El 19
de octubre del año 1973, a menos de un mes de cumplir los 18 años, inicié con
mis hermanos un grupo Junior en la parroquia de San Miguel y San Sebastián de
Valencia, a la que pertenecíamos. Venía de haber montado otro, con un amigo, en
la Ciudad Fallera. Pero no es de estas andanzas de juventud de lo que quiero
hablar, sino de cómo se ven aquellos acontecimientos a menos de un mes de
cumplir los 66.
Aquel
grupo, conocido entre nosotros como "El Movi", por lo de Movimiento Junior de
Acción Católica, que tal era su nombre oficial y completo, resulto ser decisivo
en mi vida y en la de muchas otras personas. Ajeno era yo entonces a las
consecuencias que iba a tener la decisión de empezar aquello, decisión que al
borde estuvo de acabar en nada por cuestiones que no vienen a cuento.
Años
después, sucedió algo parecido en un encuentro de grupos Junior en Segart.
Hablé, diciendo tan solo lo que pensaba, sin imaginar las consecuencias de
aquella breve intervención. Apunto estuve de no hacerlo también. Y más aún, lo
normal hubiera sido no haber tenido que hablar.
Estos
dos acontecimientos, junto a otros muchos de menor trascendencia, pero nada
despreciables, han marcado los raíles por los que ha discurrido mi vida. Y
estoy seguro de que sería totalmente distinta si no se hubieran producido. No
sé si mejor o peor, pero radicalmente diferente; de eso estoy seguro.
Empecé
en el Junior en la Ciudad Fallera porque un compañero del colegio me dijo que
los niños en su barrio andaban por la calle como ovejas sin pastor, y decidí
ayudarle. En San Miguel y San Sebastián, porque el párroco me pidió que
atendiera a los niños de la parroquia, y me pareció bien hacerlo; a fin
de cuentas era mi parroquia. En Segart dije lo que dije porque era lo que los
monitores habían decidido que había que decir, aunque iba en contra de lo que allí
dijo la gran mayoría.
Puedo
por eso constatar que los momentos importantes, decisivos, de mi vida no los he
buscado. Han venido sin esperarlos, por sorpresa. Y me he dado cuenta de su
importancia a toro pasado. Lo único que he tenido que hacer es, en cada
momento, hacer lo que creía que tenía que hacer, sólo porque pensaba que era lo
correcto, sin buscar más que eso.
Y
ahora viene mi reflexión. Quizá vivir no se trate de andar diseñando,
angustiado, tu propio camino, sino de andar por cualquier camino tomando en
cada momento las decisiones que debes tomar, y dejar lo demás en manos Dios.
Haz en cada momento lo correcto y lo demás vendrá por añadidura, podría ser la
frase que lo resume todo, frase que me lanza a otra del Evangelio.
"Buscad
el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura". Y no quiero
decir con esto que mis decisiones fueron las que fueron porque buscaba el Reino
y su justicia, Dios me libre de tal vanidad; sólo hice lo que creí que debía
hacer. Lo demás vino por añadidura.
Esta
es mi reflexión 48 años después de aquel 19 de octubre. Aquel día en que
tuvimos la primera reunión con un grupo de chiquillos a los que había convocado
el párroco en los locales recién inaugurados…
Muy buena reflexión Jesusin y muchos recuerdos buenos y no tan buenos me llegan en este momento, al leer esto, creo que todos seguimos y hacemos lo que se nos presenta, no me ha ido nada mal siguiendo estos mismos pasos, saludos
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado. Y sí, muchos, muchos recuerdos. Y que sepas que me acuerdo perfectamente de ti cuando eras un niño, hace ya tantos años...
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