FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

miércoles, 30 de septiembre de 2020

Así te necesito, de carne y hueso.


Hay un poema que siempre me ha gustado mucho, no solo por lo que dice sino por cómo lo dice. Está como himno en la liturgia de las horas y allí lo conocí hace mucho tiempo.

El otro día, releyéndolo, se me ocurrió buscar al autor. Es Alfonso Junco, escritor mejicano, que a buen seguro estará ahora poco menos que proscrito en España por los adalides de "su" libertad que nos gobiernan. Pero esto es harina de otro costal.

El poema dice así. Disfrutadlo.

 

Así: te necesito

de carne y hueso.

 

Te atisba el alma en el ciclón de estrellas,

tumulto y sinfonía de los cielos;

y, a zaga del arcano de la vida,

perfora el caos y sojuzga el tiempo,

y da contigo, Padre de las causas,

Motor primero.

 

Mas el frío conturba en los abismos,

y en los días de Dios amaga el vértigo.

¡Y un fuego vivo necesita el alma

y un asidero!

 

Hombre quisiste hacerme,

no desnuda inmaterialidad de pensamiento.

 

Soy una encarnación diminutiva;

el arte, resplandor que toma cuerpo:

la palabra es la carne de la idea:

¡encarnación es todo el universo!

¡Y el que puso esta ley en nuestra nada

hizo carne su verbo!

 

Así: tangible, humano,

fraterno.

 

Ungir tus pies, que buscan mi camino,

sentir tus manos en mis ojos ciegos,

hundirme, como Juan, en tu regazo,

y –Judas sin traición– darte mi beso.

 

Carne soy,

y de carne te quiero.

 

¡Caridad que viniste a mi indigencia,

qué bien sabes hablar en mi dialecto!

Así, sufriente, corporal, amigo,

¡cómo te entiendo!

 

¡Dulce locura de misericordia:

los dos de carne y hueso!

martes, 29 de septiembre de 2020

... y los valles se visten de mieses que aclaman y cantan.


Ya sé que mucha gente lo está pasando muy mal con la maldita pandemia, ¡y quién no!, ¿verdad? Y que la situación política es para exiliarse ya, porque vivir en un país donde la gran mayoría no se entera o no quiere enterarse de que cada día hay menos libertad y la democracia es más falsa, y de que otra vez, en nombre precisamente de la libertad y la democracia, nos llevan al abismo, es para exiliarse.

Todo esto lo sé. Quizá por eso, como tanta gente a lo largo de la historia, “me echo al monte”. Es mi refugio; en realidad siempre lo ha sido. Y porque es mi refugio sufro por él. Tampoco vienen días buenos para nuestros montes. Va a llegar antes el poniente que las lluvias. Y eso es muy malo. Una seria y larga “ponentá” se nos echa encima a partir del jueves. Lloverá, nevará, pero aquí aguantaremos el odioso ventarrón seco, primero caliente y luego más fresco, a saber hasta cuándo. Con todo lo que eso puede acarrear.

El viento seco, sobre una tierra húmeda, puede ser hasta bueno. Sobre el secarral que tenemos ahora es un castigo bíblico. Hace falta que llueva de verdad, porque el agua es vida. A veces se pasa, pero a la postre, es vida. Desde siempre.

Ya en la Biblia hay muchas referencias al agua como bendición de Dios. Siempre me ha gustado especialmente el salmo 65, en el que habla así de la lluvia.

 

Tú cuidas de la tierra, la riegas

  y la enriqueces sin medida;

  la acequia de Dios va llena de agua,

  preparas los trigales;

 

riegas los surcos, igualas los terrones,

  tu llovizna los deja mullidos,

  bendices sus brotes;

  coronas el año con tus bienes,

  las rodadas de tu carro rezuman abundancia;

 

rezuman los pastos del páramo,

  y las colinas se orlan de alegría;

  las praderas se cubren de rebaños,

  y los valles se visten de mieses,

  que aclaman y cantan.

 

Ojalá así sea en nuestra tierra. Que con la pandemia y sus consecuencias, y la situación política, ya tenemos bastante desgracia.

lunes, 28 de septiembre de 2020

El paisaje del cielo.

            A veces el paisaje no está en la tierra, sino en el cielo. Esto me pasó un día de estos en una excursión por el Javalambre. ¡Qué cielo puede disfrutar! ¡Qué cielo!











domingo, 27 de septiembre de 2020

Sin grandes cambios.

