FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

martes, 29 de septiembre de 2015

Balaitús. Nos paró el hielo.

El sábado pasado estuvimos en el Balaitús. Es una montaña importante, esbelta, preciosa, el primer tresmil del Pirineo por el oeste. Muy significativa para muchos de nosotros.
De dos que íbamos a ir en un principio acabamos yendo seis y, para los seis, era una ascensión especial, muy especial; sí, por motivos diferentes todos queríamos subir al Balaitús.
Salimos del embalse de la Sarra a las seis y cuarto de la mañana, de noche cerrada. Fue amaneciendo y encontramos el sol, que agradecimos, más arriba de los lagos de Arriel. El entorno es bravo, salvaje, altivo. La cima impresiona.
Con buen ánimo, en muy buen estado y sin ninguna dificultad, llegamos al pie de la última etapa de la ascensión, la Gran Diagonal, espectacular y vertiginosa, aunque fácil cornisa, que atravesando toda la cara oeste de la montaña nos deja cerca de la cima, a la que se llega tras una divertida trepada.
El día, algo turbio al principio, era ya azul, radiante. Hacia frío. El espectáculo, desde allá arriba… ¿Cómo describirlo?
Un chaval que nos habíamos encontrado en los lagos, nos había dicho que había oído hablar de hielo en la Gran Diagonal. Verse no se veía, desde luego, así que subimos con la esperanza de que solo fuera un bulo, pero no, hacia los 2900 metros, justo cuando la cornisa se estrecha y se abre el abismo a la izquierda, apareció la primera placa de hielo.
Avanzamos con precaución en los primeros tramos por si, con algo de suerte, más arriba no había, de hecho no se veía, pero cada vez había más, así que nos planteamos todos los que estábamos allí, unas 18 o 20 personas, si seguir o no. Y mientras decidíamos, cosa nada fácil, alguien que había subido más y que había retrocedido, nos dijo que por arriba había más hielo todavía y que estaba muy peligroso. Renunciamos.
Salir de la cornisa helada nos costó un buen rato. Unos chavales, ya maduritos, que habían subido casi al mismo ritmo que nosotros, instalaron una cuerda fija para asegurar el paso más delicado en descenso. Mientras, los que habíamos avanzado más, esperamos pacientemente, heladitos como pollos, amarrados a la roca, a que fueran saliendo todos de allí uno por uno, poquito a poco.
Al fin, todos, sanos, salvos y "bien fresquitos", llegamos a la pequeña explanada que hay a media cornisa, que al estar al sol, ya no tenía hielo.
¿Nos dio rabia? ¡Claro! Pero hicimos lo que teníamos que hacer. En montaña, es tan importante pelear por llegar a una cima, como saber renunciar a ella. Y suele ser más difícil renunciar que jugártela.
Así que descendimos satisfechos por la belleza de la excursión, por el esfuerzo realizado y por haber sabido tomar la decisión difícil.
Bajando descansamos un rato en el lugar, precioso por cierto, donde 24 años atrás, acampamos y dos chiquillos, uno de de 14 y otro de 15 años, pasaron una noche memorable. Y fue bonito estar allí con esos dos "chiquillos", que ahora a su vez, tienen cada uno de ellos otros dos chiquillos, ¿verdad Juancho, Rubén? Y fue bonito también compartir aquel rato, así como toda la ascensión, con mis buenos amigos, Rubén, Pepe y Paz.¿A que sí?
El valle de Aguas Limpias, ya otoñal, nos dejó de nuevo en la Sarra, donde estaba el coche. Luego, ducha, cenota y un reparador descanso, pusieron fin a un muy buen día de montaña, aunque no coronáramos el Balaitús.
Quedó para el año que viene. Cenando ya fuimos hilvanando el plan. Y es que esa es una de las cosas que me gusta de las montañas. Nunca estás seguro de haber hecho una cima hasta que no has regresado al valle. Esa incertidumbre me gusta. Es parte del juego, y le da pleno sentido.

Último tramo de la vía de ascensión y punto a donde llegamos. La foto está hecha en julio, desde el pico de Arriel.
En el camino de Aguas Limpias, aún de noche.
Primer lago de Arriel. Aún no llegaba el sol y hacia un frío que pelaba.
Cruzando el torrente de Arriel que bajaba con mucha agua.
Descansado poco antes de la Gran Diagonal. Al fondo el pico de Arriel.
Desde la base de la Gran Diagonal panorama al oeste. Destacan el Arriel y el Midí. Abajo, el último lago de Arriel.
Inicio de la Gran Diagonal.
Dos gigantes al oeste: el Arriel y el Midí d´Ossau.
Seguimos ascendiendo por la Gran Diagonal.
La vía se estrecha y aparece el hielo. No es nieve polvo, es nieve helada durísima.
Cuando decidimos retroceder hay que hacerlo muy despacio y esperar que el de delante se asegure en cada paso.
Poquito a poquito vamos saliendo de la cornisa helada. Hace un frío de mil demonios.
En el paso más delicado instalan una cuerda fija.
Por fin al sol. Detrás la vía de ascensión en la que no se ve hielo, pero está.
El lago helado de Arriel y al fondo el Balaitús
Lugar donde acampamos hace 24 años...
Seguimos descendiendo y el Balaitús queda alto y lejano. Es una gran montaña.
Nos acercamos al valle de Aguas Limpias.
El otoño ya pinta de colores el paisaje. ¡Precioso!

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