Así
empieza Cien años de soledad:
Muchos
años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía
había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el
hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava
construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un
lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo
era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había
que señalarlas con el dedo…
Y
así acaba:
Macondo
era ya un pavoroso remolino de polvo y escombros centrifugado por la cólera del
huracán bíblico, cuando Aureliano saltó once páginas para no perder el tiempo
en hechos demasiado conocidos, y empezó a descifrar el instante que estaba
viviendo, descifrándolo a medida que lo vivía, profetizándose a sí mismo en el
acto de descifrar la última página de los pergaminos, como si se estuviera
viendo en un espejo hablado. Entonces dio otro salto para anticiparse a las
predicciones y averiguar la fecha y las circunstancias de su muerte. Sin
embargo, antes de llegar al verso final ya había comprendido que no saldría
jamás de ese cuarto, pues estaba previsto que la ciudad de los espejos (o los
espejismos) sería arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los
hombres en el instante en que Aureliano Babilonia acabara de descifrar los
pergaminos, y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para
siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una
segunda oportunidad sobre la tierra.
Entre
medio, una magnífica novela, sumergirse en la cual me resultó una aventura
apasionante. Lo pasé muy, muy bien leyéndola ya hace años, y espero volver
a leerla un día de éstos. Los grandes libros no son nunca de una sola lectura.
Cuanto más los lees más disfrutas porque siempre descubres en ellos nuevos
horizontes.
Hoy,
cuando se cumplen cincuenta años de la publicación en Buenos Aires de Cien años
de soledad quiero agradecerle a Gabriel García Márquez toda su obra, pero de un
modo especial esta inmensa novela, ya inscrita con letras de oro en la historia
de la literatura.
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