El
seis de enero de 2013, casi recién estrenado el blog, compartí una entrada con ocasión del día de
Reyes. Voy a volverla a compartirla hoy porque creo que nos recuerda algo muy
importante, y porque me ha trasladado releyéndola, a esos buenos ratos que he
pasado con mis alumnos a lo largo de tantos años.
La
última clase antes de las vacaciones, felicité las Navidades a mis alumnos de
2º de secundaria, y les pregunté sobre el sentido de la expresión con la que
les había felicitado, “¡feliz Navidad!”. Quedó claro que lo que hacíamos con
esta frase era desear que las personas a las que se lo decíamos fueran felices.
Y entonces les dije: “pues eso, feliz Navidad, deseo que seáis felices”, y
añadí, “pero, ¿qué necesitáis para ser felices?” Aquello se convirtió en una
carta a los Reyes Magos. Fui anotando en la pizarra todo lo que decían que
necesitaban para ser felices…cosas, muchas cosas, mil cosas, aunque hay que
decir, en honor a la verdad, que hubo alguna que otra tímida excepción.
Luego
pregunté, ¿de verdad, de verdad tener esto os hará felices…de verdad? ¿Y sabéis
qué me dijeron?, que no, así de claro, que no. Pregunté entonces ¿qué
necesitáis pues para ser felices, qué necesitamos para ser felices?, y alguien
dijo, “el amor”. Ante tan lapidaria respuesta dije: “eso no vale, esa palabra,
sin más, no significa nada; concreta, concreta más”. Y tanto que concretaron
cuando alguien soltó, “que nos quieran”. Sí, eso dijeron mis alumnos de 2º. Les
hace felices que les quieran y poder querer. Y hablaban en serio, sé que
hablaban en serio.
Atención
papás, escuchadles. Necesitan sentirse queridos, necesitan vuestra presencia,
vuestra atención, vuestro tiempo. Necesitan poder quereros, necesitan veros
queriéndoos y si eso no puede ser, al menos respetándoos…
Desde
esta perspectiva sí podemos hablar del amor. Ellos necesitan ver a su alrededor
y vivir la experiencia del amor, pero del amor no sólo como una emoción, un
impulso, que surge y a duras penas controlamos, sino yendo más allá, como un
acto libre y voluntario que me lleva a ser de verdad feliz, haciendo felices a
los otros.
Y al
acabar la clase les deseé, desde lo más hondo, ¡feliz Navidad! Y ellos sabían
qué les estaba deseando. Y la carta a los Reyes Magos que había en la pizarra,
encontró su verdadero lugar cuando alguien dijo: “bueno, eso no estaría mal,
pero no es lo importante”.
Ejemplo
de aplicación práctica.
Los
Reyes le traen “la maquinita” al nene, y así él está contento y a nosotros deja
de darnos la vara. Al nene le gusta, ¡claro!, pero también sabe que no es lo
importante. Lo sabe.
¡¡¡Feliz Noche de Reyes!!!
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