FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

jueves, 29 de junio de 2017

Rabia, miedo, impotencia, pesar...


Tras una mala noche en duermevela, en la que no distinguía muy bien lo que eran fugaces pesadillas y lo que era la pesadilla real de saber que la Calderona, una vez más, estaba en llamas, he amanecido triste, pesaroso y muy, muy "cabreao”.
Sé que hay gente que no lo entiende, que no me entiende, que no entiende que algo así me pueda afectar de un  modo tan hondo. Me sabe mal, pero no puedo evitarlo. La naturaleza ha sido para mí, desde niño, algo más que una afición. Es uno de los pilares de mi vida, y quien me conoce sabe ya cuáles son los otros tres.
En los Pirineos encontré una naturaleza pura, salvaje, soberbia, y la amé. Pero la de aquí, la que tengo a mano todos los días, siendo más humilde, estando más humanizada, no es menos bella, y la amo también con todas mis fuerzas. Y cuando digo amar, digo amar, querer, necesitar, ¡¡¡necesitar!!!
Y estoy cansado de perder, año tras año, tantos caminos andados, tantos paisajes mil veces contemplados, tantos rincones de paz y reposo donde he sido feliz. Y estoy cansado de que nadie haga nada eficaz y coherente por evitarlo, porque sé que si el monte se quema no es por el rayo dormido o “despìerto”, ni por el desgraciado, en mala hora nacido, que le “pega fuego”, sino por el abandono total, por haberlo reducido a parque de atracciones de fin de semana para los urbanitas o a estadio para los deportistas.
Si el monte estuviera limpio y en condiciones, los campos cultivados o al menos despejados de matorral, y las pistas transitables, sería más difícil que hubiera un gran incendio. El monte mediterráneo necesita de la intervención directa del hombre. No es la selva.
Si a los que se le detiene por provocar un fuego por negligencia se les “amarga la vida”, y a los que lo provocan con intención se les encarcela un buen montón de años, y cuando haya alerta por riesgo de incendios se les “invita” a pasar esos días en un calabozo, bien comidos y bebidos, faltaba más, no empezarían muchos incendios.
Si los políticos fueran capaces de pactar un modelo de gestión medioambiental a muy largo plazo y blindarlo frente a los vaivenes a los que nos someten con sus ideologías huecas, sus enfrentamientos patéticos y sus corruptelas compartidas, no habría incendios forestales y los que hubiera serían fáciles de controlar.
Pero no. Sé que ninguno de esos “sis” condicionales se va a cumplir. Y me duele, y me enrabia y me produce un hondo pesar y una gran sensación de impotencia. Por mí, ya lo he dicho, porque con 61 años que tengo, y por larga que sea mi vida, no volveré a ver tantos y tantos rincones como eran. Y por los niños y jóvenes, con los que he trabajado toda mi vida; porque incendio tras incendio, la capacidad de regeneración de nuestros montes se agota. Y abrimos paso al desierto.
Aunque a veces pienso que en realidad esto ya da igual. Con que los niños tengan un deporte que practicar, un centro comercial donde comprar y un móvil de última generación, que más da todo lo demás. ¡Ah!, y que aprueben aunque no sepan.
Este no es mi mundo. Estoy fuera de sitio, cada día más. Cada fuego más.

2 comentarios:

  1. Cuanta razón tienes, que poco estamos valorando lo bonito, lo esencial de nuestro mundo, y nos rasgamos las vestiduras cuando vemos que no hay remedio.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Nos las rasgamos y nos olvidamos. ¿Quién se acuerda ahora de los montes muertos de Gátova? Yo aún no me he atrevido a ir a ver cómo ha quedado lo que fue un paraíso tan lleno de vida como abandonado a su suerte.

      Eliminar