Son
dos fotos que hice este pasado mes de diciembre en una excursión con Isabel por
Casinos. Estaba ya todo bastante seco y polvoriento pero, como siempre, la vida
surge donde puede, ¡y qué hermosa es! Podría estar mucho tiempo contemplando
sin cansarme.
Recuerdo también los ecos secretos del silencio; la transparencia helada del vacío cristalino. Ese mundo se recoge en mí, más presente que el real, más vivo que la vida misma. Y me llena. Y me rodea. Y me protege.
FRASES PARA PENSAR.
SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.
Cervantes en el Quijote.
jueves, 31 de enero de 2019
miércoles, 30 de enero de 2019
El Señor es mi pastor...
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.
Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin
término.
martes, 29 de enero de 2019
Una nevada débil. Conangles 1994.
Ahora
que nieva abundantemente en los Pirineos, me ha venido a la memoria una de las
experiencias con nieve más duras que he vivido. Ya la conté en el blog hace unos dos años, pero ahora puedo hacerlo con las fotos de la aventura que entonces no tenía, pues Isabel no había llegado aún a digitalizarlas.
Eran
las fiestas de Pascua de 1994, año aquel en el que cayeron muy bajas. Estábamos
acampados Isabel, Alejandro, Rubén y yo en el valle de Conangles, a unos 1900
metros de altitud, en un rinconcito que ya conocía, entre dos arroyos, en el
bosque y junto a un gran bloque de granito. El lugar es idílico, con abundante
agua y leña, y bien protegido del viento y la nieve.
El
tiempo no era bueno, y pasamos unos días de paseos cortos y largos ratos junto
al fuego o en las tiendas.
Recién llegaditos. El tiempo no acompañaba. |
El bloque de granito junto al que hacíamos el fuego. |
Preparando una comida. |
El pico Conangles,al pie del que estábamos, en un rato de cielo limpio. |
Listos para una excursión. Demasiadas nubes. |
Ascendiendo hacia el Sarraera occidental. No llegamos. |
Pronto la niebla nos envolvíó. |
Había que regresar a las tiendas. |
La montaña no nos dejaba llegar a la cumbre. |
De nuevo junto a las tiendas. |
El sábado, 26 de marzo, decidimos bajar a Viella a comer de barete, comprar comida y conocer la previsión meteorológica. Venía ya buen tiempo, aunque para el domingo aún daban alguna débil nevada, así que contentos y tranquilos, por la tarde, volvimos a nuestro campamento en la montaña.
Nevaba
débilmente y después de cenar nos acostamos. ¡Qué noche! El viento comenzó a
coger fuerza y la nevada se intensificó rápidamente convirtiéndose aquello en
una espantosa ventisca. No pegamos ojo, temiendo que nos destrozara las tiendas
dejándonos a la intemperie en medio del temporal, aunque el mismo viento que
las zarandeaba limpiaba de nieve nuestro pequeño campamento.
Hacia
el amanecer la tienda de Alejandro y Rubén cedió, y acabaron en sus sacos, con
media tienda encima de ellos y nieve por todas partes. Había que salir de allí. En un momento de calma nos levantamos,
desmontamos las tiendas y nos preparamos para bajar.
Y
empezamos el descenso hacía el Hospital de Viella, situado junto a la boca sur del túnel, donde teníamos el coche. El camino, que es cuesta abajo, se tarda una media
hora larga en recorrer. Nos costó casi cuatro horas.
El
avance era lentísimo, pues nada más abandonar el protegido pradito donde
estábamos, en muchas zonas la nieve nos llegaba casi por la cintura y, cargados
como íbamos, cada metro costaba un gran esfuerzo. Además el temporal se
intensificó, nevaba con mucha más fuerza y el viento, en contra, lo hacía todo
más difícil todavía.
Llegados
a una zona bastante llana, donde aún era más lento el avance, expuesta además a las
avalanchas que podían caer por las canales de la cara sur del Sarraera
occidental, empecé a temer seriamente que pudiéramos salir bien parados de
aquella aventura.
