Pensaba
el otro día en el bíblico relato de David y Goliat. Relato que nos narra un enfrentamiento mil veces
repetido en la historia de la humanidad, pero que no siempre acaba con la victoria de
David.
¿Y por
qué acabé pensando en esto? Por las imágenes que veo, fugazmente, estos días,
de lo que está pasando en el nordeste de España. Y digo fugazmente porque huyo
como de la peste de la innecesaria sobreinformación con la que los medios de
comunicación, no sé con qué objetivo, nos están agobiando desde la sentencia.
Me pasa como con el fútbol; aunque me importa un bledo, acabo conociendo nombres de entrenadores y jugadores muy a pesar a mío.
Veo a
los mossos, a la guardia civil, y a la policía, frente a la mala gente que,
coordinados desde oscuras tabernas o despachos oficiales, gritan, insultan,
agreden salvajemente, levantan barricadas, queman contenedores, destrozan
escaparates… Y esta pobre gente debe ser absolutamente respetuosa y comedida,
porque aunque vean a un compañero sangrando, o sin sentido en el suelo, no pueden
hacer más que decir algo así como, amantísimo manifestante, si eres tan amable,
no sigas avanzando por esta calle porque si lo haces tendré que darte con la
porra, e igual te hago pupa, y además si me fotografía un periodista, hasta me pueden
expedientar por violencia policial. ¿Tú me comprendes?
Es la
lucha de David contra Goliat. Utilizaremos vuestra democracia para destruir
vuestra democracia. Utilizaremos el estado de derecho, para destruir el estado
de derecho. ¿Cómo defenderse de una violencia salvaje y planificada, sin
utilizar la violencia? ¿Cómo defenderse de un lenguaje adulterado hasta la
náusea, cuando este lenguaje tiene en los medios de comunicación su mejor
aliado? ¿Cómo defenderse de la manipulación de la historia cuando se ha
manipulado en virtud de la libertad que les ha dado este momento de la
historia?
El
estado de derecho, la democracia, tienen las manos atadas si no quieren negarse
a sí mismos. Sólo queda la vía judicial, y dicen que esa no vale, ¡claro! Pero es la única posible, la única legítima.
Ellos no. Rotas las reglas del juego, ancha es Castilla. Dicen que en el amor y en la guerra vale todo. Esto no es una historia de amor, es una historia de guerra y, a la vista está, vale todo. Pero solo para una parte, la que ha roto la baraja.
Ellos no. Rotas las reglas del juego, ancha es Castilla. Dicen que en el amor y en la guerra vale todo. Esto no es una historia de amor, es una historia de guerra y, a la vista está, vale todo. Pero solo para una parte, la que ha roto la baraja.
Dijo
David, Tú vienes a mí con espada y lanza
y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Yavéh, el Dios de los ejércitos,
a quien tú has provocado.
Dice España, tú vienes a mí con violencia, tergiversando el lenguaje y la realidad, manipulando la historia; más yo vengo a ti en
nombre de la democracia, del estado de derecho, a quien tú has provocado.
Así lo
veo. ¡Y qué triste es el espectáculo!
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