A
veces pienso, muchas, que o yo soy un paranoico malpensado o la gran parte de
la sociedad en la que vivo es gilipollas. Y lo digo a propósito del traslado de
los restos de Franco que está teniendo lugar ahora.
Vaya
por delante que me parece muy bien que sus restos reposen en un lugar privado y
discreto; junto a su esposa me parece un buen sitio. En eso no veo ningún
problema. Y que el impresionante y espectacular Valle de los Caídos quede como
eso, un monumento a todos, sin excepción, los que perdieron su vida en una
guerra que nunca debió estallar, aunque estaba sembrada siglos antes, y hubo
quien regó y abono esa siembra por ambos bandos.
El
problema lo veo en que este traslado sea considerado como el final de una
etapa, como dar un carpetazo al pasado para poder mirar al futuro. Y así hablan
hoy muchos políticos. Y así nos lo venden los medios de comunicación. Y aquí es
donde yo digo, es que son gilipollas.
Si
alguien se cree que con el último vuelo de Franco hemos cerrado, por fin,
una etapa de nuestra historia, es que es tonto del culo. Será un acto de justicia, adecuado,
procedente y que llega tarde. Vale, bien, estoy de acuerdo. Pero esto no
resolverá uno de los problemas más serios que tenemos en España y que lastra el verdadero
progreso social y político, y como consecuencia el económico.
Este
es el problema, toda esa tropa oscura y siniestra de políticos indeseables que
siguen utilizando al franquismo como la piedra angular de su hueco y perverso
discurso, identificando como fascistas, sin más análisis que los prejuicios, a
todos los que no piensan como ellos. Más aún, asimilando fascismo a conceptos
huecos también, como derecha e izquierda. Y ¡ojo!, hoy lo harán con más intensidad todavía. Y lo mismo pasa en el otro lado, pero
no están “tan de moda”, por eso se les oye menos.
¡Ojala
que el día de hoy, 24 de octubre de 2019, fuera lo que dicen que va a ser! ¡Mentira
cochina! Ingenuo el que se la crea. A Franco, esté enterrado donde esté, lo
seguirán utilizando tanto unos como otros para llevarse el gato al agua. Y el
futuro seguirá ensombrecido por ese cainismo tan nuestro, por esa necesidad malsana de
encontrar y batir a un enemigo para poder afirmar así nuestra propia y
miserable identidad.
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