 NOTA DE LA SEMANA: 2

De entrada sigue sin llover, y ya toca. Pero no una tormentita, sino un temporal de levante de abundantes lluvias que no hagan daño, claro. Pero no; a seguir esperando.

Abrimos una semana con dos partes bien distintas. La primera, hasta el miércoles, con días agradables. Noches frescas, entre 12 y 15, y días donde las máximas no llegarán a los 30, y los vientos soplarán “de todo un poco”, y en general flojos. Pero a partir del jueves, vuelve el poniente y, aunque las mínimas seguirán igual, rondando los 15, las máximas superarán los 30 otra vez; y pueden no ser tan flojos. Mal rollo y poca gracia.

Queda la esperanza de que considerando que la atmósfera, en estas fechas suele estar alteradita y juguetona, se equivoquen las previsiones. ¡Quién sabe! De hecho, para el fin de semana próximo hay división de opiniones en los pronósticos.

      ¿La nota? Le pongo un 2 por eso de que las mínimas están donde deben, y aún es mucho, anunciándose ponientes y sin perspectivas de lluvias otoñales.

sábado, 26 de septiembre de 2020

Bienvenido, Pau.


 

Entre otras muchas cosas, la pandemia nos ha quitado libertad. La libertad de soñar sin miedo, de ir de aquí para allá a nuestro antojo, de estar juntos, de besarnos, de abrazarnos… Bueno, ya lo sabéis. Por eso, como bienvenida a nuestro quinto sobrino nieto, que ha nacido esta tarde, Isabel y yo le dedicamos esta conocida canción de Labordeta, con el deseo de que tenga una vida larga y feliz.

          ¡Bienvenido Pau, y que Dios te bendiga!

 Enlace a la canción.

Habrá un día

en que todos

al levantar la vista,

veremos una tierra

que ponga libertad.

 

Hermano, aquí mi mano,

será tuya mi frente,

y tu gesto de siempre

caerá sin levantar

huracanes de miedo

ante la libertad.

 

Haremos el camino

en un mismo trazado,

uniendo nuestros hombros

para así levantar

a aquellos que cayeron

gritando libertad.

 

Sonarán las campanas

desde los campanarios,

y los campos desiertos

volverán a granar

unas espigas altas

dispuestas para el pan.

 

Para un pan que en los siglos

nunca fue repartido

entre todos aquellos

que hicieron lo posible

por empujar la historia

hacia la libertad.

 

También será posible

que esa hermosa mañana

ni tú, ni yo, ni el otro

la lleguemos a ver;

pero habrá que forzarla

para que pueda ser.

 

Que sea como un viento

que arranque los matojos

surgiendo la verdad,

y limpie los caminos

de siglos de destrozos

contra la libertad.

De Ahillas a Alpuente.

Es esta una larga y bonita ruta de todo un día; y exigente, pues 35,16 kilómetros y un desnivel en ascenso de 595 metros, no son cualquier cosa. Pero es tan variada y espectacular que se hace corta. Además, en cada época del año es diferente. En verano, cuando más dura resulta por el calor, os solazaréis en dos fuentes de abundantes y frescas aguas, un arroyo inesperado, y los colores de los campos, las rocas, los chopos y los pinos. En invierno es parecido, pero más húmedo, y con las nieves del Javalambre como telón de fondo. Y en primavera y otoño es una increíble fiesta de colores.

Saldremos de la aldea de Ahillas*, donde en una pequeña bodega podréis comprar un muy buen vino. La pista, en buen estado, sale en dirección este, ascendiendo hasta llegar a otra que seguiremos a la izquierda en un paraje llamado Era Tare. Y andaremos y andaremos entre pinares y cultivos hasta llegar a una rambla que en otoño es un prodigio de color.

Cruzaremos la carretera que va de La Yesa a Chelva, pasando por Ahillas. A partir de ahí, el camino empieza a subir por una pendiente, a ratos fuerte, bordeando por el sur una montaña llamada El Cabezo. El panorama se dilata y las rocas, surgiendo entre pinos, cobran protagonismo, mientras atravesamos una cantera abandonada que nos regala extrañas formas, colores y texturas, fruto de la erosión en un terreno restaurado a medias.*

Tras la cantera sigue el buen camino hasta una fuente umbría y de frescas aguas donde podremos llenar cantimploras y descansar para reanudar el camino hacía Alpuente que ya habíamos visto hace tiempo, pero al que tardaremos en llegar. Las vistas son extensas y extrañas.