Entonces
escuchamos, en medio del fragor de la ventisca, las quitanieves que intentaban
mantener abierta la carretera. Fue nuestra salvación. Decidimos dejarnos caer por
la ladera, braceando en la nieve donde nos hundíamos, a veces casi hasta el cuello, hacia la carretera que estaba allá
abajo, y lo sabíamos, aunque nada veíamos. Era todo de un blanco grisáceo.
Por
fin llegamos a ella, cerca de donde teníamos el coche. Sería casi medio día.
Pero aún no se había acabado la historia. “La Olivia” no arrancó y además, el
camino del aparcamiento a la carretera general, de escasos cien metros, estaba
totalmente nevado. Y cuando entre todos los que allí estábamos, con una pala y
los tapacubos de los coches, conseguimos medio abrirlo, siguió sin arrancar,
aunque Isabel subió gasolina de Viella a donde bajó a dedo, por si era ese el
problema. No lo era.
El
tiempo pasaba, el viento, la nieve, y el frío seguían, y la noche se nos echaba
encima. Los demás coches consiguieron salir, y el nuestro allí se quedó, y
nosotros con él.
Al
fin, dos a dedo y otros dos con la Guardia Civil, que había tenido un día bien
ajetreado, bajamos al pueblo. Y a la hora de cenar llegamos a Viella.
El río Conangles cuando regresamos de Viella. |
De camino hacia las tiendas con la esperanza del buen tiempo. |
Aunque había estado nevando todo el día aún se subía bien. |
A la mañana siguiente. Nuestra tienda aguantó bien. |
El viento limpiaba de nieve nuestro rinconcito. |
Pero rompió la tienda donde dormían Alejandro y Rubén. |
Nuestra cocina, medio tapada por la nieve. |
Listos para bajar al pueblo. |
La ventisca arrecia. |
Cada vez hay más nieve. |
El viento obliga a refugiarse de él continuamente. |
Y más nieve... |
Y más, y más... |
Por fin llegamos al coche. |
Y
cuando entramos en la habitación de un hotel, calentita y confortable, caímos
en la cuenta de que en todo el día no habíamos bebido ni comido nada, ni
desbebido ni por supuesto descomido. Estábamos en modo emergencia. Es curioso
el cuerpo humano lo que es capaz de hacer cuando de sobrevivir se trata.
Una
reconfortante olla aranesa inició una cena memorable, tras la que un sueño
reparador y bien merecido nos dejó como nuevos para disfrutar de Viella
totalmente nevada, mientras la grúa subía a por el coche y lo dejaba en el
taller, pues el lunes era festivo. El martes, por fin, volvimos a casa.
Viella, al día siguiente por la mañana desde la habitación del hotel. ¡Una nevada débil! |
lunes, 28 de enero de 2019
Siempre le ha gustado pintar.
A mi
madre siempre le ha gustado pintar. Ahora, con sus 91 años, tiene tiempo para
hacerlo, y dedica gran parte de sus mañanas a colorear láminas que va guardando
en una carpeta.
Muchas
veces me dice que me lleve las que me gusten, porque luego, “cuando se vaya”, a
saber lo que pasa con ellas. El otro día, después de enseñarme las últimas, me
dijo una vez más que me llevara las que quisiera, y añadió, "yo pinto porque me
gusta y me lo paso bien, y ya está". Cuando me fui, se quedó pintando ensimismada
sus dibujos, en la terraza, rodeada de plantas, a la luz del sol de invierno. Y
vi en aquel momento poesía y sentido de la vida.
Yo,
como mis hermanos, de vez en cuando me llevo algunas, y las guardo también en una
carpeta. Guardo sus láminas pintadas, láminas como las que comparto a
continuación. Y pienso, divertido, la cara que pondrá cuando las vea en la
pantalla del ordenador y le expliquemos además que las puede ver mucha gente de todas
las partes del mundo. No lo entiende y se queda asombrada, pero se lo cree
porque se lo decimos nosotros, sus hijos.
domingo, 27 de enero de 2019
Vientos secos todos los días.
NOTA DE LA SEMANA: 0
Inicio
hoy una nueva sección en el blog que voy a llamar El tiempo de la semana y que
espero pueda resultar útil, aunque solo sea para hacerse a la idea de lo
que se nos viene encima.
