Fue
como cruzar la puerta del invierno. Llegaba la nevada por el norte, mientras al
sur, un sol tibio brillaba en el cielo azul. Y entonces, justo en esa parte del
valle donde otoño e invierno se abrazan, surgió el arco iris. Y hacia él
íbamos, cual si fuésemos niños buscando el caldero de oro de los leprechauns.
No
cabía belleza más redonda, más rotunda. Las fotos, que a continuación comparto,
son sólo un pálido reflejo de lo que fue aquel rato en que avanzábamos, más que
en el espacio, en el tiempo. Lástima que no pudiéramos fotografiarlo completo,
valle, arco iris y la nevada avanzando, pero hay momentos en que casi es mejor
que así sea.
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