Andando
por el monte he tenido que cambiar la ruta por un cartel que decía, batida de
jabalíes, 19 de octubre, peligro, o algo parecido, y entonces he caído en la
cuenta de que tal día como hoy es 19 de octubre de 2023, y de que el 19 de
octubre de 1973, hace 50 años justos, sucedió algo que orientó mi vida, y de
algún modo la determinó.
Algo
que debería ser celebrado. Y lo será.
Estaba
en un grupo Junior de Acción Católica en la Ciudad Fallera cuando a
requerimiento del párroco y del vicario de mi parroquia, San Miguel y San
Sebastián de Valencia, inicié allí con mis hermanos y un primo hermano, otro
grupo Junior.
Hizo
él, el vicario, don José Morant, Pepe Morant, una llamada a los niños del
barrio anunciándoles la creación del grupo. Y tal día como un 19 de octubre de
hace 50 años, era viernes, tuvimos en los locales parroquiales recién
estrenados, la primera reunión con ellos. No vinieron muchos, pero suficientes
para empezar. Había nacido El Movi.
La
decisión de iniciar el grupo, como he dicho, orientó mi vida en muchos
sentidos. Y permitió que años después, en Segart, otra decisión siguiera
orientándola, en este caso hacia Ribarroja.
Estoy
seguro de que si no hubiera acontecido aquel 19 de octubre mi vida sería
totalmente diferente a lo que ha sido y lo que es. Y me consta que no solo la
mía. Mi esposa, multitud de amigos, mi vocación, mi vida profesional, y cómo no, mi vida de fe, han sido posibles por aquel día. Y por eso le doy gracias a Dios y a
todos los que me han acompañado en estos 50 años.
Es la
que hago hoy una mirada al pasado con gratitud. Una mirada que hace ya tiempo me hizo pensar en algo muy
bonito y liberador, y que a menudo, en mi trabajo de orientador escolar,
trasmitía a mis alumnos sobre todo cuando ya mayorcitos, se agobian ante los
estudios y su porvenir.
Les
decía, haced en cada momento lo que debéis hacer, no lo que os apetezca.
Decidid cuando haya que decidir, lo que creáis en conciencia que debéis decidir. Lo demás
vendrá por añadidura.
Porque
así es como han discurrido mis años. Dos momentos, dos decisiones aparentemente
sin más trascendencia y han sido las más trascendentales de mi vida. No era
consciente aquel 19 de octubre, y cuando años después hablé en aquella reunión en Segart, de
las consecuencias de lo que estaba haciendo. Solo creía que hacerlo era lo correcto en
aquel momento.
Cierto es que ha habido otra decisión trascendental, una tercera, pero esta es más intima, y no la hubiera tomado sin las dos anteriores. También era lo que en conciencia creía que debía hacer. Y no me equivoqué.
Desde hace ya tiempo, viendo todo esto, cerca ya de los 70, no puedo menos que acordarme de
aquellos versículos del Evangelio que dicen:
Mirad
las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y
vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?
¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un
codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo,
cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su
gloria se vistió así como uno de ellos.
Mt.
6,26-29.
Y
reconocer que son verdad.