Recorrimos
recientemente un itinerario de carretera, la A-1702, llamado Ruta del silencio, situado en la
provincia de Teruel, de 63 kilómetros, entre el puerto de Cuarto Pelado y la
Venta La Pintada, cerca de Gargallo. Los paisajes son espectaculares. Hay que
ir despacio, disfrutando de un entorno increíble y parando a contemplarlo
siempre que se pueda.
En el kilómetro 50 de la ruta hay una zona dedicada al Caimán de las montañas. Era este el nombre con el que se conocía al
autobús que hacía el trayecto entre Alcorisa y Cantavieja, y que pasaba por la
citada ruta.
En un
panel informativo, poco después de empezar el recorrido, cuenta la historia del
asalto a este autobús en el año 1948, y lo cuenta de un modo imparcial, sin esos
tendenciosos juicios de valor a los que ahora nos tienen acostumbrados y que
curiosamente sí están en la página web de la ruta. ¡Qué le vamos a hacer!
Dice
así la historia.
Era el
17 de febrero de 1948. El coche de línea entre Alcorisa y Cantavieja circulaba
por la carretera de Villarluengo y a la altura del kilómetro 20, en una
revuelta del Barranco de los Degollados, tuvo que detenerse al encontrarse con
un pino cruzado en la vía que impedía su paso. La pareja de la Guardia Civil
que escoltaba el autobús camuflada entre los pasajeros, intentó repeler el
asalto de los guerrilleros, resultando ambos heridos. Tras desvalijar al personal
prendieron fuego al vehículo.
Y
entonces, parece ser que por casualidad, apareció Antonio Pérez Escorihuela con
el practicante del pueblo, en su coche particular. Era este hombre teniente alcalde de
Villarluengo y dueño de numerosas fincas.
Identificado
por los asaltantes fue retenido, llevándoselo después al monte donde le
dispararon varios tiros dejándole abandonado pensando que estaba muerto, tras
haberle dado el tiro de gracia. La situación en que se encontró este hombre fue
terrible puesto que estaba gravemente herido, sin visión, al haberle afectado
un ojo aquel último disparo, y a la intemperie, en plena noche y en invierno.
Estuvo deambulando, desorientado, por el monte
hasta que fue hallado por una patrulla que estaba siguiendo la pista de los guerrilleros.
Lo reconocieron y así pudieron llevarlo al pueblo realizándole allí las
primeras curas de urgencia para ser trasladado posteriormente a Zaragoza, donde
estuvo ingresado en un hospital durante un tiempo, salvando la vida aunque
perdiendo un ojo.
Historias
terribles como estas hubo miles en aquellos años, antes, durante y después de
la guerra. ¿Quiénes somos nosotros ahora para juzgar y sentenciar tanto a unos como a
otros?
Esta
línea sigue funcionando, todos los días de lunes a viernes, y la sigue
realizando un autobús de la empresa Altaba, llamado todavía “El Caimán”.
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