FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

lunes, 20 de marzo de 2023

A un olmo seco. Antonio Machado.

Quiero saludar a la primavera, que acaba de empezar, con un conocidísimo poema de Antonio Machado titulado A un olmo seco.

Es un poema sencillo, claro, directo. Describe un olmo ya “viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido” que en la primavera ha sacado algunas “hojas nuevas”.

Lo describe con palabras como musgo, corteza blanquecina, carcomido, polvoriento. Son hormigas y arañas las que habitan en su viejo tronco. Lo compara con esos álamos, bien vivos, en cuyas ramas cantan las hojas al viento y los ruiseñores.

Le queda poco al viejo olmo. Quizá sea su fin un leñador, y un carpintero lo convierta en “melena de campana, lanza de carro o yugo de carreta”. O ni eso, y acabe ardiendo en “alguna mísera caseta al borde de un camino”. Quizá lo “tronche el soplo de las sierras blancas” y el río hasta la mar lo empuje “por valles y barrancas”.

Otras veces había pasado el poeta junto al olmo viejo, pero esas “hojas nuevas” que han salido “con las lluvias de abril y el sol de mayo”, le han tocado hondo. Le hablan a su propia alma, a lo más hondo de su ser. Él es el olmo viejo. Y esas humildes “hojas nuevas” son su propia esperanza; su corazón que también “espera hacia la luz y hacia la vida otro milagro de la primavera”. Un triunfo, aunque sea mínimo, de la vida sobre la muerte.

¡¡Feliz primavera!!

 

Al olmo viejo, hendido por el rayo

y en su mitad podrido,

con las lluvias de abril y el sol de mayo,

algunas hojas nuevas le han salido.

 

¡El olmo centenario en la colina

que lame el Duero! Un musgo amarillento

le mancha la corteza blanquecina

al tronco carcomido y polvoriento.

 

No será, cual los álamos cantores

que guardan el camino y la ribera,

habitado de pardos ruiseñores.

Ejército de hormigas en hilera

va trepando por él, y en sus entrañas

urden sus telas grises las arañas.

 

Antes que te derribe, olmo del Duero,

con su hacha el leñador, y el carpintero

te convierta en melena de campana,

lanza de carro o yugo de carreta;

antes que rojo en el hogar, mañana,

ardas de alguna mísera caseta,

al borde de un camino;

antes que te descuaje un torbellino

y tronche el soplo de las sierras blancas;

antes que el río hasta la mar te empuje

por valles y barrancas,

olmo, quiero anotar en mi cartera

la gracia de tu rama verdecida.

Mi corazón espera

también, hacia la luz y hacia la vida,

otro milagro de la primavera.


El olmo seco, en Soria, junto a la ermita de san Juan.

El poema, al pie del olmo. Es bonito leerlo allí mismo.


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