En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: "El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo”. Mateo 13, 44-45.
Amigo Sergio:
Debe ser esto lo que te ha pasado, ¿verdad? Has
descubierto el tesoro escondido en el campo. Por eso te bautizaste no hace
mucho, tomaste la comunión poco después, y hoy te vas al seminario.
Y
lleno de alegría. Que sepas que nosotros, Isabel y yo, como mucha gente, participamos
de esa alegría. Y en esa alegría tuya, mezclada con un montón más de
sentimientos, y más hoy, está tu primer reto, o mejor, tu gran reto; regalar al
mundo esa alegría con la que Dios te ha bendecido. Ayudar a tanta gente a
encontrar el tesoro que tú has encontrado.
Mira
Sergio, precisamente hoy es el Día Internacional para la Prevención del Suicidio.
Lo he visto como una de esas casualidades que van más allá del azar. Hay gente
que sufre, mucha, y algunos sufren tanto que prefieren morir a seguir viviendo.
Y es que el abismo del sufrimiento y la tristeza es a veces tan hondo, tan negro,
tan insoportable… Y va contra la voluntad de Dios.
Porque la
voluntad de Dios es la felicidad plena del hombre. Y para eso Jesús muere en la
cruz, y por eso resucita. Pero el problema, amigo Sergio, es que demasiada
gente se queda en ese terrible e inevitable primer paso, por el que ni el mismo
Jesús quería pasar, pero que acaba aceptando. "Padre, si es posible que pase de mi este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la tuya".
Nos
hacen falta hombres y mujeres que, cada uno desde su vida, griten a los cuatro vientos
que hay un Domingo de Pascua tras el Viernes Santo; por eso es la vida y no la
muerte quien tiene la última palabra. Que digan bien alto que Dios nos acepta
tal cual somos, que nos quiere a rabiar y que nos perdona. Porque de ese amor y
ese perdón nos saldrá la fuerza para ser mejores y pelear por un mundo mejor con la certeza del triunfo final de la Vida, de una vida con mayúscula.
Regala
desde el primer momento esa alegría que te desborda, y sigue regalándola a
manos llenas todos tus años en este mundo, porque la gente la necesita. Y ese es el reto; que
desde tu vocación seas fuente inagotable de alegría y paz para los que te rodean
ahora, y para toda esa gente que Dios va a ir poniendo en tus manos a lo largo
de tu caminar.
Para
esto el secreto sabes cuál es, ¿verdad? Reza, no te olvides nunca de rezar. En
silencio o con palabras. Triste o contento. Tranquilo o preocupado. Cansado o
bien fresquito. Con dudas o sin ellas. Sintiéndote escuchado o en el más
angustioso de los vacíos, cuando desde lo hondo le gritas, pero ¿estás ahí o
estoy hablando solo? Reza siempre, aunque en las noches oscuras del alma no sepas por qué ni para qué.
Porque,
y tú también lo sabes por experiencia, la fe surge del contacto personal con
Jesús resucitado. De creer que vive, no porque nadie te lo haya dicho, sino
porque tú, junto a otros muchos, has tenido ese encuentro con Él, encuentro del
que te habló la Iglesia, y que compartes y compartirás gozoso en esa misma
Iglesia.
En fin
Sergio, aún te diría muchas más cosas pero voy a acabar. El haberte conocido
desde muy niño ha sido bonito. Tu alegría nos alegra, y tu testimonio nos
interpela.
Un
abrazo muy fuerte de Isabel y Jesús.
¡Que
Dios te bendiga! ¡Y adelante!
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