Es
interesante observar cómo las ideologías, unidas a intereses ajenos a ellas,
pero tras las que se ocultan, alteran profundamente la percepción de la
realidad, hasta el punto de afirmar la cuadratura del círculo, o que la tierra
es plana porque yo la veo así, con absoluto convencimiento.
El
espectáculo patético, patético significa que da pena, que con la cuestión de
las lenguas estamos montando día tras día en este país, es una buena muestra de
esto que he dicho.
Si
prescindimos de ideologías e intereses, el problema dejaría de serlo en un
santiamén. Porque el multilingüismo de España no es un problema, es cuanto
menos una riqueza; el problema surge cuando esta realidad la vemos desde una
ideología determinada y con unos intereses más o menos ocultos tras ella. Lo
que vemos entonces ya no es la realidad, sino mi realidad particular, por lo
que cualquier acuerdo es imposible con quien vea otra realidad, aunque sea la
real.
Creo
que hay unas pocas afirmaciones sobre las que poder llegar a acuerdos, pero claro,
habría que quitarse los prejuicios ideológicos y dejar a un lado determinados
intereses para afrontar esta tarea.
1º.-
Cuando se reúnen un grupo de personas de lenguas diferentes, lo natural, lo
lógico, lo práctico, lo eficaz, para facilitar la comunicación, es utilizar, si
tenemos la fortuna de que exista, la lengua que conozcan todos, sea lo que sea.
Todo lo demás es, cuanto menos poco práctico, y como más, mala educación o una
provocación.
2º.-
En un país con diversas lenguas todas deben ser respetadas y apoyadas, porque
las lenguas son algo más que un instrumento de comunicación. Son historia,
cultura e identidad. Y deben ser respetadas, y cuidadas siempre y todas por
igual.
3º.-
Una lengua no se puede imponer, porque no es el territorio en el que se nace,
sino el devenir de la vida de cada persona, el que le dota de la lengua o las
lenguas con las que va construir su existencia. Y cualquier persona debe
sentirse y ser libre para hacerlo como crea que debe y puede hacerlo, haya
nacido donde haya nacido y viva donde viva.
4º.-
Cuando una lengua, en vez de ofrecerse, donarse como lo que es, un gran regalo,
se impone a base de exclusión sistemática de otra, de persecución, de
legislación no consensuada, de multas, exhibe su debilidad y se condena a una
reacción en contra que tarde o pronto llegará. Siempre pasa cuando se machaca
la libertad. Es el peor servicio que se le puede hacer. Pan para hoy y hambre
para mañana.
Creo
que ninguna de estas cuatro afirmaciones es descabellada. Se basan en los
derechos humanos, el respeto a la libertad de las personas, y me atrevería a
decir, el sentido común.
Pero
no son asumibles por demasiada gente en este país, cegados por ideologías
contrapuestas, incapaces de superar la historia, y con intereses particulares,
a menudo inconfesables.
El
problema de las lenguas es la punta del iceberg de un conflicto no superado. El
de una España inviable como la querrían unos, e igualmente inviable como la
querrían otros. Curiosa paradoja esta, cuando la inmensa mayoría quiere la que
tenemos, la que fuimos capaces de alumbrar en aquella transición que también
quieren arrebatarnos. Y creo que esta es la sencilla realidad.

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