Una de
las cosas que me gusta hacer cuando me encuentro por el monte con algún animal
es, si es posible, contemplarlo sin prisa. Para ello es importante andar en
silencio, sin correr, llevar ropa discreta y no hacer ruido.
Un día
de estos, en la sierra de Chiva, me encontré con esta cabra montés. Bajaba yo
por un sendero y se me cruzó por delante, hacia unos escarpes.
Pensé que desaparecería montaña abajo, pero para mi sorpresa se paró no muy
lejos de mí y se quedó mirándome.
Muy
despacio me senté en una roca, saqué la cámara e hice las fotos que quise. No
se movía. Y entonces nos quedamos así, mirándonos tranquilamente un buen rato.
Curiosamente
fui yo el que rompí el momento, pues parecía que no llevaba intención de
moverse y a mí me quedaba un buen rato de andar. Me parece que tenía ella más
curiosidad por mí que yo por ella. Así que continué avanzando. Sin demasiada
prisa se perdió entre las rocas con esa increíble facilidad que tienen para
moverse entre ellas.
Son bonitos estos encuentros, sobre todo cuando se hacen largos. Me hacen sentirme parte de la naturaleza. No cambio ni rompo nada, no doy miedo Es como si, por un ratito, me aceptara, no como un extraño, sino como parte de ella misma. Y eso, para mí, es siempre una hermosa experiencia.
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