Entre
otras muchas cosas, la pandemia nos ha quitado libertad. La libertad de soñar
sin miedo, de ir de aquí para allá a nuestro antojo, de estar juntos, de
besarnos, de abrazarnos… Bueno, ya lo sabéis. Por eso, como bienvenida a nuestro quinto sobrino nieto, que ha nacido esta tarde, Isabel y yo le dedicamos esta
conocida canción de Labordeta, con el deseo de que tenga una vida larga y
feliz.
¡Bienvenido Pau, y que Dios te
bendiga!
Habrá un día
en que todos
al levantar la vista,
veremos una tierra
que ponga libertad.
Hermano, aquí mi mano,
será tuya mi frente,
y tu gesto de siempre
caerá sin levantar
huracanes de miedo
ante la libertad.
Haremos el camino
en un mismo trazado,
uniendo nuestros hombros
para así levantar
a aquellos que cayeron
gritando libertad.
Sonarán las campanas
desde los campanarios,
y los campos desiertos
volverán a granar
unas espigas altas
dispuestas para el pan.
Para un pan que en los siglos
nunca fue repartido
entre todos aquellos
que hicieron lo posible
por empujar la historia
hacia la libertad.
También será posible
que esa hermosa mañana
ni tú, ni yo, ni el otro
la lleguemos a ver;
pero habrá que forzarla
para que pueda ser.
Que sea como un viento
que arranque los matojos
surgiendo la verdad,
y limpie los caminos
de siglos de destrozos
contra la libertad.
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