Leídos
y escuchados los comentarios a la entrada del 8 de noviembre, titulada El
visigodo Rewiswaldo, (comentarios que, como siempre, agradezco) voy a cerrar el
tema a continuación, pues no veo que, apariciones visigodas aparte, la cosa
tenga mucho más misterio.
Reza
el letrero de la entrada Parking público; la cuestión es gestionarlo de un modo
normal, creo yo. Tan solo normal. Y veo que se puede hacer de dos formas,
siendo una de ellas dejar dicha gestión en manos de una empresa privada y la
otra gestionarlo desde el ayuntamiento.
Pero
habida cuenta de que hay gente a la que la iniciativa privada le da alergia,
quizá sea mejor para evitar dichas alergias, y más cara al invierno, y hacerlo
desde el ayuntamiento. Y esto no creo que sea difícil.
Sólo
habría que hacer tres cositas muy facilitas. La primera, poner un cartel, con
horarios y tarifas, actualizado y que sea verdad. Luego advertir en ese cartel,
de modo bien visible, que el parking estará cerrado fuera de las horas
indicadas aunque la puerta esté abierta. Y finalmente, que se cumpla
escrupulosamente dicho horario, teniendo siempre, excepto cuando sea gratuito,
una persona en la entrada.
No
creo que nada de esto sea difícil. Lo que no entiendo es por qué no se ha hecho
hace ya mucho tiempo. Aunque igual ya se está haciendo; no lo sé. Yo desde
aquel día en que nos quedamos encerrados y se nos apareció el tal Rewiswaldo, no
he vuelto por allí.
Pues
eso. Es esta la respuesta a los comentarios que de diversas formas me han
llegado tras publicar aquella entrada. Y lo que me gustaría es no tener que
advertir a nadie que venga en coche, si ha de ir al centro del pueblo, que ni
se le ocurra meterlo en el parking, porque puede llevarse inesperadas
sorpresas, del más allá, o del más acá, que es peor.
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