El
otro día pensaba yo en qué es lo que hago cuando cojo mi mochila y me voy al
monte. Dar un garbeo, un paseo, una excursión, una ruta… ¡No! No hago ninguna
de estas cosas, hago una ecoruta biosaludable. ¡Ni más, ni menos! Por lo que
debo ser un ecorutense biosaludabilísimo, porque salgo mucho. Y mejor aún, en
inglés, que es lo que mola, un healthy-life eco-route man, lo que por abreviar
podría denominarse heliecorro man. Sí, debo ser un heliecorro man.
Esta
reducción al absurdo entrando de lleno en lo ridículo, no es invento mío de
este momento, sino algo muy habitual, y cada vez más en, nuestra sociedad donde
hay que renombrar la realidad con palabras cuanto más complejas mejor, y si es
posible en inglés.
Si yo
me voy a andar por Porchinos, por decir un lugar próximo, estoy en un entorno
natural (eco), desplazándome por él (ruta), y es, indudablemente, sano
(saludable) para mi vida (bio). Eso siempre se ha llamado paseo, excursión o ruta. ¿A
santo de qué viene ese palabrerío del todo innecesario, de ecoruta
biosaludable? Sobran el eco, el bio y el saludable, por obvios y redundantes. Y menos mal que no lo han dicho en inglés, como el indigesto
palabro "runner", para los corredores, al que no logro acostumbrarme, o ese otro
de "descender" para los ciclistas que bajan por los montes arrasando senderos y
laderas.
La
verdad es que me resulta divertida tanta tontería lingüística, que es en el
fondo, tontería de pensamiento, porque las palabras son pensamiento, y pensamos
con palabras.
Pero
entonces, cuando pienso esto, valga la redundancia pensativa, deja de resultarme
divertido, y me da una mezclilla de rabia y pena bastante desagradable. Porque
tras palabras tontas, suele haber pensamientos tontos. Y cada vez hay más.
En
fin, yo seguiré saliendo de excursión, no a hacer ecorutas biosaludables. Y si
no es mucho tiempo, será un paseo. ¿Qué queréis que os diga? Soy del siglo
pasado.
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