Al
hilo de la seta con cara de demonio que me encontré ayer, y cuya foto publiqué
en el blog, se me ha ocurrido una breve historia en la que aparece como uno de
los protagonistas, junto a un peregrino que va camino de Santiago. Pero la he
escrito en forma de romance.
Un
romance es un poema característico del español, de larga tradición, y que
consiste en una serie indeterminada de versos, generalmente de ocho sílabas,
que riman los pares en asonante quedando libres los impares.
Y un
aviso para leerlo. Aunque esté escrito en forma de verso, se lee como si fuera
prosa, es decir, haciendo los puntos, las comas y demás. De no hacerlo así,
suena mal y se entiende peor.
Caminaba
el peregrino
por
oscuro y denso bosque,
cuando
la noche siniestra
le
hace perder los mojones.
Angustiado,
sin refugio,
busca
con ansia rincones
en los
que aguardar al alba.
Y
allí, tras duros crestones
de
altos robles coronados,
una
gruta en que reposen
del
camino sus pies rotos,
encuentra.
Quizá no osen
los
demonios de la noche
arrastrarle
a sus horrores.
Y se
duerme el peregrino
arropado
en su pellote.
Más el
mal, oculto acecha.
Siente
el hombre un fuerte golpe.
Corre
la alta madrugada,
y un
viejo demonio absorbe
su
alma. Con su último aliento
grita
¡Santiago! ¡Arroje
mi
vida en tus santas manos
y no
en este ser se ahogue!
Llegó
al fin a su destino.
El
peregrino, arrojóse
en paz
a los pies del santo.
Y su
alma sin luz, sin norte,
allí
encontró nueva vida.
J.Q.S.
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