Es
fácil y barato. No requiere de monitores ni empresas de aventura. No hay que
irse muy lejos. No hace falta mucho tiempo ni equipo especial. Incluso puedes
hacerlo solo, o en buena compañía, si solo te da miedo.
La
experiencia es la siguiente.
Vete
un rato antes de atardecer al monte, disfruta de los últimos rayos de sol, y
cuando la oscuridad empiece a envolver el bosque, siéntate en silencio junto a
un pino. Mira el cielo, aún con luz, pintado de rojo, rosa, malva… Y espera a
que cierre la noche y luzcan las estrellas.
Hace
fresco, cada vez hay más silencio y la oscuridad es más densa. El pinar cobra vida, se escuchan
sonidos de animalillos entre los matorrales, rapaces nocturnas, los grillos… Has
de haberte llevado una linterna para volver al pueblo.
De
verdad que vale la pena hacer esto aunque sea de vez en cuando. Y si el
problema es el miedo que pueda darte, más miedo da andar por una ciudad a ciertas
horas; nuestros montes son inofensivos. Si el problema es que no nos atrevemos
a estar solos y en silencio un rato, esto ya es harina de otro costal.
Pues
eso. Prueba si quieres.
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