Cierto
que vivimos en un mundo complejo y contradictorio. Mientas unas sociedades se
radicalizan en la intolerancia más absoluta y cortan sin recato alguno el más
mínimo atisbo de pluralismo, otras, la nuestra, se radicalizan también en un
pluralismo sin límites. Cosas de la vida.
Este
fin de semana, en Madrid, nos sorprendió en la mismísima Puerta del Sol, cerca
del mediodía, con una temperatura superior a los 35º y en contra dirección, una expedición de
individuos e individuas de lo más variopinto, pero que tenían en común dos
cosas: una, ir en bici, la otra, hacerlo tal y como vinieron al mundo,
exhibiendo, sin pudor ni recato alguno, toda su humana
corporeidad.
Pusiéronse
los móviles y las cámaras fotográficas en funcionamiento masivamente. La mía
también, ¿qué queréis que os diga? Las expresiones del personal allí
concentrado eran de lo más variadas, indiferencia, vergüenza, estupor, asombro,
risa contenida o desatada, cachondeo, asco… Con el calor que hacía, sudaban
copiosamente, el solo hecho de pensar en el contacto de sus partes bajas con el
sillín de la bici resultaba poco menos que "asquerosito", al menos para la mayoría de los allí presentes, según los comentarios del atónito personal.
Y yo
pensé en palabras como moderación, sentido común, equilibrio, discreción…
mientras, un poco al tuntún, disparaba mi cámara, no sin cierto reparo, ya
que bien sabía que eso era lo que su exhibicionismo buscaba y no quería
complacerlo.
Mirando
hoy las fotos del viaje, me he dado cuenta que hice una muy significativa y
creo que divertida. Dos señoras y un chaval joven, dignamente vestidos, miraban con una expresión,
que dejo que califiquéis vosotros, a uno de aquellos augustos y venerables
ciudadanos, expresión con la que yo me identifico plenamente.
En
fin. ¿Qué le vamos a hacer? Como dice la gente en el pueblo, "¿fará falta?"
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