Entre
los muchos perjuicios que esta desgraciada situación está provocando hay uno
del que no oigo hablar pero que no es moco de pavo. Me refiero a la atención
sanitaria a los que, al menos de momento, no les “ha picado el bicho”.
Actualmente si tenemos cualquier síntoma, en principio no grave, mientras no
sea alguno de los oficiales del COVID-19, no hay nada que hacer. Sí, llamamos
por teléfono, nos atiende un médico, no nos visita, nos da una medicación y a
probar a ver si funciona, y a esperar. Y nueva llamada, y a seguir con la rueda mientras siga sin ser grave, o parecerlo. No tenemos acceso a nuestro “médico de
cabecera”, ni siquiera telefónico, que es quien nos conoce y conoce bien
nuestro historial.
Desamparo
es lo que sentimos. Y si la situación, repito, no pareciendo grave en
principio, molesta, reduce calidad de vida, ya de por sí reducida, y preocupa, el único camino es
rascarse el bolsillo, quien pueda, claro; porque una buena atención médica es
prohibitiva para casi todos. O tener un buen seguro privado.
¿Cuándo
podremos pedir cita a nuestro médico en el Centro de Salud? Si se puede hacer
de casi todo, con mascarilla, distancia de seguridad, control de aforos y todo
lo demás, por qué narices seguimos sin la atención médica básica a la que tenemos
derecho? Y no hablo de medicina preventiva, ese lujo pasó a la historia; hablo
de atender esos “pequeños” problemas de salud que de no atenderse bien y en su momento pueden dejar
de ser pequeños.
Un
elemento más de desazón, irritación, mala leche, impotencia y demás sabrosos
sentimientos que condimentan nuestras vidas hace ya tiempo.
Repito
mi pregunta, por si alguien sabe la respuesta, ¿cuándo podremos pedir cita a
nuestro médico en el Centro de Salud?
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