Sin
querer caer en el catastrofismo he de reconocer que las informaciones
meteorológicas que nos llegan por todas partes estos días son inquietantes. A
mí me recuerdan el principio de una de esas películas en las que el clima se
vuelve contra los humanos y nos aniquila, o poco menos. Hay varias muy
espectaculares.
Ayer
mismo nos dijeron que la primavera pasada había sido la más cálida desde que se
tienen registros y que la temperatura del agua del mar, del Mediterráneo, había
batido todos los records; nunca había estado tan caliente en junio como ahora.
Todo
esto sin contar las temperaturas exageradamente altas que, no sólo aquí sino en
el resto de Europa, nos están agobiando hace ya muchos días. Eso es noticia
diaria en los medios de comunicación y conversación de ascensor, parada de
autobús, o tienda de barrio.
Ved cualquiera de esas películas, El día de mañana, por ejemplo, y veréis como
empieza más o menos así. Y la verdad, da un poquito de yuyu, aunque el Trump de
las narices diga que con el clima “no pasa na”.
Sí
pasa. El clima está cambiando, y deprisa, muy deprisa. Que este cambio haya
sido provocado por el hombre y en qué medida, doctores tiene la Iglesia para
decirlo, pero lo que está claro es que lo hayamos provocado nosotros o no, yo
creo que en parte sí, quienes lo estamos sufriendo y lo hemos de gestionar somos nosotros, los terrícolas.
De
momento, atémonos bien los machos para este verano. Y Dios nos pille
“confesaos”. Y cuando las barbas del vecino veas rapar…. Vamos, que tengo ganas
de que llegue noviembre para ver qué nos queda y cómo esta lo que nos queda.
Y
por cierto, se tiene que ser imbécil, pienso yo, para decir como he leído en
varios sitios, que el verano nos hace felices. Será por las vacaciones, digo
yo, porque por lo demás…Quizá, los veranos de antaño, o ahora los de Islandia…
¡Qué extraño concepto de la felicidad debe tener la gamba con seso que ha dicho
semejante majadería!
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