Y cuando nos parezca tener el pueblo al alcance la mano, un profundo barranco nos obligará a alejarnos de él para llegar a la aldea de Las Eras, que cruzaremos bordeando un sonoro torrente y por la que llegaremos a la carretera que nos llevará enseguida a Alpuente. Buen sitio para comer, previa reserva si es fin de semana.

Tras la comida atravesaremos el pueblo, muy digno de ser visitado detenidamente, y saldremos a una cruz elevada ante un paisaje inmenso y soberbio. Junto a ella arranca el camino que, tras varios desvíos y pasando por hermosos rincones, nos llevará al impresionante barranco de Arquela; amplio, cubierto de pinares y cultivos y con un arroyo que lo cruza íntegramente, con pequeños rápidos y alguna que otra cascada. Y a mitad de su recorrido, otra fuente y una buena sombra nos invitarán a un agradable descanso.

Seguimos avanzando hasta que el barranco, ante nosotros, empieza a estrecharse, lo cruzamos y tomamos una buena pista que en fuerte subida nos devolverá a Ahillas. Esta última subida, cuando ya llevas más de treinta kilómetros a la espala se hace de notar.

Siempre que he hecho esta magnífica excursión he salido tempranito para llegar a Alpuente a la hora de comer. También se puede no comer en el pueblo y hacer un tentempié en cada fuente.

Las fotos que comparto a continuación son de primavera. Las de otoño podéis imaginarlas, o mejor, hacedlas vosotros mismos.

*Ahillas: La ruta más rápida es Liria, Chelva y Ahillas. 67 kilómetros.

*La última vez que hice esta excursión, el camino en la zona de la cantera estaba en obras. No sé si para arreglarlo, pues estaba muy mal, o para reabrir la explotación. En este último caso, imagino que no cortarán el camino.




Camino después de Era Tare.

El Cabezo.

Panorama al sur bordeando El Cabezo.

Paredes de El Cabezo.

Alpuente.

Fuente antes de Alpuente.

Camino hacia Alpuente.

Arroyo de Las Eras.

Las Eras.

Alpuente.

Cruz a la salida de Alpuente.

Camino de Arquela.

Paredes del barranco de Arquela.

Pinares, cultivos y chopos camino de Arquela.

Cascada en el barranco de Arquela.

Camino en el barranco de Arquela.

Cerca de Ahillas.

Espadaña de la iglesia de Ahillas.

En la fuente de Ahillas.

Fuente de Ahillas.


viernes, 25 de septiembre de 2020

A modo de homenaje.


 

Nos dijo al despedirnos la dueña del hotel, parece que estemos bien, ¿verdad?, pero no estamos bien, no estamos bien. Y yo le contesté, es cierto, no estamos bien; nos amarramos a lo que podemos, pero no estamos bien.

Hablo del hotel de un pueblecito del Pirineo al que, desde hace tiempo, vamos todos los años con un grupo de amigos y al que este año fuimos nosotros dos solos.

Eran los últimos días de agosto y habían conseguido pasar el verano sin un solo contagio, pero sólo ellos sabían del esfuerzo, de la tensión, del estrés permanente, del miedo constante y de la sonrisa en la boca.

Y de la incertidumbre. Normalmente cerraban tras el puente del Pilar, pero este año na sabían cuando cerrarían. Abrían en Semana Santa, pero este año lo hicieron el 1 de julio.

Y otro hostelero, amigo, cuando nos fuimos, nos dijo a distancia, os daría un abrazo, os daría un abrazo, pero tengo miedo. Y estaba como nunca lo había visto, cansado, tenso, triste… También estaba acabando un verano de lleno total, sobre todo en agosto, sin un solo contagio. Pero sólo ellos sabían lo que les había costado.

Quiero con estas líneas rendir homenaje a todos los que han hecho posible un verano limpio, en el Pirineo lo ha sido, en uno de los frentes más difíciles de todos, el de la hostelería y restauración. Puedo dar fe de que han acabado agotados, extenuados.

Ahora, a ellos, les llega un tiempo algo más tranquilo, y se reaviva el infierno en otros frentes, entre los que destaco el educativo del que quiero hablar en una próxima entrada. Y es que esto es una guerra en la que, como en todas las guerras, hay héroes y cobardes; hay traidores y desertores, hay quien habla del sexo de los ángeles en el Cuartel General, y quien pelea en la trinchera, entre el barro y el frío.

No, no estamos bien. Aun yendo todo bien, no estamos bien. Y esta es la verdad, porque en una guerra nadie en su sano juicio está bien.

jueves, 24 de septiembre de 2020

Naturaleza y arte.

