Es
posible que este himno de la Liturgia de las horas pueda servirle a alguien
estos días. Con esa intención lo comparto.
Cuando
la muerte sea vencida
y
estemos libres en el reino,
cuando
la nueva tierra nazca
en la
gloria del nuevo cielo,
cuando
tengamos la alegría
con un
seguro entendimiento
y el
aire sea como una luz
para
las almas y los cuerpos,
entonces,
sólo entonces, estaremos contentos.
Cuando
veamos cara a cara
lo que
hemos visto en un espejo
y
sepamos que la bondad
y la
belleza están de acuerdo,
cuando,
al mirar lo que quisimos,
lo
veamos claro y perfecto
y
sepamos que ha de durar,
sin
pasión, sin aburrimiento,
entonces,
sólo entonces, estaremos contentos.
Cuando
vivamos en la plena
satisfacción
de los deseos,
cuando
el Rey nos ame y nos mire,
para
que nosotros le amemos,
y
podamos hablar con él
sin
palabras, cuando gocemos
de la
compañía feliz
de los
que aquí tuvimos lejos,
entonces,
sólo entonces, estaremos contentos.
Cuando
un suspiro de alegría
nos
llene, sin cesar, el pecho,
entonces
-siempre, siempre-, entonces
seremos
bien lo que seremos.
Gloria
a Dios Padre, que nos hizo,
gloria
a Dios Hijo, que es su Verbo,
gloria
al Espíritu divino,
gloria
en la tierra y en el cielo.
Amén
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