FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

domingo, 16 de abril de 2023

El hombre de la viña.


Andaba un día de estos por un antiguo y bonito sendero, prohibido explícitamente para cualquier tipo de vehículo, con o sin motor, con un cartel al inicio, cuando casi tras dos horas de marcha vi que parecía acabarse en unos bien cuidados viñedos.

Había allí, trabajando, una persona de cierta edad con su sombrero de paja y esa vestimenta característica de nuestros hombres de campo. Se movía entre las vides cual si fuera un pastor en su rebaño. Quitaba algo de una, movía algo en otra, miraba detenidamente alguna…

Como iba a pasar cerca le saludé y le pregunté si el sendero atravesaba su campo. Creo que es lo menos que se puede hacer. Me contestó, muy amable, que sí, que siguiera y llegaría a un camino que era la continuación del que llevaba. Y añadió:

-¡Huy! mi campo, mi campo. Por aquí pasan todos, motos, metiendo ruido, y bicis a montón; andando, muy pocos. Yo no sé, se meten por esa senda que no van ni las cabras. Si se abren la cabeza por esas peñas, a ver quién va a recogerlos.

No percibí acritud en sus palabras, sino una especie de fatalismo, una aceptación de los hechos por sentirse ya fuera de lugar, por no entender lo que pasa ahora y no poder hacer nada por evitarlo. Me sentí inmediatamente identificado con él.

Cambió de tercio diciéndome que si ya me había cansado de andar el volvía a comer al pueblo en un momento, ya que si tardaba, su hija se preocuparía; que podía bajarme con él.

Decliné la amable invitación, pues quería acabar la ruta que había iniciado y pasarme todo el día en el monte, pero me hubiera encantado aceptarla y poder estar charlando un buen rato con aquel hombre cuyo mundo ya no es este, y que se refugia del paso del tiempo en su viña, como yo me refugio en su tierra.

Y como siempre que tengo estos encuentros con gentes del campo pensé en la gran diferencia entre lo que era y lo que es. Pensé en cuando el campo y el monte eran, junto al pueblo, el hogar de quienes allí habitaban; en ellos vivían y de ellos vivían. El abandono causado por el éxodo rural desarraigó a muchos, y dejó su tierra, sin la mano que la cuidaba y la conocía, abandonada a su suerte. Y ahora, desde no hace demasiado tiempo, convertida en un descomunal polideportivo al que una marea de urbanitas, con intereses ajenos a ella, acuden a desfogarse sin el respeto de quien conoce.

Y demasiadas veces con el beneplácito de los ayuntamientos de esos pueblos que queman así los últimos cartuchos que les quedan en un postrer intento para recordarnos que aún están ahí, que siguen vivos.

Un rato después pasó por la pista por la que andaba un coche; paró a mi lado. Era el hombre de la viña.

-¿Todo bien?

-Sí señor, muy bien.

-Pues que tenga buen día. Me voy a comer, que mi hija me estará esperando.

-Vaya con Dios, buen hombre. Y gracias.

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