FRASES PARA PENSAR.

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QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

martes, 28 de junio de 2016

Las raíces del odio. Dámaso Alonso.


         
Es malo el odio. Dámaso Alonso nos habla, en su libro, Hijos de la ira, de ciertas raíces ponzoñosas. Las raíces de una semilla maldita que penetran en cuanto pueden en el niño, cuando aún es vida nueva y limpia, y que poco a poco se van haciendo grandes, agarrándose a sus entrañas, para así hacer brotar a la luz el árbol del odio.
Y esas raíces buscan ansiosas la injusticia, cualquier forma de injusticia, para transformarla en la savia que alimenta al terrible árbol del amor contrario, en cuyas ramas anidan los pájaros del mal, y a cuya sombra la vida es un infierno sin más horizonte que la muerte.
Habla así el poeta de estas raíces, en su poema Raíces del odio.

¡Cómo atraviesa el alma vuestra gélida
deyección nauseabunda!
¡Cómo se filtra el acre,
el fétido sudor de vuestra negra
corteza sin luceros,
mientras salta en el aire en amarilla
lumbrarada de pus, vuestro maldito
semen…!

  ¡Morir! ¡Morir!
¡Ay, no dais muerte al mundo, sí alarido,
agonía, estertor inacabables!

Y ha de llegar un día
en que el mundo será sorda maraña
de vuestros fríos brazos,
y una charca de pus el ancho cielo,
raíces vengadoras,
¡oh lívidas raíces pululantes,
oh malditas raíces
del odio, en mis entrañas,
en la tierra del hombre!

¿Y no hay esperanza? ¿Ha de llegar el día en que la sombra del árbol del odio cubra la tierra del hombre? ¿Ha de ser inevitable el día en que las raíces de ese árbol envuelvan, en sorda maraña, las entrañas de todos los hombres?
¡No! El poeta nos indica, en otro poema de su libro, el camino para que esto no sea así. Hay que limpiar el mundo, limpiarnos el alma, del alimento del que se nutren esas raíces, la injusticia. Y así, el árbol del odio morirá, y a través de sus ramas, ya secas, volveremos a ver azul el ancho cielo, porque ya no será una hedionda charca de pus.
Dice así en el poema titulado La injusticia.*

Podrás herir la carne
y aún retorcer el alma como un lienzo:
no apagarás la llama del gran amor que fulge
dentro del corazón,
bestia maldita.

Podrás herir la carne.
No morderás mi corazón,
madre del odio.
Nunca en mi corazón,
reina del mundo.

Cada día intento hacer mías estas palabras. Cada día. Contra viento y marea. Cada día, sin cansarme nunca, aunque a veces crea que ya no me quedan fuerzas...

* Este poema está en el blog, en la entrada del 15 de enero de 2013, titulada La injusticia, de Dámaso Alonso.

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