Nunca
había visto una así por estas tierras. Es habitual verlas pequeñitas, como las
que utilizan los pescadores, pero un bicho semejante, ¡jamás! En los Pirineos
he visto alguna que otra, pero desde luego aquí no.
La
encontré bajando por una pista, cerca de Portaceli, y lo primero que me llamó
la atención fue la huella que dejaba en el suelo. De hecho pensé que alguien se
había entretenido haciendo dibujitos en la tierra con la punta de un bastón.
Los seguí por curiosidad y di con ella.
Ahí
estaba la pobre, intentando meterse bajo tierra, que es lo suyo, pero el suelo
de la pista era demasiado duro para ella, y daba vueltas y más vueltas buscando
tierra blandita para desaparecer. Y eso eran los dibujitos que había visto.
Le
dije, aunque sabía que no me entendería, te hago unas fotos y te llevo a tierra
blandita, porque aquí por mucho que te esfuerces no agujerearás el suelo, y
además te pisará alguien o se te comerá algún bicho.
Y eso
hice. La fotografié, y la cogí con un palito, porque me daba repelús tocar con la mano aquella
longanicilla blandita y movediza, y la llevé fuera de la pista, a una zona algo
encharcada y musgosilla.
Y así
es como salvé, hace unos días, a la que me pareció la madre de todas las
lombrices. Para que siguiera siendo una lombriz feliz.
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