Estoy
leyendo estos días un libro de Reinhold Messner, montañero, el primer hombre en
ascender las catorce cumbres de más de 8.000 metros, el primero en alcanzar la
cima del Everest sólo y sin oxígeno, el primero en abrir numerosas vías de alta
dificultad en roca y hielo por todo el mundo. Ha cruzado la Antártida a pie
y el desierto de Gobi; ha atravesado el altiplano del Tibet…
Es sin
duda uno de los grandes de la historia del montañismo, es decir, de la historia
de esa relación entre la montaña y el hombre que solo conoce de verdad quien habiéndola trasformado en vocación, ha tratado, desde sus posibilidades, de seguirla. Y él la
sintió, y tuvo las posibilidades de seguirla hasta el límite. Y lo hizo.
No
oculto que junto al conde Russell, el gran descubridor del Pirineo, es Messner el otro gran maestro para mí, montañero
también, humilde e insignificante a su lado, y no lo digo con falsa modestia;
creo que es evidente. Sólo en mi amor por la montaña puedo compararme a ellos.
He
leído sus libros, “les he acompañado” en sus ascensiones, y he aprendido mucho
de ambos, y los admiro; justo lo contrario que me pasa con Kilian Jornet, o el
impresentable de Calleja, a los que detesto por estar haciendo un daño inmenso
e irreparable a las montañas al adulterar la relación del hombre con ellas
hasta lo intolerable. Pero esto es harina de otro costal.
Pues
bien, leyendo anoche la autobiografía de Messner, encontré unas palabras que
pienso que son muy ciertas, y tienen el valor añadido de estar escritas desde
la experiencia de una vida vivida al límite con plena conciencia de ello.
Habla
sobre el fracaso y el éxito, y en una sociedad donde la búsqueda del éxito es
el gran motor que lo mueve todo y a todos, es muy interesante su reflexión. La
comparto esta mañana de domingo.
La pregunta
era como enfrentarme a la experiencia del fracaso. El fracaso en sí no es lo
importante. Lo que lo sigue de inmediato, la interiorización, el cuestionamiento
del propio yo, así como la desesperanza, son las claves para afrontarlo. Es un
nuevo comienzo y una oportunidad para darse cuenta de las propias limitaciones
y crecer con la duda. Mi disposición interna ha ido cambiando gracias a mis
repetidos fracasos. Y con ello no me he vuelto más blando, sino más resistente.
Y es
que, al fracasar descubrimos nuestras limitaciones. Por eso el fracaso es una
experiencia más intensa que el éxito. Coronar la cumbre significa que lo has logrado,
nada más; con ello desaparece el objetivo. Con el fracaso el objetivo
permanece.
Del
libro Mi vida al límite, de Reinhold Messener. Autobiografía a partir de una
entrevista de Thomas Hüetlin. Editorial Desnivel. 2005.
No hay comentarios:
Publicar un comentario