Pasa que a veces, en un recodo del camino, te encuentras con algo que es naturaleza y arte a  la vez. Era un grupo solitario de chopos, iluminados por el sol, la primera tarde de otoño. Bien podrían ser unos lienzos. Arte y naturaleza, naturaleza y arte. Belleza. Contemplación.










Pido disculpas.


 

Sucedió que en la anterior entrada puse el enlace a un video en el que Diego Méntrida se coronaba como el verdadero campeón de la carrera, pero algo pasó o algo hice mal, me inclino por esto último, que pulsando en el enlace no salía el vídeo en cuestión, sino que se abría el correo de quien pulsaba.

Pido disculpas por el error y dejo claro que el correo que se abría era el del que lo abría, ningún otro, con lo que la privacidad de todos los que entraron estuvo en todo momento a salvo. En cuanto me enteré lo borré inmediatamente, pero habían pasado varias horas.

Siempre que pongo un enlace compruebo que funcione adecuadamente, excepto esta vez; la puñetera ley de Murphy. ¡Qué le vamos a hacer! Reitero mis disculpas.

Si no habéis visto el vídeo de tan hermoso gesto y queréis verlo está en youtube. No hay más que teclear Diego Méntrida.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

Muy bien Diego, muy bien. Y gracias.


Quiero hacerle un hueco en el blog al atleta Diego Méntrida, como agradecimiento y homenaje a su gesto que, como se dice ahora, se ha hecho viral. Y con razón.

Va el cuarto en la carrera, y ve cómo el que va por delante se despista y pierde unos segundos preciosos, con lo que él le adelanta; medalla de bronce. Se ve como titubea, se para y le deja pasar, renunciando a una legítima medalla. No tenía por qué haberlo hecho. Nadie le hubiera reprochado el no hacerlo. La competición es la competición, y respetando las reglas, lo importante es ganar. También fuera de ellas, piensan muchos.

Sí, en el mundo del deporte y en el de la vida hay tres niveles, porque la vida, de algún modo, es también una competición. El nivel más bajo, feo, sucio y rastrero; el de quien busca ganar, caiga quien caiga, a cualquier precio, más allá de reglas, normas y principios morales. El segundo nivel es el de quien para lograr sus objetivos sí respeta normas y reglas, pero no hay principios morales. Esas normas y esas reglar son su moral, y mientras no las quebrante está actuando bien, piensa.

Y el tercer nivel es el de Diego. Más allá de normas y reglas antepone unos principios morales que pueden hacerle actuar incluso en contra de él mismo. Eso es extraño, lo ha sido siempre, por eso es noticia. Y por eso causa admiración.

Habrá quien no entenderá ese comportamiento, incluso quien lo desprecie diciendo algo así como ese tío es gilipollas, así no llegará a nada en la vida; será un perdedor. Pero también habrá quien, como yo, lo considerará todo un caballero, y mucho más que un caballero, un hombre de esos cuya presencia entre nosotros nos dignifica y justifica.

Si como cuenta la Biblia, para salvar a las ciudades de Sodoma y Gomorra, Lot le dice a Dios, tras un curioso regateo, que si hay un solo justo las perdone, podríamos decir nosotros ahora, Señor, ahí vive Diego. Y no caería fuego sobre la ciudad.

Pero hay más Diegos, ¿no? Menos mal. Los hay, aunque sus actos no se hagan virales. 


martes, 22 de septiembre de 2020

Bienvenido sea el otoño.

Hoy, a las tres de la tarde y treinta y un minutos ha entrado el otoño. Es la estación del año que más me gusta, por ella misma y porque tiene todavía por delante el invierno y la primavera, que también me gustan.

Sí, también es bonita la primavera, pero tiene sobre ella la amenaza del verano, la única estación que no soporto. Quizás si viviera en Islandia o en la Patagonia no escribiría esto, pero vivo aquí, a orillas del Mediterráneo.

Voy a dar la bienvenida a la nueva estación, que espero se note pronto, con un poema de uno de esos poetas cuya memoria es denostada y perseguida por el actual régimen, por haber mostrado públicamente su adhesión al anterior, José María Pemán. (¡Qué pena que no seamos capaces de superar la historia!)

Me gusta el otoño, los cipreses y el verde de los pinares, como al poeta. La tristeza y esa risa sin risa, no, no me gustan, y a Dios gracias no las siento. Pero creo que es un hermoso poema. Y le acompañan tres fotos. Una de cipreses, otra de pinares y otra de la tristeza sin palabras de un chopo solitario aguardando el invierno.