Me
gusta la meteorología como a la mayoría de los montañeros de antes, yo soy de los de
antes, quizá porque, bien como amigo o como enemigo, el tiempo ha jugado un
papel muy importante en mis ascensiones.
Los
datos que manejo para hacer la predicción son básicamente dos. Uno es la
Agencia Estatal de Meteorología, AEMET; otro, la Agencia Alemana de
Meteorología, Wetterzentrale. Uniendo las dos fuentes y mi experiencia del
asunto, suelo acertar bastantes veces, aunque otras, normalmente las menos, me
equivoco.
El
ámbito geográfico en el que me centraré será Ribarroja y alrededores, aunque
cuando sea menester haré referencia a otras zonas, bien porque se puedan dar
fenómenos especiales, o por comparación con lo que pasa por aquí.
Llevo
intención de publicar una entrada semanal el domingo o lunes, y advierto de que
la exposición de las conclusiones a las que haya llegado será muy personal, y
por lo tanto subjetiva. Le pondré una nota al tiempo que va a hacer de cero a
diez; cero será un tiempo asqueroso y desagradable, y diez, una maravilla.
Enseño
pues antes mis cartas. Lo peor que puede pasar, para mí, son los vientos de
componente oeste, sobre todo si son calientes, y la ausencia de lluvia. Lo
mejor, que llueva, que nieve, ya sería el colmo del placer, o que luzca el sol
en una atmósfera en calma y fresquita, como más, tibia.
Así
pues, empiezo por esta semana. ¡Y ojalá me equivoque con lo que voy a decir!
El
viento de poniente nos castigará sin compasión durante toda la semana, unos
días más que otros, alcanzado su punto de máxima “insoportabilidad” hacia la
segunda parte, el jueves y el viernes.
La
lluvia no aparecerá por ningún sitio, y las temperaturas, tanto máximas como
mínimas, serán muy altas para ser enero y febrero. El ambiente será muy seco.
La sensación de frío nos la dará el viento.
Lo
único bueno, la visibilidad, la atmósfera limpia, y los amaneceres y
atardeceres esplendorosos, pero esto no compensará lo molesto y desagradable que
será para mucha gente; para mí desde luego; y lo peligroso para
determinados trabajos al aire libre, y ¡cómo no! para nuestros montes, ya bien
sequitos gracias al pasado e interminable anticiclón con el que acabó el otoño
y entró el invierno.
Es
éste el precio que pagamos en esta zona del Mediterráneo cuando la lluvia y la
nieve riegan el norte y la meseta. A nosotros nos maldicen las borrascas que a
ellos les bendicen.
Por
todo esto mi nota para esta semana es un cero mondo y lirondo, y porque no
pongo notas negativas. Por esto he empezado diciendo, ¡ojalá me equivoque! Pero
a día de hoy es lo que veo.
sábado, 26 de enero de 2019
...voy de mi corazón a mis asuntos.
Lamentando
mucho lo sucedido con Julen, y no pudiendo ni imaginar el dolor de unos padres
que ya es el segundo hijo que pierden de un modo trágico, no puedo evitar
volver a sentir en la boca el regusto amargo que siempre me dejan los circos
mediáticos que montamos alrededor del dolor humano.
El
límite entre la solidaridad real y la pantomima, entre el dolor sentido y el
exhibido, entre la información veraz y el espectáculo morboso queda siempre
difuminado en circunstancias como estas. Por eso no juzgo nada ni a nadie. Allá
cada uno con su conciencia.
Pero
lo que sí quiero dejar muy claro es mi convicción de que los medios nos
desfiguran la realidad hasta límites caricaturescos y para muchos, por agravio
comparativo, dolorosos. Por eso hay que estar siempre alerta para no caer en el
engaño de confundir la realidad con la falsa realidad que nos venden y de la
que viven.
En
España, tristemente, mueren niños de dos años por mil causas diferentes, pero
no mediáticas. Y el dolor de sus padres no es menor que el de los de Julen. En
este caso la diferencia la marca, aparte de ser el segundo hijo que pierden, no
el hecho, sino la circunstancia. Y este es el problema; que se nos olvida que
lo importante es el hecho en sí, durísimo, tristísimo y no la forma en que haya
sucedido.
