La
procesión del Corpus, en Ribarroja, imagino que en otros pueblos también será
algo parecido, tiene cinco altares situados en casas particulares donde el sacerdote
deposita la custodia, mientras canta un coro y se rezan unas oraciones. La
banda de música, atenta, toca el himno nacional cuando se reanuda la procesión.
Y al acabar, muchos de los niños que han tomado la primera comunión van a
fotografiarse en el altar.
Si
pregunto a la madre de Isabel, mi suegra, desde cuándo pone altar en su casa,
me dice que desde siempre, que su madre y su abuela ya lo hacían. Tradición tan
solo interrumpida en los años negros de la guerra civil. Y como antigua
tradición tiene ese sabor añejo, especialmente intenso, cuando suenan los
acordes del himno “patrio” envueltos en incienso...
Creo
que es muy importante respetar y mantener las tradiciones, siempre que no
hagan daño a nadie. Y ésta, por supuesto, a nadie le hace daño. Después habrá
quienes se quedarán en la forma, en el folklore; están en su derecho. Pero
también habrá quien vaya más allá y entre en el significado profundo que tiene
el hecho de manifestar públicamente, de mostrar al mundo, lo más grande que
tenemos los cristianos: la eucaristía. La presencia de Jesús resucitado en el
pan y el vino consagrado y compartido, que nos lanza el reto permanente de
compartir la vida y el mundo.
Y
hablando de compartir, comparto cuatro fotos que hice.
No hay comentarios:
Publicar un comentario