FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

lunes, 13 de julio de 2015

Evocando aquel 13 de julio de 1991. Balaitus.

Este es el Balaitus. La foto esta hecha en junio de este año.
Hoy hace veinticuatro años pasó algo en el Balaitus que pudo haber acabado en la más absoluta de las tragedias. Nunca daré bastantes gracias a Dios por el feliz desenlace de aquellos acontecimientos y por las personas que me ayudaron a superar el golpe y volver a las montañas.
Con unas palabras que escribí el año 2006, evoco hoy, veinticuatro años después, el día más duro de mi vida de montaña. El día en que la vida pareció desvanecerse.

Era el 13 de julio de 1991. Estábamos acampados en los lagos de Arriel y salimos muy temprano. El día era azul, sin una nube y agradablemente fresco. Objetivo: el Balaitus.
Por la Gran Diagonal llegamos, franqueando la Brecha de los Sarrios, a la última chimenea que nos conduciría a la cima. Serían las ocho de la mañana.
Era una trepada fácil, divertida. Subí el primero, y cuando ya en la cima hice una foto al itinerario  por el que subían los chavales, un gran bloque de granito de lo alto de la chimenea se desprendió y rodó abajo.
Fue todo muy rápido. El grito de advertencia, la horrible sensación de que se los llevaba a todos, el ver a José Francisco desaparecer en un abismo de más de 400 metros, y a alguien diciendo "¡está hablando, está hablando…!".
Una cornisa, pocos metros más abajo le había salvado la vida. Acabaron de subir todos y bajé con la cuerda a por él. Le dolía el tobillo y llevaba heridas en la cara y los brazos. Poco después estábamos los dos, con el resto del grupo, en la antecima, y ya juntos llegamos a lo alto del Balaitus.
La solidaridad de los que fueron llegando a la cumbre; el descenso directo a Sallent; la noche solos, allá arriba, de los que se quedaron en las tiendas; el helicóptero subiendo por Aguas Limpias, alertado por una cordada francesa que llegó antes al refugio de la vertiente norte, más próximo que el pueblo; el viaje a Huesca, al hospital…
Y luego el horror por lo que podía haber pasado. El miedo que queda en el cuerpo, y que va creciendo, creciendo…, y el deseo de vencerlo. Los amigos que arriman el hombro. Isabel lanzándome adelante, reconstruyéndome, diciéndome, ahora ve al Mont Blanc, aunque tengas miedo, ve al Mont Blanc…
No. No me resulta agradable evocar aquel día. Pero no sería justo olvidarlo porque gracias a aquella tremenda experiencia descubrí personas y descubrí cosas que sólo a través de algo así se pueden descubrir. Luego, ya nada fue igual. Y fue para bien.

Aquí está la expedición en pleno.
Subiendo por el sendero de Arriel.
Más alto todavía. Ya cerca de los lagos.
Acampada en los lagos de Arriel.
Cenando la noche antes.
El 13 de julio, iniciando la ascensión.
Ya estábamos muy altos. Las nubes cubren los valles franceses.
Un breve descanso a mitad ascensión.
La parte alta de la Gran Diagonal aún tenía nieve.
Al fondo, ya muy bajo, se ven los lagos de Arriel, donde estábamos acampados.
Unos segundos antes del accidente. Ese día ya no hicimos más fotos.

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