Mucho
se ha hablado, se habla, y se va a hablar de la sentencia del Tribunal Supremo.
Yo, como un ciudadano de a pie que ha vivido veinte años en una dictadura y
cuarenta y cuatro en una democracia; que vivió la transición de la una a la
otra con ilusión; que estaba haciendo la mili en Madrid, en la Brunete, el
23-F; que sufrió como millones de españoles la barbarie de ETA; y que está
cansado de manipulaciones, mentiras y sandeces, no creo que haya tanto que
hablar.
Los
señores juzgados y sentenciados y sus seguidores, tienen la libertad de decir lo que les plazca,
¡cómo no! pero no gozan de autoridad, ni moral ni legal, para plantear ningún
tipo de exigencia, para montar ningún numerito. Aunque lo harán, lo están haciendo.
No tienen
autoridad moral cuando la mitad de sus conciudadanos no quieren lo que ellos
quieren, y están sufriendo largos años una dura e inaceptable represión. Y este
hecho es incuestionable. ¿Dónde están ahora? En sus casas, callados, asustados, indignados, sin libertad de expresión ni de nada.
No
tienen autoridad legal, pues desde el principio se han situado fuera de la Constitución, la ley de leyes, establecida democráticamente por un pueblo libre y preservada por un estado
legítimo. Ellos han roto la baraja. Y esto también es incuestionable, por muchos juegos de palabras que hagan, juegos que no son más que vulgares sofismas.
Y no
hay más que hablar. Yo no veo más fondo en el asunto. Pero lo habrá. Seguirán
voceando, manipulando. Seguirán buscando esa tragedia, que aún no tienen, para
demostrar que “España es fascista y opresora”. Y los medios de comunicación, la primera cadena de televisión entre ellos, les harán propaganda gratuita, asustando a millones de personas que esta noche se les olvidará que, por mucho que griten, por mucho que avasallen, por mucho que rompan, son, como más, la mitad.
Y esta mitad llevará el tema a Europa, situando así a España y, mal que les pese, a ellos
mismos, en el punto de mira de una situación internacional tan compleja como
peligrosa.
Y
tengo muy claro que, si llegados a ese punto, que llegaremos, por los intereses
políticos y económicos de las grandes potencias, España ha de ser sacrificada,
lo será. Y si no es menester, no pasará nada. ¿Se han parado a pensarlo?
Triste,
viejo y absurdo delirio que se nutre de lo más oscuro y siniestro de la
condición humana, y que no nos deja levantar cabeza, vivir en paz, mirar el
futuro con optimismo y esperanza.
La
sombra de Caín.
Si es posible, no quiero volver a hablar de este tema en mucho tiempo. No creo que haya tanto que hablar. ¡No!
Si es posible, no quiero volver a hablar de este tema en mucho tiempo. No creo que haya tanto que hablar. ¡No!
No hay comentarios:
Publicar un comentario