FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

lunes, 7 de septiembre de 2020

La vuelta al cole...


Me han dicho esta mañana, el pueblo está vivo, ya se ven niños con sus papás yendo al cole. Y sí, es cierto, es esa imagen tan cotidiana uno de los signos de que un pueblo vive, de que tiene futuro.

Sólo las tristes mascarillas recordaban que no es una vuelta al cole como la de todos los años. Incertidumbre, preocupación y miedo están en el ánimo de todos los que hoy se ponen al pie del cañón; maestros y maestras, papás y mamás, y tanta gente que de un modo u otro están alrededor de ellos.

Y luego, los niños verán caras enmascaradas y no podrán ni abrazarse a la seño, ni siquiera tocarla, y en su zozobra de los primeros días de cole no tendrán donde amarrarse. Y no lo entenderán.

Tiempos duros, tiempos recios nos está tocando vivir a todos. A los niños también. Y hoy, de un modo especialmente intenso y doloroso. Intenso y doloroso no solo para ellos, sino para sus papás, sus maestros, sus seños, que tendrán que hacer de tripas corazón, soportando una situación que nunca hubieran imaginado.

La verdadera educación necesita del contacto humano. Desde la seño que arropa al casi bebé, hasta el profesor que, tras pausada y honda conversación, se despide, con un franco apretón de manos, del adolescente que buscaba en él luz para entender su vida. Y todos, siempre, a cara descubierta, porque es la cara el espejo del alma; y eso es verdad.

Ciertamente que todo esto nada tiene de normal, ni siquiera de natural. Los niños necesitan abrazos y besos, y los que no somos niños también; y lo demás son cuentos.

Me niego a aceptar esta situación, porque aceptarla supone normalizarla. Y no es normal porque va contra la misma naturaleza humana, contra lo más genuino de la naturaleza humana. Arropar a un pequeñín que llora, mirar cara a cara al niño o al joven que te interpela, abrazar al amigo…

No, no la acepto, de ningún modo la quiero. Y le pido a Dios, este día gris, que acoja como oración el llanto de esos niños a los que nadie podrá abrazar esta mañana. Y el miedo contenido, y la triste impotencia que en colegios y familias están mascado a duras penas.

Por dignidad, por solidaridad, por tanta gente a la que quiero, por tantos niños que hoy lloran sin consuelo, no acepto, no me adapto, no me resigno, no “normalizo”, y rezo desde mi rabia, que es lo único que puedo hacer.

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