No
puedo menos que agradecer a todos los que han hecho posible, de mil formas
distintas, este Día del Cristo tan diferente que, a buen seguro, no olvidaremos
nadie.
El Cristo
de los Afligidos es alguien muy especial para muchísima gente en el pueblo. Y
no me fue nada difícil que pronto lo fuera también para mí, desde que hace casi
cuarenta años amarré mi vida a esta ribera del Turia.
La
misa de ayer en la plaza; el castillo de la noche, que vimos desde el otro lado
del río, llenando todo el pueblo; la misa de esta mañana a las nueve, con la
impresionante homilía de Daniel; el concierto de la banda, a las doce; la misa
solemne de esta tarde, con las esperanzadoras y hermosas palabras de Ricardo, nuestro párroco; el castillo final tras el canto de los gozos... Así se ha ha tejido un Día del Cristo realmente inolvidable.
Ojalá
que cuando hayamos mirado al Cristo en la puerta de la iglesia, desde la plaza o por la
televisión, hayamos sentido ese torrente de vida, esa paz, esa alegría que sólo en Él,
y nada más que en Él, podemos encontrar.
Míranos
con tierno amor, Cristo mío rey del cielo,
Mira
Nuestra
desilusión
Nuestra
incertidumbre
Nuestro
miedo,
Nuestro
cansancio,
Nuestra
tristeza…
Nuestra
esperanza.
Ribarroja
con fervor te pide luz y consuelo.
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