Porque
ver morir a un niño a los dos años nos rebela contra Dios, nos lleva a preguntarle ¿por
qué? desde lo más hondo, y nos hace, en no pocas ocasiones, hasta dudar y
renegar de su existencia, alejándonos de Él para siempre. El cómo sucedió queda en
segundo plano.
Por
eso hoy no sólo hemos de pensar en este niño, Julen, rezar por él y su familia
quien pueda y quiera, sino también por esas otras familias que se han quedado
sin su niñito, discreta, silenciosamente, y que pronto han de volver, como dice
Miguel Hernández, “sin calor de nadie y sin consuelo, de su corazón a sus
asuntos”, sin que el mundo sepa del dolor intenso que va acompañarles, como una
sombra, toda su vida.
El
poema donde están estas palabras se titula Elegía, está dedicado a su amigo
Ramón Sijé, y puede leerse perfectamente pensando en Julen, en su hermanito, y
en cualquiera de esos niños que se van sin casi haber vivido.
Yo
quiero ser llorando el hortelano
de la
tierra que ocupas y estercolas,
compañero
del alma, tan temprano.
Alimentando
lluvias, caracolas
y
órganos mi dolor sin instrumento.
a las
desalentadas amapolas
daré
tu corazón por alimento.
Tanto
dolor se agrupa en mi costado,
que
por doler me duele hasta el aliento.
Un
manotazo duro, un golpe helado,
un
hachazo invisible y homicida,
un empujón
brutal te ha derribado.
No hay
extensión más grande que mi herida,
lloro
mi desventura y sus conjuntos
y
siento más tu muerte que mi vida.
Ando
sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano
levantó la muerte el vuelo,
temprano
madrugó la madrugada,
temprano
estás rodando por el suelo.
No
perdono a la muerte enamorada,
no
perdono a la vida desatenta,
no
perdono a la tierra ni a la nada.
En mis
manos levanto una tormenta
de
piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta
de catástrofes y hambrienta.
Quiero
escarbar la tierra con los dientes,
quiero
apartar la tierra parte a parte
a
dentelladas secas y calientes.
Quiero
minar la tierra hasta encontrarte
y
besarte la noble calavera
y desamordazarte
y regresarte.
Volverás
a mi huerto y a mi higuera:
por
los altos andamios de las flores
pajareará
tu alma colmenera
de
angelicales ceras y labores.
Volverás
al arrullo de las rejas
de los
enamorados labradores.
Alegrarás
la sombra de mis cejas,
y tu
sangre se irán a cada lado
disputando
tu novia y las abejas.
Tu
corazón, ya terciopelo ajado,
llama
a un campo de almendras espumosas
mi
avariciosa voz de enamorado.
A las
aladas almas de las rosas
del
almendro de nata te requiero,
que
tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero
del alma, compañero.
viernes, 25 de enero de 2019
Reinicio con P mayúscula.
Amigos del blog:
Dije
punto final, sí, pero hoy digo punto final a una etapa. Empiezo la siguiente
con mayúscula. Y la mayúscula con la que empiezo es la P, la pe de perdón.
Porque quiero pediros perdón por la forma repentina, un punto críptica, con la
que me despedí hace tan solo unos días.
Los
motivos largamente meditados estaban, pero no fuera, estaban en mí. Y aunque
seguía teniendo mucho que decir y ganas de hacerlo, me había ido invadiendo
desde hacía tiempo la sensación de que era inútil seguir escribiendo, de que a
nadie servía, y de que como más, podría traerme problemas. Lo que está
sucediendo en educación, en política, en medio ambiente, en los medios de
comunicación, en la Iglesia… clama al cielo. Y ese clamor, lo reconozco, me
asustó, y me dije, Jesús, calla; no está el horno para bollos, y tú no estás en
los mejores momentos de tu vida. Y para lo que te sirve escribir. Retírate.
Y
pulsé la tecla para publicar lo que hoy ya es la penúltima entrada. Y creí, en
ese momento, que no podía hacer otra cosa. Pero enseguida vinieron las
llamadas, los amigos preguntando que qué había pasado, y los comentarios en las
redes, y la reiterada petición de que no sea un punto final, de que a ese punto
final le salgan gemelos, que se transforme en puntos suspensivos, como me dicen
en un bonito e inmerecido comentario en el blog.