¡Feliz otoño, pese a los tiempos que corren!

 

Estoy enamorado del otoño.

Adoro los cipreses porque son

como tu cuerpo, conjunción suprema

de arquitectura y música.

Y adoro

ese verde con sol de los pinares

tan parecido al verde de tus ojos.

Adoro esa tristeza sin palabras

que guardamos los dos como un tesoro...

Y esa risa sin risa

que, como una limosna,

por caridad, le damos a los otros.






Sorpresa matutina.


 

Cuando esta mañana he subido a la terraza me he encontrado con la desagradable sorpresa de ver algo como una arenilla amarilla y unos pocos escombros por el suelo, la mesa, el sillón, las plantas… Pronto me he dado cuenta de que en el ático de la finca colindante estaban haciendo alguna obra.

Tras limpiarlo todo he esperado a ver a alguien. Pronto he visto a un obrero al que he llamado y le he pedido que llevaran cuidado. Me ha respondido que era muy difícil acabar lo que estaban haciendo sin tirar nada abajo; que no era mucho y que iban a pasar a limpiarlo ellos.

Todo ha trascurrido muy correctamente, pero el pequeño incidente me ha hecho pensar lo diferente que sería hacer las cosas pensando en los demás, poniéndonos un poquito en su lugar. Porque a mí, que no me gustan los líos ni los malos rollos, me hubiera bastado con que me hubieran advertido que iban a caer cosas a mi terraza y que pasarían a limpiarla. Les hubiera dicho que no hacía falta, que ya la limpiaría yo, y que gracias por avisar.

Pero lo que no es de recibo es que suba yo esta mañana y me la encuentre hecha una porquería sin que nadie me haya advertido de nada. Eso no está bien. Y no está bien porque indica un desprecio por el otro, absoluto. Y ese desprecio por mi terraza, mis plantas, mi rincón de lectura y por quienes vivimos allí, es lo que me molesta. No es que tenga que barrer y limpiar, que no era mucho, ciertamente; aunque muy aparatoso.

Además, este modo de actuación, a menudo, acaba generando problemas que crecen y crecen hasta acabar, con demasiada frecuencia, en los tribunales. Y es que pensar en los demás, todos en esto fallamos muchas veces, yo el primero, suele ser, a la larga, un muy buen negocio.

domingo, 20 de septiembre de 2020

Viene el poniente. Mal asunto.

NOTA DE LA SEMANA: 0

Dije el domingo pasado, Sigue el calor y no llueve. Y me equivoqué en lo de la lluvia. ¡Qué bonita equivocación! ¡Qué alegría más grande equivocarme! Tampoco es que haya sido una maravilla, pero 32 litros en toda la semanita es mucho de agradecer.

Y es que el tiempo, alrededor de los equinoccios, es complicado de predecir; ya lo decía también en la entrada. Para la próxima, en la que entramos en el otoño astronómico, la previsión es igual de complicada.

Sin haber nada claro parece que la larga racha de levantes se corta, predominando los ponientes. Unos modelos dicen que fuertes, otros que moderados e incluso suaves, pero todos hablan de ponientes. ¡Mala cosa!

En cuanto a las temperaturas máximas, entrando poniente, no bajarán, rondando o superando los 30. Las mínimas, en cambio, bajarán de los 20; noches agradables.

Y de lluvia, algunos modelos dan algo el jueves; la mayoría nada de nada. Pero, como ocurrió la semana pasada, todo esto puede cambiar en un santiamén porque estamos en el Mediterráneo y entrando el otoño.

En resumen. Lunes y martes, días agradables. En adelante, poniente y calor de día, de los 30 no bajamos, con paulatino descenso de las mínimas. Sólo el viernes puede ser algo más fresco.

Y crucemos los dedos para que no se establezca una situación del oeste de esas que duran semanas y que puede arruinarnos el otoño, secándolo todo, con el riesgo que eso supone, manteniendo el calor y poniendo a demasiada gente muy nerviosa, entre ellos a mí.

¿Nota? Pues un cero mondo y lirondo. Entrando poniente durante cinco días, de momento, no puedo menos que ponerle un cero a esta semana.

Entre Andilla, Bejís y El Toro.

Viene un tiempo en el que, si no nos encierran, ya se puede salir por nuestros montes sin tener que soportar los calores del verano. Aquí, como bien sabéis, es el verano la peor época para hacer excursiones, porque incluso en invierno se anda bien, con tal de abrigarse.

