Acontecionos
ayer una pavorosa aventura que voy a contar. Habíamos quedado a almorzar en la
plaza con unos amigos. Es agradable dejarte calentar por el sol, bajo un cielo
azul, oyendo las campanas de vez en cuando y haciendo algo de vida social, que
ganas tenemos, mientras damos buena cuenta de un bocadillo y una cervezota, o
un vino, en la terraza del Café de Loló.
Cuando
acabamos fuimos a recoger los coches que habían dejado en el aparcamiento
subterráneo, abierto y con las barreras levantadas. Entramos por el ascensor y
cuando íbamos a salir, ¡oh sorpresa!, la puerta estaba cerrada. Miramos y
remiramos por si había alguna tecla que nos la abriera, pero no la había, o al
menos no la encontramos.
¿Qué
hacer? Sólo vimos un cartel del horario de verano, hasta septiembre, en el que
el domingo estaba tapado con un folio pegado con celo; el mismo cartel que había en el
ascensor, y el número de teléfono de la policía municipal, al que decidimos
llamar. Nos dijo el agente que nos atendió que enviaría una patrulla para
liberarnos.
Y entonces
vino el horror. Una voz como de ultratumba, cavernosa y espeluznante, venida no
sabemos muy bien de dónde dijo, soy el visigodo Rewiswaldo, habéis perturbado
mi descanso eterno construyendo este parking. Voy a destruiros.
¡¡¡Huuuuuuuu!!!!
Pensamos
que era una broma de algún gracioso y gritamos, ¡venga ya, sal de ahí!, pero la
voz, más espeluznante y cavernosa todavía, volvió a la carga, mientras todo se
oscurecía y un frío intenso y repentino nos envolvió.
¡Hay
una salida de emergencia, vámonos de aquí! La encontramos pronto y salimos, aterrorizados, al
tibio sol de la mañana. Cuando llegó la policía y abrió para que pudiéramos
sacar los coches, nada raro parecía haber pasado ahí dentro. De todas formas,
miramos los maleteros por si el tal Rewiswaldo se había colado en ellos.
Esto
nos pasó. Tal cual. Excepto lo del visigodo, ¡claro!
Pero
si rara hubiera sido semejante aparición visigoda, no menos raro es un parking
abierto, bajo la consabida señal de parking público, en el que metes el coche y
luego te lo encierran, y donde para más inri, la única información que
encuentras es el horario de verano con el domingo tapado, hasta septiembre, estando en noviembre; y que tengas que llamar a la policía para que
te abran.
¿Tan
difícil es poner un letrerito con el horario y las tarifas actuales del parking y que se
corresponda con la realidad? Si los domingos está cerrado y mis amigos entraron
en el momento en el que el propietario de una plaza había entrado o salido y se
la había dejado abierta, entenderíamos lo sucedido. ¿Pero quién lo entiende
así si la última información es de hace dos meses? Como ya he dicho, cuando llegaron estaba abierto
y con la barreras levantadas.
La
policía nos dijo que ya habían tenido que ir tres veces esa mañana. ¿Es función
de la policía hacer de porteros de aparcamiento? ¿Y si hubiéramos tenido una
urgencia? O simplemente prisa por cuestiones personales. No sé.
La
verdad es que me pareció una forma muy rara, pero que muy rara, de gestionar
esta instalación que podría resultar mucho más útil de lo que resulta. Mucho
más rara que las siniestras voces del visigodo que, después de todo, tiene
motivos para estar enfadado si perturbaron su descanso eterno.
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