Ciertamente
Ignacio Echeverría merece todos los homenajes que se le están haciendo y se le
puedan hacer. Es un héroe, y su acto de valentía y extrema dignidad merece
respeto y memoria.
Y
ese respeto y esa memoria no deben quedarse solo en homenajes, medallas y
concentraciones. Ha de ir mucho más allá, ha de obligarnos a ser coherentes y a
exigir coherencia a nuestros gobernantes asumiendo los riesgos y costes de esa
coherencia.
Esta
coherencia nuestra la merecen tanto Ignacio como el resto de las víctimas y no
sólo de este atentado sino de todos los atentados que estamos sufriendo durante
demasiado tiempo.
Cuando
en el partido de clasificación para el mundial de Rusia entre Australia y Arabia
Saudí, en Adelaida, los jugadores de la selección árabe se negaron a guardar el
minuto de silencio por las víctimas del último atentado de Londres,
permaneciendo los del banquillo, sentados en él, ese partido no se tenía que
haber jugado. Y eso es coherencia.
No
condenar un crimen y no ponernos sin ambages de parte de la víctima nos hace
cómplices de él. Si además la justificación es tan irritante y peregrina como
que “es una señal de respeto a los muertos que no pertenece a la cultura saudí”,
el haberse celebrado ese partido clama al cielo.
Los
muertos que no pertenecen a mi cultura no merecen respeto, siendo además
miembros de mi cultura quien les ha quitado la vida. Esto es lo que dicen que han dicho.
Al más puro estilo nazi. Y repito, se celebró el partido, y esa infame
selección seguirá en el mundial. O sea que el fútbol sí es intercultural pero el derecho a la vida y a la libertad,no.
No señor, no. El
fútbol no está por encima de los derechos humanos más básicos. Por eso digo
que ese partido no se debería haber jugado. Y que pase lo que tenga que pasar.
Ese sería el verdadero homenaje a Ignacio Echevarría y a todos los que han sido
vil y cobardemente asesinados por la locura del terror.
Es
una edad oscura la que nos amenaza y no podemos seguir con este juego tonto de
indignaciones más o menos sentidas y solidarizaciones sin consecuencias. Y las
consecuencias deben ir más allá del abucheo que se produjo en el estadio.
Negarse a jugar con cómplices de asesinos sería un primer paso, un paso de gran dignidad y profunda coherencia. Y la FIFA,
entonces, tendría que tomar decisiones. Y no podría decir que el fútbol no
entiende de política, porque no estoy hablando de política, sino, y lo digo una vez más, del derecho a
la vida y a la libertad de todos los seres humanos. Y eso sí que está por
encima de la política, y del fútbol.
Sí,
ése sí sería un verdadero homenaje.
Es algo triste y a la vez esperanzador. Un joven católico practicante defiende la vida con su muerte. Frente a tres musulmanes radicales que lo matan con una puñalada por la espalda...
ResponderEliminarAhí está la diferencia.
Sí, es cierto. Creo que a nadie se nos escapa esa luz en medio de la oscuridad. Una luz que reconforta y da esperanza.
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