido.
Pero Isabel, con muy buen criterio, me dijo: vamos a probar. No le puse buena cara. Insistió, si vuelve a pasar lo de aquella noche, cruz y raya. Así que volvimos. Éramos tres. Isabel, Toni y yo, como aquella noche de julio. Tres.
Esta vez no había demasiada gente, pero había. Entramos, nos recibieron amables, como siempre. Nos sentamos, y mientras leíamos la carta, Rut, la jefa, se acercó a la mesa y nos dijo, “gracias por haber vuelto”. Miraba sincera, y en ese agradecimiento había también una disculpa que ya era innecesaria. Le pregunté qué pasó aquella noche, y nos dio una más que razonable y convincente explicación de lo sucedido.
La cena fue, como había sido siempre, grata, con buena comida y acogidos por el entrañable ambiente de aquel singular rinconcito del Pirineo. Agradecí profundamente a Isabel el haber querido volver allí y a Rut su bonito gesto, esas cuatro palabras que me abrían de nuevo las puertas de un lugar al que le habíamos tomado mucho cariño, puertas que, por desafortunadas circunstancias y quizá una reacción excesiva por mi parte, yo había cerrado: “gracias por haber vuelto”.
¿Que cómo se llama el bar? Ya lo digo en el título de la entrada, el Kanguro truchero, y lo aconsejo vivamente. Está abierto todo el año y es mejor reservar. Está situado junto al Cinca, a la entrada misma del valle de Pineta. Si vais por allí, no os lo perdáis.

Su web es Kanguro truchero. 




lunes, 7 de septiembre de 2015

Plantar cara al mal.


Me disponía a escribir una nueva entrada sobre una cuestión pero, esa foto y esos dibujos de la anterior me han hecho caer en la cuenta de que esa cuestión no venía a cuento. No podía estar la una detrás de la otra. Me chirriaba y me dolía.
Y entonces me he dado cuenta también de algo que en el fondo ya sabía. De que somos terriblemente consumistas, de que somos voraces consumidores de todo, hasta del dolor ajeno.
Sí, consumimos el dolor, el horror, la brutalidad, la barbarie, y lo metabolizamos envenenándonos por dentro hasta alcanzar un nivel de insensibilidad atroz.
La foto que ha dado la vuelta al mundo y ha sacudido conciencias pasará también al olvido. Al menos ésta ha tenido “su momento de gloria”. Pero hay otras, hay muchas otras. Si tenéis estómago, teclead en el buscador de imágenes de google las palabras niños muertos en guerras. Y mirad, si podéis.
La gente abandona su tierra y sus raíces huyendo de la guerra y la miseria. Y a menudo pierden la vida en el intento. Y Europa, parece ser, abre sus brazos. Bien. Muy bien. Pero no basta con eso. La vieja y timorata Europa debe también comprometerse con el objetivo de que nadie se vea obligado a dejar su casa, su vida, la tierra que le vio nacer. ¿Puede?
Y ahí está el problema. Lo que está ocurriendo es lo mismo que pasó con Hitler. Nadie le paró los pies a tiempo. Ahora, hay otro totalitarismo avanzando. Atentados salvajes, de vez en cuando alguno por aquí; destrucción de obras de arte milenarias; éxodos masivos; pueblos y ciudades arrasados; reclutamiento de combatientes; ejecuciones publicas; guerra pura y dura, en otras tierras, de momento...
El horizonte es tan negro, hay tanta noticia horrible, tanta imagen atroz y mira por dónde esa foto dio en el clavo de nuestra sensibilidad. Pues bien. Me alegro. Al menos que se hable del asunto. Que la calle presione a quienes tienen en su mano hacer algo eficaz. Pero sobre todo que seamos capaces de darnos cuenta del origen del mal.
Yo lo tengo claro. Siempre que pongamos por encima del hombre, de su dignidad,  de su libertad, de su derecho a la vida, ideologías o religiones; siempre que lenguas y banderas se utilicen para enfrentar y excluir; siempre que el ansia de dinero y de poder estén por encima del bien común; siempre que no seamos capaces de buscar lo que nos une como humanos, ahondando impúdicamente en lo que nos separa; siempre que pase todo esto, y está pasando, seguiremos abriendo las puertas al infierno.
Es tiempo de unidad. De solidaridad. Hay un enemigo común muy poderoso. Y estoy convencido de que ese enemigo no se derrotará con las armas, al menos sólo con las armas, sino con un cambio muy profundo en nuestra sociedad, en nosotros mismos.
En vez de consumir el dolor ajeno, debemos plantarle cara. Hemos de dar la cara por el hombre en nuestro día a día, en nuestra vida cotidiana. Es nuestra manera de pararle los pies al mal. Nos va la vida en ello.