La
absoluta e infinita imbecilidad que supone celebrar aquí el “jalobuin” de los…,
no es más que la punta del iceberg de un problema mucho más serio y de más
trascendencia que la invasión de calaveritas, telarañas y calabazas que hemos
de soportar estos días.
De
hecho, como pasa siempre, hay quien simplifica la realidad para llevarse el
gato al agua. Hay quienes quiere hacernos pensar que quien se enfrenta a esta fiesta es la Iglesia
y nada más que la Iglesia, con lo que sintiéndose fuera de ella o en contra,
asunto concluido. Y no, no es así. Desde luego no es una fiesta religiosa, pero
tampoco herética; es, como más, ajena a ella y además de mal gusto.
El
problema real creo yo que es bien diferente. Es que estamos renunciando
alegremente a nuestra propia cultura, legado de siglos, lo que como
consecuencia inmediata disuelve nuestra identidad y nos priva de la libertad de
ser nosotros mismos, sin que nos demos cuenta de ello.
Porque
no solo se trata de asumir como nuestra una fiesta foránea, sino tras ella, unas
costumbres, una lengua, una forma de ver y vivir la vida que no es la nuestra,
que no era la nuestra. Y desde luego mejor no, quizá tampoco peor, pero seguro
que distinta.
Es una
colonización cultural salvaje y despiadada. Tras el “jalobuin”, hay agresiones
más graves, como los anglicismos en el lenguaje, o el inglés en el mundo
empresarial. Y en la educación, ¿para qué vamos a hablar? Todo un desembarco masivo
de la lengua inglesa, en detrimento del español, hasta el punto de forzar
aberraciones como la de dar las matemáticas en inglés, o dejar al castellano,
entre unas y otras, casi como una lengua residual cuando es en la que, si les
dejamos libres, hablan la mayoría de los alumnos.
No es
“jalobuin” sólo el problema. Como digo es la punta del iceberg. Y lo más triste
es pensar en la causa de todo esto. El capital, el dinero. Actualmente el
dinero se mueve en inglés. Todo lo demás no importa. Historia, cultura,
identidad son arrasadas por el dinero que fue, es y sigue siendo el motor del
mundo.
Tengamos
por lo menos conciencia, cuando celebramos “jalobuin”, o por ejemplo, utilizamos palabras en
inglés renunciando a las nuestras, de hasta qué punto nos hemos bajado los
pantalones ante el poderoso caballero,
renunciado así a nuestra identidad y a nuestra dignidad, y encima con una
estúpida sonrisa en la cara disfrazados de vete tú a saber qué.
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