Continuando
con la entrada de ayer, voy a exponer una posible regulación del uso de las
bicicletas de montaña en la naturaleza, sabiendo que habrá mucha gente que no
le parecerá bien, como no les pareció a otros cuando prohibieron la acampada
libre. Hay quien no distingue entre lo que a mí me conviene o apetece, y el
bien de los demás o de la naturaleza en este caso. O peor aún, ni se lo
plantean.
Como
ya dije, de entrada prohibiría el acceso de cualquier vehículo, con o sin
motor, a los senderos. Las bicicletas de
montaña son un vehículo sin motor, aunque algunas, en el colmo de la
aberración, lo lleven.
Pero
entiendo que hay gente, demasiada, a la que esto le gusta, por lo que hay que
darles una respuesta. Las prohibiciones sin alternativa, aparte de ser frecuentemente
injustas, crean numerosos problemas.
En
pistas forestales no habría ninguna restricción, excepto las derivadas del paso
por ellas de personas, animales u otros vehículos. Fuera de cualquier tipo de
vía, sendero, camino, pista forestal, debería estar terminantemente prohibido,
siempre y sin excepciones.
Por
otra parte habría que establecer una red de senderos en los que el paso de
bicicletas alterara mínimamente el ecosistema por el que discurren, y en los que fuera
posible su mantenimiento, pues un sendero frecuentado por bicis tiene una vida
muy corta. En estos “ciclosenderos”, tendrían prioridad las bicicletas, y
estarían debidamente señalizados. En cuanto al necesario mantenimiento habría
que establecer quién lo debe hacer y dotar a quien lo hiciera del presupuesto
necesario.
Pero
también están los que, ellos sabrán por qué, necesitan quemar mucha adrenalina,
y con este objetivo hacen el burro todo lo que pueden y más, buscando sobre
todo descensos. En regiones donde hay estaciones de esquí, estas son ideales
para estos circuitos fuera de la temporada. Donde no las hay, habría que acondicionar zonas ya muy degradas, que desgraciadamente existen.
Tanto
estos circuitos como los “ciclosenderos” nunca deberían estar en terrenos
protegidos, tales como parques municipales, naturales o cualquier otra forma de
protección medioambiental, donde las bicis sólo podrían ir por las pistas
forestales autorizadas para ellas.
Todo
esto debería acompañarse de una campaña de información y concienciación, y una
vigilancia real del cumplimento de la normativa aplicando las sanciones pertinentes,
desgraciadamente necesarias. Actualmente, con las redes sociales, con unas
cuantas multas bien puestas, de esas que no se quitan, sería suficiente.
Y la
autoridad que por fin se decida a poner el cascabel al gato, tendría que tener
lo que hay que tener para aguantar el chaparrón de los que no entenderían nada
de nada, pues en su vida, el criterio es yo, yo, y yo; y nada más que yo.
A
esto, o algo parecido llegaremos más pronto o más tarde. El problema es que
cuanto más tardemos en llegar, más daño se habrá hecho, y más gente se habrá
acostumbrado a esta forma absolutamente insostenible de acercarse a la
naturaleza.
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