Como ya dije en su momento serán todas por pistas forestales y caminos. Nunca incluiré senderos, pues no quiero colaborar de ningún modo en los destrozos que determinados individuos están haciendo en ellos. Por un camino o una pista no hay ningún problema si se va corriendo, en bici, a caballo, en moto, en coche, en burra velera o, por supuesto, andando, que es lo que menos gente hace ahora, andar.

Bien; empezaré hoy por una larga y bonita ruta por los montes que hay entre Andilla, El Toro y Bejís, saliendo de Canales, pequeño pueblecito situado a 60 kilómetros de aquí y, dicho sea de paso, donde nieva todos los años, y a veces abundantemente. La ruta hasta allí es fácil, Liria, Alcublas, Sacañet y Canales.

Dejamos el coche en el pueblo y salimos, en dirección oeste, siguiendo unos caminos que nos llevarán a un collado desde donde veremos al sur, Andilla. Nuestra ruta sigue por una buena pista que bordea unas espectaculares paredes rocosas que quedan a nuestra derecha.

En un momento determinado tomamos un desvío, también a la derecha que, tras una buena subida nos dejará en el collado Bardés, desde donde seguimos subiendo por un paraje desolado y alto, sin casi árboles (ya los quemaron hace años) y desde donde los panoramas son extensísimos. A nuestra izquierda, y aún lejos, veremos la base militar abandonada de El Toro. Estaremos a más de 1400 metros de altitud.

Llegados a otra bifurcación podríamos regresar a Canales en una hora corta, pero nuestra ruta entra en el barranco del Resinero, que albergaba antaño un pinar impresionante que yo conocí, y que ahora está en plena regeneración tras un antiguo y gigantesco incendio. Bajaremos bastante por él, hasta otro collado desde donde sale un discreto y mal camino que nos lleva, en fuerte descenso, al barranco de las Arteas.

Y como habremos bajado tanto, la ruta, para retornar a Canales, vuelve a subir; y sube y sube hasta llegar a una buena pista por la que regresaremos al pueblo atravesando un entorno encantador.

La ruta es larga, casi 26 kilómetros y 617 metros de desnivel en ascenso. O sea un día entero. Para poderla seguir sería muy útil un GPS (podéis pedirme el track) o un mapa y saber utilizarlo, pues equivocarse de camino, y hay muchos, puede suponer un serio problema. Es una zona alta, despoblada y solitaria, ¡una maravilla!

Las fotos que podéis ver a continuación son de este verano, y estaba muy bonito. En primavera es una fiesta, y en invierno, si está nevado, una aventura exigente que puede requerir material de alta montaña.

Buen calzado, agua, comida, protección para el sol, y ropa de abrigo si no estamos en verano, son imprescindibles. Y en el caso de haber nevado, hasta las raquetas de nieve podrían ser útiles.





Canales muy de mañana. Era verano pero hacía un buen fresquito.

Al frente vemos las montañas por las que nos vamos a adentrar.

Este bonito camino entre cultivo y pinos nos va alejando del pueblo.

Nos acercamos a las murallas rocosas que presiden esta parte de la ruta.

No siendo muy altas, son bonitas.

Aunque apetece acercarse a la base de la roca el matorral lo hace imposible.

Nos vamos alejando de las murallas para pasar luego tras ellas, por arriba.

Me gustan. Les hago muchas fotos.

Hay que alejarse para volver hacia ellas y superarlas.

Seguimos subiendo. Al fondo, Andilla.

Abajo queda el camino por donde hemos venido.

Y llegamos al collado Bardés.

Esta caseta, con un libro dentro para escribir en él, marca el collado.

Y accedemos a parajes desolados, antaño cubiertos de espesos pinares.

Una nueva señal confirma nuestra ruta.

El camino sigue subiendo. Algunos pinos solitarios recuerdan lo que aquí hubo.

Andar en silencio y discretamente vestido permite ver animalillos, como este pajarito.

Donde no llegó el fuego, pinos viejos se agarran a las rocas.

Desde aquí, en una hora llegaríamos al coche, pero la ruta sigue hacia los Cloticos.

El barranco del Resinero, por el que vamos a bajar.

y empezamos a bajar.

Y seguimos bajando.

El pinar va haciéndose denso. Aquí no llegó casi el fuego.

Es un paraje muy bonito.

Otra señal para situarnos.

Bajaremos por el camino de la derecha y seguiremos a la izquierda.

Atravesamos una pequeña chopera.

Y siguiendo este bonito camino volveremos a Canales.