“…
Una de las cosas mejores en el mundo, y aún más que mejor, es mostrarse
independiente de la aprobación popular y, sin tratar de obtener aplauso, hallar
sin embargo deleite en el hecho mismo.”
Esto
decía Marco Tulio Cicerón, nacido en el año 106 antes de Cristo. Sí señor, esto
decía un romano hace más de dos mil años. Y es que, habiendo muchos aspectos en
los que hemos avanzado en todo este tiempo, en cuestiones éticas y
morales, y en el sentido que tenemos de la vida, estamos como entonces, y a
menudo peor.
Me
alivia y reconforta este pensamiento de tan hondas raíces y a la vez tan
actual. La persona capaz de encontrar deleite, y por tanto sentido a nuestras
acciones y decisiones, aun sabiendo que no van a obtener aplauso alguno y a
veces ni tan siquiera la más mínima aprobación popular, es algo muy bueno,
mejor que bueno. Da coherencia y consistencia a nuestra vida.
Y no
es fácil en esta sociedad nuestra, como no debió serlo en la sociedad romana de
entonces. La lucha, tan a menudo sucia, por la popularidad, la fama, el éxito,
el reconocimiento social, aun a costa de la negación de uno mismo, es patética.
Las dobles vidas forzadas por la creación de una imagen aceptable y la asfixia
de la realidad, son durísimas y tristes, muy tristes. El marketing, tan de
moda, entendido como el culto a la imagen, aunque no sea cierta, es falso y
demagógico. La estética sobre la ética, que ha venido a traernos la infame
tiranía de lo políticamente correcto, es una sutil pero eficaz dictadura que
ahoga nuestra libertad, sin que nos demos cuenta.
Por
eso digo que bien poco hemos avanzado. Aunque la voz nos viene de muy atrás en
la historia nos habla hoy, y nos lanza al reto de vivir y actuar en conciencia
más allá de lo que digan los demás, porque ése es el camino de la felicidad, de
la paz interior. No la fama, el éxito, los aplausos, los miles de seguidores en
internet, no. Aunque lo parezca.
Si
estas mieles nos llegan, no porque las busquemos, sino como fruto de nuestras
decisiones y nuestros actos, bienvenidas sean. Pero solo si esas decisiones y
esos actos son consecuencia de nuestra libertad de conciencia y de nuestra
coherencia interna. Miel sobre hojuelas, que dice el refrán. Pero primero las
hojuelas, porque si buscamos solo la miel, nos ahogaremos en ella, como las
moscas que acudieron a un panal de rica… Bueno, ya sabéis el final.
Tampoco
es ajeno al Evangelio este planteamiento de vida. De hecho, Jesús lo vivió en
la suya hasta el extremo. El deleite en su vida fue anunciar la Buena Nueva. Lo
demás, vino por añadidura.
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