FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

sábado, 22 de agosto de 2015

Encuentro con un "inglés errante".


Llano de Petramula, en el valle de Chisagüés. Se ve la pista de acceso y la furgoneta del "inglés errante".

Llovía mansamente esta mañana, sin estruendo, pero llovía bien, y esta tarde una fuerte tormenta ha dejado mucha agua, granizo, viento… se agradece después de unos días de cielo azul, de sol, de sendas, laderas, crestas y cimas. Ha sido día de reposo, de ver llover a través de la ventana, de comer bien, dormir mejor, de reponerse para volver a echarse al monte cuando vuelva el buen tiempo.
Y de pensar. Y hoy, desde la comodidad de un buen apartamento en Bielsa, pienso en el hombre que me encontré ayer en la montaña, con el que “hablé” un ratito, si es que hablar se puede llamar a lo que hicimos.
Estaba solo, con su furgoneta de matrícula inglesa, antigua, toda pintada con dibujos de montañas. Había subido hasta un prado, por una pista forestal mala, muy mala en algunos tramos, lo que me resultó inverosímil, pero allí estaba, sonriente cuando me vio llegar, admirándose con expresivos gestos de la belleza del lugar.
Había hecho la colada y tenía la ropa tendida al sol. La furgoneta abierta mostraba un camastro, varias cajas de comida y material de montaña, que me pareció de cierto nivel, y libros.
Por señas, pues él solo hablaba inglés, y yo no sé nada de inglés, me dijo que había estado en la La Munia, un tresmil importante, y que pensaba quedarse dos días allí. Le dije que venía mal tiempo precisamente para los próximos dos días y creo que me respondió algo así como que comería, dormiría, leería…en fin, que si hacía buen tiempo OK, si lo hacía malo, también OK.
Después sacó un mapa de carreteras, que bien poco le servía allí, y me pidió que lo orientara en la zona. Saqué entonces el mío de montaña y, tras mostrar gran alegría, lo fotografió con su cámara, y luego escuchó atentamente mis explicaciones sin perder de vista mi dedo que se deslizaba sobre el mapa marcando valles y cumbres.
Con un “veritankyou” que sí entendí y un efusivo “gudbay”, que también entendí, se despidió aquel hombre cuarentón, rubio, delgado y de intensos ojos azules. Y allí se quedó, más solo que la una, a casi dos mil metros, en un precioso rincón del Pirineo llamado Petramula, en el valle de Chisagüés.
Y ahora pienso que estará allá arriba solo, en su furgoneta, hoy no creo que haya ido nadie por allí, mientras el paisaje todo, ayer espléndido, habrá desaparecido envuelto en nubes y brumas. Oscuridad y silencio, roto por el sonido de la lluvia y el granizo en el techo de su “casa”, el rumor del torrente junto al que estaba y el trueno, imponente en la montaña. Y es que hay tantas formas de vivir la vida, de encontrar sentido a la existencia. Yo, a aquel hombre lo vi feliz, trasmitía paz, olía a libertad…¿quizá a demasiada soledad?...
         No sé. No sé nada más de él, ni sabré nunca, pero el encuentro dejó en mí un agradable sabor de boca. Fue el bonito final de un muy buen día de montaña. Por eso lo comparto.



No hay comentarios:

Publicar un comentario