También
pasó que al día siguiente oí en la tele unas declaraciones tan insensatas como
absurdas… Y quise escribir. Estuve toda la tarde solo en casa, y leí unos
poemas… Y quise escribir. Y vi fotos de un viaje al Pirineo el año 1988… Y
quise escribir. E hice un arrocito con conejo y caracoles, para comer… Y quise
escribir. Y ha empezado el castigo, ya veremos hasta cuando, de los vientos secos del oeste… Y quise escribir.
Y así más y más… Hasta hoy.
Y de
este modo he ido descubriendo estos días, sorprendido, que el blog no era tan
inútil como creía. Que hay personas, muchas más de lo que yo pensaba, a quienes
les sirvo para algo escribiendo. Y que yo mismo necesito hacerlo; que a mí me
ayuda más de lo que hubiera imaginado. Y aunque estoy en un momento de mi vida
de valle en día gris, que no de cumbre bajo el cielo azul, tiene más sentido,
me da más paz volver a escribir, a compartir con vosotros mi vida, mis
pensamientos, mis sentimientos, que el triste retiro por el que había optado y
que me ha ido quemando por dentro estos días.
Y
aunque, como ya he dicho, no esté ni el horno para bollos y yo ande por el
valle gris, con vuestro apoyo y presencia, y mis ganas de seguir escribiendo,
reinicio Los ecos secretos del silencio, con la esperanza de poder mantenerlo
largos años, de poder seguir siéndoos útil con lo más grande que tenemos los
hombres, la palabra. Y lo reinicio profundamente agradecido a todos los que con
vuestros comentarios, vuestros mensajes, con vuestra sorpresa y despago, me
habéis dado tanta fuerza estos días de silencio. No me lo esperaba.
Gracias,
muchas gracias.
viernes, 18 de enero de 2019
Punto final.
Hasta
aquí hemos llegado. Con esta entrada cierro el blog. Es posible que en un
futuro lo reanude en lo que podría llamar una segunda etapa, o que inicie otro
diferente, o que me salga de las redes sociales para los restos…No lo sé.
¿Motivos?
Nunca hay uno solo. Los he meditado largamente y los tengo claros. Desde luego
no es ninguno de ellos el cansancio o la falta de temas de los que hablar. De
hecho, hay asuntos tan solo iniciados, que darían mucho de sí… Y otros que no podría ignorar, y que el decir lo que de verdad pienso sobre ellos me traería muchos y serios problemas. Y quiero vivir en paz; no estamos en una sociedad libre ni en una democracia madura. Pero lo escrito,
escrito está, y a disposición de todo aquel que le pueda resultar útil o quiera
entretenerse.
Me voy pues, pero no quiero irme sin expresar mi más profundo agradecimiento a todas las personas
que, a través de las redes o personalmente, han tenido la amabilidad y la
cortesía de hacerme saber que había alguien al otro lado, que alguien escuchaba
mis palabras, porque sé que el mejor desprecio es no hacer aprecio, y el
silencio es, en ocasiones, la más contundente forma de desprecio. Y también de esto ha habido mucho.
En cualquier caso ha
sido una experiencia interesante. Agradable y gratificante a veces, triste y
decepcionante otras, sorprendente casi siempre. Pero ha valido la pena.
Después de 1314 entradas, pongo hoy punto
final a los Ecos secretos del silencio.
miércoles, 9 de enero de 2019
¿Por qué nos perseguís? ¿Qué hemos hecho tan mal?
Cuando
leo que la comunidad educativa propone que en secundaria los alumnos evalúen a
los profesores, me surgen unas preguntas doloridas. ¿Por qué nos perseguís? ¿Qué
hemos hecho tan mal? ¿A dónde queréis llegar? Y otras muchas que bien podéis
imaginar.
Y por
otra parte me alegro de estar ya al cabo de la calle. Ya no me queda casi nada
en la profesión ¡Qué paradoja! Me alegra poder huir de la quema y me duele que
me alegre. Y me duele por mi mujer, que sigue ahí, y por muchos amigos,
a los que les quedan años de soportar el irritante, absurdo y enloquecido
sistema educativo. Años de recibir tortazos por todas partes.
