He
vuelto a releer el curioso y sabroso librito titulado Cartilla moderna de
urbanidad para niños, publicado en 1929, y al que he dedicado ya alguna entrada.
Hoy
voy a compartir el texto final, Espejo del niño, escrito por Francisco
Martínez de la Rosa, importante intelectual, escritor y político, cuya vida
bien podría ser interesante y didáctico argumento de una serie de televisión o
una película; pero claro, estamos en España…
Este texto forma parte de un librito que dedicó a la educación y que publicó en
1859, setenta años antes de la Cartilla de
urbanidad, con el título Libro de los niños.
Si es bueno y dócil un niño,
de todos gana el cariño.
El aseo en la persona
muchos bienes proporciona.
Buen porte y buenos modales
abren puertas principales.
El que de amigos carece
prueba que no los merece.
Dios al humilde levanta
y al orgulloso quebranta.
La calumnia y la mentira
de Dios provocan la ira.
Propio es del justo y del
sabio
el perdonar un agravio.
Quien la cólera no enfrena
lleva en la culpa la pena.
Da apoyo y tiende la mano
al enfermo y al anciano.
Nunca trates con desprecio
ni aún al que tengas por
necio.
Quien se entrega a las
pasiones
labra el mismo sus prisiones.
El que es fiel a su palabra
su propio crédito labra.
Pobres o ricos, iguales
son ante Dios los mortales.
Si salud y dicha quieres
pon límite a los placeres.
Siempre que puedas haz bien,
y no repares a quien.
Os habréis dado cuenta de que algunas de las máximas han
entrado en el refranero, e imagino que también convendréis conmigo que tienen
absoluta actualidad, sin excepción. ¡Y están escritas a mediados del siglo XIX!
Por
esto, y otras muchas cosas, cuando oigo la palabra progreso y sus derivadas, y
más en educación, me entran retorcimientos de hígado y otras alteraciones psicosomáticas.
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