FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

domingo, 27 de abril de 2025

La esperanza se hace abrazo.


 

En esta segunda entrada dedicada al papa Francisco comparto este dibujo que expresa con una claridad diáfana lo que esa mañana del lunes de Pascua tuvo que suceder más allá del tiempo y el espacio, en esa realidad absolutamente trascendente en la que él creía y en la que esperaba, porque como escribe en su autobiografía hemos nacido para no morir nunca, para la vida, para la luz.

Casi desde el principio de su pontificado vi que iba a abrir muchas ventanas para que corriera el aire limpio y fresco del Espíritu; muchas puertas, para que entraran en la Iglesia tantas y tantas personas que caminan como ovejas sin pastor, y también para esas otras a las que en muchas ocasiones, miembros de esa misma Iglesia, que no la Iglesia, han tratado como lo harían los  pastores asalariados que huyen o se refugian en su choza cuando se desata la tempestad o vienen los lobos.

Y hasta su última Semana Santa, hasta su último día, ha seguido haciéndolo, abriendo puertas y ventanas.

También sabía que tendría enemigos, muchos, como los tuvo Jesús. No podía ser de otra forma. Y que los enemigos más dolorosos serían para él los de dentro. Los que hablan de obediencia al Papa cuando el Papa dice lo que a ellos les gusta que diga.

Estoy seguro que ese Jesús que le abraza en las puertas del Reino de la Luz y de la Vida, le habrá dado fuerzas para soportar con alegría y con paz las terribles tensiones a las que habrá estado sometido durante estos doce años.

A mí se me quedó al principio una muy viva sensación de orfandad. El saber que estaba ahí, yendo y viniendo de aquí para allá, escribiendo, hablando, actuando, me daba paz. Me trasmitía alegría ver cómo iluminaba la realidad del mundo, tan a menudo trágica, con la luz de un Evangelio limpio de polvo y paja. Y avivaba mi esperanza, siempre frágil, en que, pase lo que pase, lo mejor está por venir.

Pero me he dado cuenta estos días, en mis excursiones por las montañas, de algo hermoso y reconfortante. Puedo ahora dirigirme a él en la oración. Ese Dios de misericordia del que tanto hablaba y del que se fiaba ciegamente, por esa misma misericordia, lo habrá llevado consigo a ese Cielo nuevo y a esa Tierra nueva por el que entregó su vida aquí, entre nosotros y para nosotros.

Por lo que ha significado su vida para la Iglesia, para el mundo y para mí, es una inmensa gratitud lo que ahora siento. Por eso, acabaré esta segunda entrada a él dedicada como acabé la primera. Diciéndole gracias, gracias, gracias.

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