Estoy además
convencido de que a una parte de esa sociedad a la que los profesores sirven,
le parecerá muy bien esta medida. Pero yo sólo veo ahí, inquina, desprecio y
una oscura envidia por “lo bien que vivimos los profes”, dicen.
E
ignorancia. Sobre todo ignorancia. No tienen, los que quieren que sus hijos
evalúen a los profesores, la más ligera idea de qué es eso de ser profesor hoy
en día en un aula de secundaria. Ni la más lejana idea. Y la verdad es que es de
todo menos fácil.
Primero
hemos de soportar los continuos vaivenes políticos que nos hacen hacer y
deshacer una y mil veces documentos tan absurdos como costosos. Una farragosa
burocracia inútil y cambiante.
Después,
aguantar al montón de gurús sinvergüenzas que, debidamente aliados con los
políticos y amparados por la Universidad, innovan, dicen, haciendo perder un
tiempo precioso al profe en el aula y fuera de ella.
Hay que bregar también por otra parte con una legión de psicólogos que, sin tener la más ligera idea de
lo que es un aula y de cómo funciona, manipulan a padres y alumnos en supuestas
terapias de las que evidentemente viven. Es este otro de los frentes que el
profesor debe controlar, manteniéndose a prudencial distancia de ellos, si
puede. Hay algunos sabios y honestos, los conozco, pero creo que son los menos.
También
ha de lidiar el profesor con los padres. Los hay ejemplares; buenas personas,
responsables y respetuosos, que te ayudan y confortan, pero también hay unos
pocos que mejor hubieran hecho comprándose un perro o un gato que teniendo un
hijo. Y si en un aula tienes uno o dos de estos, ya vas listo. Y es lo normal.
Los
medios de comunicación tampoco ayudan. Ellos ya han hecho su propio juicio de
la profesión y han sentenciado. Cuando pasa algo, el profesor es culpable
mientras no se demuestre lo contrario. Y si tras el linchamiento se demuestra
que el ahorcado era inocente, ya está ahorcado. Ya no dicen nada.
Tampoco
jueces y abogados ayudan mucho. La judicialización del sistema educativo ha
dejado a los profesores expuestos a mil pleitos posibles que, aún ganándolos,
desgastan y destruyen todo resto de ilusión y vocación.
Luego
están los alumnos, en una edad difícil, víctimas de políticos, pedagogos,
psicólogos, familias, medios de comunicación, jueces y abogados y sus propias hormonas desatadas,
que a menudo cornean a quien les ayuda y muerden la mano que les da de comer,
cosa normal a su edad.
Este
es el panorama. Pero parece ser que no es suficiente peso para las espaldas de
unos profesionales a los que debería respetar y hasta mimar la sociedad,
empezando por sus mandamases. Un peso más, los alumnos deben evaluar al
profesor, dice la comunidad educativa.
Y dice
también esta comunidad que la evaluación no tendrá efectos concretos sobre el
profesor, que será para elaborar planes de mejora. ¡La madre que los parió!
Olvidan lo más elemental, que el profesor es una persona, con sus virtudes y
sus defectos, que tiene sentimientos, y una vida a veces difícil. Olvidan que
todo centro escolar es una comunidad con una dinámica social interna donde hay
de todo, como en todas partes, y que esta evaluación puede viciar esta dinámica hasta lo
intolerable.
Hay
otras formas de evaluar a los profesores. Los inspectores, los equipos
directivos y el propio claustro son los que deben realizar esta tarea. Y tienen
ambos información más que suficiente para hacerla. No es competencia ni de
padres ni de alumnos. ¡Faltaba más!
Repito
mis preguntas, ¿Por qué nos perseguís? ¿Qué hemos hecho tan mal? ¿A dónde
queréis llegar? Y sé que no habrá respuesta.
lunes, 7 de enero de 2019
A propósito de un roblecito.
Me
gustan los árboles. Si me preguntan cuál es mi preferido no sabría contestar,
el olivo, el haya, el arce, el roble… De este último voy a hablar; de un
humilde roblecito que tenemos en el patio ya hace años.
