El
pasado 1 de abril, en Asturias, un Guardia Civil, Dámaso Guillén, murió
atropellado por un individuo que se dirigía hacia un pelotón de ciclistas,
niños y adolescentes, por una carretera en la que estaban haciendo una carrera.
Iba a toda velocidad, con un coche robado, tras agredir a unos vecinos con un
hacha, y Dámaso se interpuso con su moto entre el individuo y los chavales evitando
así una masacre.
Le
costó la vida.
Fue su
Viernes Santo, y el de su mujer, su hija, sus amigos y compañeros. Una vida
ofrecida en sacrificio para salvar otras vidas. La semejanza con lo que
celebramos hoy es absoluta y conmovedora. Y nos deja, como quedaron los amigos
de Jesús, con ese por qué sin respuesta. Con un vacío desolador.
Leyendo
la noticia de este triste suceso encontré una viñeta que a continuación
comparto. Me pareció muy cierta y muy hermosa, porque lo dice todo. Un ángel
acompaña a Dámaso a las puertas del Cielo, mientras pregunta “¿están bien los
chicos?” Y San Pedro, con sus llaves a la cintura, le responde, “todos sanos y
salvos, Dámaso”.
Y es
que el Viernes Santo encuentra su sentido y su culminación el Domingo de
Pascua. Dámaso vive para siempre. Somos nosotros, los que nos quedamos aquí,
quienes nos aferramos a la esperanza de que él, como Jesús, están ya en ese
Cielo Nuevo y esa Tierra Nueva en la que ya no hay ni muerte, ni luto, ni
llanto, ni dolor.
Y
creer eso, aunque cueste porque es demasiado bonito, es lo que da sentido pleno
a la vida y razón de ser a nuestra fe. Creer que lo que nos dice la viñeta es
verdad.
Gracias Dámaso por tu vida. Ya sabes que los chicos están bien.
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