Hace
un rato, exactamente nueve minutos antes de salir el sol, hemos entrado en el
verano astronómico, porque el meteorológico ya está aquí, entre nosotros, hace
ya demasiado tiempo para mi gusto.
Y
quiero recibir a la nueva estación, la que personalmente menos me gusta, con un
bonito texto de Platero y yo en el que Juan Ramón Jiménez nos pinta un cuadro
que da calor, casi ahoga de calor. Los tábanos, la chicharra, el paisaje blanco
de luz ardiente, la calina asfixiante… Menos mal que el texto acaba a la sombra
de un nogal, escuchando el crujido fresco de abrir una sandía, el toque a vísperas a lo lejos...
Platero
va chorreando sangre, una sangre espesa y morada, de las picaduras de los
tábanos. La chicharra sierra un pino, que nunca llega... Al abrir los ojos,
después de un inmenso sueño instantáneo, el paisaje de arena se me torna
blanco, frío en su ardor, espectral.
Están
los jarales bajos constelados de sus grandes flores vagas, rosas de humo, de
gasa, de papel de seda, con las cuatro lágrimas de carmín; y una calina que
asfixia, enyesa los pinos chatos. Un pájaro nunca visto, amarillo con lunares
negros, se eterniza, mudo, en una rama.
Los
guardas de los huertos suenan el latón para asustar a los rabúos, que vienen,
en grandes bandos celestes, por naranjas... Cuando llegamos a la sombra del
nogal grande rajo dos sandías, que abren su escarcha grana y rosa en un largo
crujido fresco. Yo me como la mía lentamente, oyendo, a lo lejos, las vísperas
del pueblo. Platero se bebe la carne de azúcar de la suya como si fuese agua.
No
es casualidad que el capítulo siguiente a éste, el 66, se titule Fuego en los
montes. Cuando tocan a rebato las campanas de la iglesia dejan de cenar y, "encogido el corazón...", "en alborotado silencio afanoso suben a la azotea…" Es un incendio en el monte.
También me encoge a mí el corazón, en este tórrido inicio del verano, la inmensa tragedia que el fuego está provocando en Portugal. Y no puedo callarme el hecho de que nada eficaz se está haciendo aquí para evitar semejantes catástrofes, ante las que también estamos expuestos. Ya lo he dicho mil veces en este blog, no hay una gestión integral del medio ambiente. No la hay. Por eso pasa lo que pasa.
También me encoge a mí el corazón, en este tórrido inicio del verano, la inmensa tragedia que el fuego está provocando en Portugal. Y no puedo callarme el hecho de que nada eficaz se está haciendo aquí para evitar semejantes catástrofes, ante las que también estamos expuestos. Ya lo he dicho mil veces en este blog, no hay una gestión integral del medio ambiente. No la hay. Por eso pasa lo que pasa.
¡Feliz
verano!
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