FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

Muy bien Diego, muy bien. Y gracias.


Quiero hacerle un hueco en el blog al atleta Diego Méntrida, como agradecimiento y homenaje a su gesto que, como se dice ahora, se ha hecho viral. Y con razón.

Va el cuarto en la carrera, y ve cómo el que va por delante se despista y pierde unos segundos preciosos, con lo que él le adelanta; medalla de bronce. Se ve como titubea, se para y le deja pasar, renunciando a una legítima medalla. No tenía por qué haberlo hecho. Nadie le hubiera reprochado el no hacerlo. La competición es la competición, y respetando las reglas, lo importante es ganar. También fuera de ellas, piensan muchos.

Sí, en el mundo del deporte y en el de la vida hay tres niveles, porque la vida, de algún modo, es también una competición. El nivel más bajo, feo, sucio y rastrero; el de quien busca ganar, caiga quien caiga, a cualquier precio, más allá de reglas, normas y principios morales. El segundo nivel es el de quien para lograr sus objetivos sí respeta normas y reglas, pero no hay principios morales. Esas normas y esas reglar son su moral, y mientras no las quebrante está actuando bien, piensa.

Y el tercer nivel es el de Diego. Más allá de normas y reglas antepone unos principios morales que pueden hacerle actuar incluso en contra de él mismo. Eso es extraño, lo ha sido siempre, por eso es noticia. Y por eso causa admiración.

Habrá quien no entenderá ese comportamiento, incluso quien lo desprecie diciendo algo así como ese tío es gilipollas, así no llegará a nada en la vida; será un perdedor. Pero también habrá quien, como yo, lo considerará todo un caballero, y mucho más que un caballero, un hombre de esos cuya presencia entre nosotros nos dignifica y justifica.

Si como cuenta la Biblia, para salvar a las ciudades de Sodoma y Gomorra, Lot le dice a Dios, tras un curioso regateo, que si hay un solo justo las perdone, podríamos decir nosotros ahora, Señor, ahí vive Diego. Y no caería fuego sobre la ciudad.

Pero hay más Diegos, ¿no? Menos mal. Los hay, aunque sus actos no se hagan virales. 


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