Me
estaba aguantando el deseo de escribir sobre el asunto del pin parental, pero
ya no me aguanto más. Voy a hacerlo porque creo que no es de recibo lo que está
sucediendo con esto, como con otras cosas, y hay que decirlo, con respeto, pero
hay que decirlo.
Pienso
que no es, como dicen muchos, un debate artificial inventado por la extrema
derecha, sino la punta del iceberg de un problema muy grave y muy serio que, y
vaya esto por delante, no tiene solución, al menos mientras tengamos en el
Gobierno extremos, de un signo o del otro.
Creo
que el tema está mal enfocado desde el principio por parte de todos. Por un
lado, por centrar el problema en la educación sexual, y por el otro por
considerar el tema como un ataque a la escuela pública. Estas dos cosas entre
otras muchas, pero estas dos me parecen particularmente graves.
No estoy
atacando a la escuela pública al decir que en ciertos centros y ciertas aulas
sí hay manipulación ideológica. Asumir esto no es un ataque a la escuela
pública, sino a la manipulación en la escuela, en cualquier escuela o instituto,
sean públicos o no. Tengo desgraciadamente demasiados ejemplos de esto, algunos
de los cuales ya he denunciado en el blog.
Manipulación
como la ha habido y la sigue habiendo en las escuelas e institutos catalanes
durante toda la democracia. Y de aquellos polvos vienen estos lodos.
Negar
esto es de ser imbécil en el sentido no ofensivo de la palabra, es decir tonto, falto de inteligencia. O estar tan convencido de que mi forma de pensar es la
única válida, y de que para que los niños y jóvenes sean adultos como se debe
ser, la escuela ha de lograr, como sea, que todos piensen como yo y los míos,
¡claro!; no como “los otros” que son la perfecta imagen de Satanás.
Este
es el problema. Por eso, circunscribirlo a lo sexual es un error que tiene como
consecuencia centrar la atención en un solo aspecto, habiendo otros igual o más
importantes, y eludir así el gran tema de fondo, educar en libertad.
Llegado
a este punto, más de uno que pueda estar leyendo se defenderá de lo que estoy
escribiendo con el mantra de moda, ¡Huy, este es de Vox! ¡Huyamos despavoridos!
Me etiquetará y me echará a la basura. Y ¡claro! así no pensará.
No, yo
no soy de ningún partido. Lo único que hago es ver, escuchar y pensar, y
reconocer lo que creo cierto y válido independientemente de quien lo diga.
Siempre he sido muy celoso de mi libertad de pensamiento.
Pero
volvamos al tema. Al principio he dicho que este es un problema grave, serio y
sin solución. ¿Por qué? Porque haría falta una honestidad, un respeto, una
humildad por parte de todos los docentes, y un sentido democrático por parte de
la administración educativa que no creo que se den nunca.
Estoy
pensando en ese centro que, en octubre, puso a la entrada una enorme pancarta
hablando del “9 d´octubre”, muy bonita, y junto a ella otra en la que ponía 12
de octubre, fiesta; y nada más. O esa profe de instituto que tachó la palabra
España en el examen de un alumno escribiendo al lado, eso no existe. O esa
maestra que tuvo que pedir el traslado porque fuera del aula hablaba
castellano, en el aula hablaba el valenciano como podía, y no la entendían sus
democráticos compañeros… Si esto no es manipulación…
No, no
me parece bien el pin parental, porque no es una solución, es un remiendo
parcial e inútil, como no me parece bien que se manipule a niños y jóvenes en
las aulas. Por eso esto es un problema, sí que lo es, pero sin solución.
Y me irrita sobremanera cuando dicen que es un
invento de la extrema derecha, que es un debate artificial. Y tal y como está
planteado así es, pero sí insinúa el problema de fondo. Y que la gente caiga en
la cuenta de ese problema no interesa. De ahí la vehemencia con la que lo tildan
de artificial y de invento de los ultras. Esto es la prueba más clara de que
están echando balones fuera para no afrontar el reto que supone una escuela que
eduque de verdad en el pluralismo y la democracia, sea pública, concertada o
privada.
No
quiero acabar estas líneas sin un reconocimiento a todos aquellos docentes que,
en escuelas, institutos e incluso universidades, pelean día a día por educar
con exquisito respeto a la identidad, la dignidad y la libertad de los alumnos
y sus familias. También los hay, y muchos. Gracias a ellos seguirán incorporándose
a la sociedad adulta jóvenes con espíritu crítico y libertad de pensamiento,
aunque no sean ni mucho menos la mayoría.
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