La
historia de las palabras, su etimología, aparte de asombrosa es muchas veces
esclarecedora, y nos permite entender mejor el mundo en el que vivimos, muy
difícil de entender, por cierto.
Fijaos.
Las palabra argumento y argumentar vienen de la palabra latina argumentum que
viene a significar literalmente, instrumento que nos permite sacar brillo a una
idea, es decir, pulir, cuidar, perfeccionar una idea, con el lógico objetivo de
exponerla sensata y convincentemente. Por otra parte, la palabra eslogan viene
del celta, y significa literalmente grito de guerra.
¡Qué
increíble y bonita reflexión nos permite contemplar la etimología de ambas
palabras juntas! Y digo que la reflexión es bonita por lo clarificadora que es,
no porque en sí misma sea bonita; más bien es terrible.
Ahora,
como siempre, pero ahora de un modo mucho más general y contundente, pensamos y
actuamos sobre eslóganes, tras los cuales no hay nada más que la vehemencia de
un grito de guerra. Ningún análisis, ninguna reflexión, tan solo un grito tan
alto como vacío. Un grito para asustar al adversario, amedrentarlo, ponerlo en
fuga. Un grito de guerra.
No hay
argumentos o son tan pobres y mal hilvanados que, en realidad, no son más que un triste
conjunto de eslóganes. Los argumentos de verdad requieren tiempo, sabiduría,
análisis concienzudo, apertura de miras. Es sacar brillo a la idea. El
argumento es justo lo contrario al grito de guerra. El argumento permite el
diálogo y busca el consenso. El eslogan, el enfrentamiento.
Me ha
encantado descubrir a los “abuelos” de estas dos palabras que tanto nos dicen
de sus descendientes, argumento y eslogan. Pero al igual que no escuchamos
mucho a nuestros mayores, tampoco lo hacemos a los “mayores” de las palabras. Y
así nos va.
Más
argumentos y menos eslóganes sería un buen propósito para este nuevo año, pero
mucho me temo que asistiremos a un auténtico festival de eslóganes y a una
huida masiva de argumentos.
NOTA:
Esta entrada la he escrito gracias al libro Latin Lovers, de Emilio del Rio,
donde he encontrado, entre otras muchas reflexiones sobre las palabras de
nuestra lengua, esta que hoy he compartido.
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