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Cervantes en el Quijote.

viernes, 19 de agosto de 2016

Lugares "mágicos" del valle de Tena.


Regentar bien un bar o un restaurante no es tarea fácil, y no todo el mundo sabe hacerlo. Comida buena y variada, servicio ágil, ambiente agradable, atención amable y precio razonable son cinco aspectos que no son fáciles de conjugar.
¡Pero qué a gusto salimos de comer o cenar cuando se han dado estas cinco condiciones! ¡Y cómo nos gusta volver en cuanto el tiempo y el bolsillo lo permiten!
Ya he dedicado en este blog entradas a algunos de estos establecimientos del Pirineo que bien lo merecen. El restaurante El Fogaril, del hotel Ciria, en Benasque, el bar Subordán en Hecho, el Kanguro truchero en Pineta, pero hoy quiero rendir sentido y gastronómico homenaje a los bares y restaurantes del valle de Tena que han sido lugar de placentero reposo y de reposición de fuerzas durante este mes de agosto.
De abajo arriba, empezaré por Biescas. Allí podéis encontrar, casi uno enfrente del otro, el Gouda y el Tiki. El risotto con setas y foie del primero y las carrilleras de ternera del segundo son sublimes, aparte de la gran variedad de tapas que ofrecen.
Remontando el valle, en Tramacastilla de Tena, podremos tomar un aperitivo, comer o cenar en el Lavedán. También sorprendente variedad de tapas. No hay que perdérselas. Para cenar, el cordero asado me pareció buenísimo.
Valle arriba, llegaremos a Panticosa, donde en un rinconcito escondido, pero bien conocido por los “gastroentendidos” dirán ahora, nos encontraremos con el asador San Pietro, donde podremos degustar, entre otros manjares, exquisitos solomillos, chuletones, secretos, chuletas de cordero y demás buenas carnes, a la brasa.
Si seguimos subiendo, en Sallent de Gállego, a la entrada del pueblo, toparemos con el bar Willy. Toda una gozada en tapas, platos combinados y raciones. A destacar la tosta de foie con manzana caramelizada. No hay que perderse tampoco un gin tonic o un mojito en su recoleta terracita trasera.
En el mismo Sallent, cogiendo una estrecha carreterita que se interna en el precioso valle de Aguas Limpias, llegaremos al asador de Lasarra, junto al embalse homónimo. De nuevo, buenas carnes a la brasa y el lujo de comer junto al río, rodeados de frondosa vegetación. Allí nunca hace calor.
Y para acabar, lleguémonos hasta el Portalet, y en la misma frontera con Francia, a casi 1800 metros, el Petruso nos sorprenderá con una original y sabrosa carta, y una cuidada presentación.
Hay más, claro, donde también se come bien o muy bien. Algunos, conocidos, otros por descubrir, pero estos que he citado son los que más solemos frecuentar cuando vamos por allí y los que este verano han sido para nosotros los lugares "mágicos" donde hemos reconfortado nuestros cuerpos, y ¿por qué no?, nuestras almas.
Todos son diferentes, tienen estilos distintos, pero todos cumplen esas cinco condiciones en mayor o menor medida, que hacen que salgamos muy satisfechos y con ganas de volver.
A todos los que en ellos trabajan, y duro, nuestro más profundo agradecimiento por sus servicios, y nuestra sincera admiración por el trabajo bien hecho.

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