Es
alto, delgadito y con una minúscula copa. Sigue el ritmo de sus hermanos
amarilleando en otoño, cayendo sus hojas después, descansando en invierno y
rebrotando al principio de la primavera con unas hermosas yemas que se abren
formando grandes hojas; no más de una docena.
En
este momento le queda ya solo una, y caerá pronto. Y me ha parecido oportuno
hablar de él en el blog. Hacerle un pequeño homenaje buscando algún poema que
hablara de robles, y compartirlo.
Y mira
por donde, gracias a esto, gracias a mi roblecito, he encontrado un poema de
Gerardo Diego que tenía olvidado y que, aunque está escrito para la Navidad,
tiene sentido también después de ella. Y en él aparece un roble.
Se
pregunta la Virgen en el poema cómo cuidará al Niño Jesús cuando lo tenga. Es
precioso. Leedlo sin prisa. Se llama Letrilla de la Virgen María esperando la
Navidad.
Ahí va
pues el poema, y la foto de una hoja de mi roblecito sobre el Quijote abierto.
Con
qué le envolveré yo,
con
qué.
Ay,
dímelo tú, la luna,
cuando
en tus brazos de hechizo
tomas
al roble macizo
y le
acunas en tu cuna.
Dímelo,
que no lo sé,
con
qué le tocaré yo,
con
qué.
Ay,
dímelo tú, la brisa
que
con tus besos tan leves
la
hoja más alta remueves,
peinas
la pluma más lisa.
Dímelo
y no lo diré
con
qué le besaré yo,
con
qué.
Y
ahora que me acordaba,
ángel
del señor, de ti,
dímelo,
pues recibí
tu
mensaje: «he aquí la esclava».
Sí,
dímelo, por tu fe,
con
qué le abrazaré yo,
con
qué.
O
dímelo tú, si no,
si es
que lo sabes, José,
y yo
te obedeceré,
que
soy una niña yo,
con
qué manos le tendré
que no
se me rompa, no,
con
qué.
O
dímelo tú.
sábado, 5 de enero de 2019
Recuerdo de un día de Reyes.
Fue
hace muchos años, en aquellos momentos en que, deslumbrado, iba descubriendo la
alta montaña; y nos fuimos un grupo de amigos, en enero, al lago de san
Mauricio. Era nuestra “primera invernal”.
Recuerdo
que nos instalamos en un refugio libre, junto al lago, y allí estuvimos
haciendo pequeñas excursiones y disfrutando del entorno, pues la cantidad de
nieve que había era impresionante; el material que llevábamos, de baratillo; y
nuestra experiencia, ninguna. Guardo sin embargo un vivo y gratísimo recuerdo
de aquel viaje. Y de la noche y el día de Reyes que allí pasamos.
El cinco
de enero bajamos ya al pueblo, y tras cenar en uno de los pocos bares que había
entonces en Espot, dormimos en una casa particular por un módico precio, más o
menos amontonados en unas pocas camas, pero calentitos; hacía un frío que
pelaba.
Al día
siguiente, el día de Reyes, bajamos hasta Esterri d´Aneu por donde pasaba el
autobús que nos llevaría a Barcelona, y de allí a casa en tren. Cenamos también
en un bar donde estuvimos hasta que cerraron, ya que el autobús pasaba a las
cinco y media de la mañana. Y lo esperamos en la calle, al raso, tumbados en la
acera, metidos en nuestros sacos. No sé a cuántos grados bajo cero estaríamos,
pero había hielo por todas partes.
No sé por qué me he acordado hoy de aquel día, y me han
entrado ganas de compartir el recuerdo y algunas fotos de aquel viaje.
¡Feliz noche de Reyes!
¡Feliz día de Reyes!
El refugio donde estábamos. |
Panorama hacia el oeste. |
Els Encantats. |
El lago de San Mauricio. |
Una de las excursiones. Sin esquíes, sin raquetas... |
Panorama hacia el norte. |
El lago desde la subida al Portarró. |
Abetos y montañas. Estábamos alucinados. |
Otra excursión. |
De nuevo Els Encantats. |
Panorama hacia el sur. |
Un servidor hace 39 años. |
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