Quiero
hacer mi particular homenaje a la mujer en un día en el que me he hecho el
firme propósito de desconectarme de cualquier medio de comunicación, internet
incluido, por lo cargante, exasperante e incluso delirante, aunque eso sí, muy
políticamente correcto que va a ser casi todo lo que nos embutan.
Porque
yo sí creo en la igualdad entre hombres y mujeres. Sí creo en la lucha por
conseguirla allí donde no exista plenamente. Sí creo que la mujer ha sufrido
históricamente, olvido, marginación, exclusión. Sí creo que la violencia contra
la mujer y contra quien sea, debe ser perseguida y castigada.
Pero
no puedo admitir de ninguna manera que esta noble causa haya sido secuestrada
por lo que llaman izquierdas. No puedo admitir las patéticas agresiones al
lenguaje con la milonga del lenguaje inclusivo. No puedo admitir que se imponga
la paridad por ley, agravio vergonzoso a la mujer y sus capacidades. No puedo
admitir que impongan a los niños y jóvenes, en colegios e institutos, ideologías
monolíticas y más que discutibles con la excusa del feminismo. No puedo admitir
demasiadas cosas…
En
nombre de la libertad de pensamiento y de la libertad de expresión, no lo puedo
admitir.
Por
eso, porque hay otra forma de ver las cosas, hoy comparto un poema de Vicente
Aleixandre en el que habla del amor a una mujer. Sí, del amor de un hombre a
una mujer, y en el poema es el hombre quien habla. Se titula Unidad en ella. En el poema es
precisamente ese amor el que crea la unidad de todo en ella, fundiendo a ambos
y al mundo en una realidad superior y gozosa.
Pero si
lo leéis detenidamente veréis que cualquiera puede hacerlo suyo pensando en su
ser amado. Porque esta es la clave. Superar la división, el enfrentamiento, las
viejas afrentas, y reconocernos todos personas, ante todo personas, con
idéntica dignidad, con idénticos derechos.
Cuerpo
feliz que fluye entre mis manos,
rostro
amado donde contemplo el mundo,
donde
graciosos pájaros se copian fugitivos,
volando
a la región donde nada se olvida.
Tu
forma extensa, diamante o rubí duro,
brillo
de un sol que entre mis manos deslumbra,
cráter
que me convoca con su música íntima,
con
esa indescifrable llamada de tus dientes.
Muero
porque me arrojo, porque quiero morir,
porque
quiero vivir en el fuego, porque este aire de fuera
no es
mío, sino el caliente aliento
que si
me acerco quema y dora mis labios desde un fondo.
Deja,
deja que mire, teñido del amor
enrojecido
al rostro por tu purpúrea vida,
deja
que mire el hondo clamor de tus entrañas
donde
muero y renuncio a vivir para siempre.
Quiero
amor o la muerte, quiero morir del todo,
quiero
ser tú, tu sangre, esa lava rugiente
que
regando encerrada bellos miembros extremos
siente
así los hermosos límites de la vida.
Este
beso en tus labios como una lenta espina,
como
un mar que voló hecho un espejo,
como
el brillo de un ala,
es
todavía unas manos, un repasar de tu crujiente pelo,
un
crepitar de la luz vengadora,
luz o
espada mortal que sobre mi cuello amenaza,
pero
que nunca podrá destruir la unidad de este mundo.
Bonito
poema de amor ¿no?